Episodio n.° 25 15 de mayo de 1933

FIVE STAR THEATRE

PRESENTA

FLYWHEEL, SHYSTER, Y FLYWHEEL

Reparto

Groucho Marx como Waldorf T. Flywheel

Chico Marx como Emmanuel Ravelli

Miss Dimple

Recepcionista

Empleada de Información

Reginald Princeley, actor de cine

Blitzen

Rompehuesos Evans

Asesino Martin

Policía

Voces

Cámara

Miss Winsome

(Suena el teléfono.)

MISS DIMPLE: Despacho de los abogados Flywheel, Shyster y Flywheel… No, Mr. Flywheel no está. Se marchó a Hollywood la semana pasada… Sí, de negocios… Es el abogado de Reginald Princeley, el famoso actor de cine… Sí, sí, el pasante de Mr. Flywheel, Mr. Ravelli, está con él… Adiós.

(Se escucha el ruido de un tren; aumenta y va desvaneciéndose hasta desaparecer. Suena el teléfono.)

RECEPCIONISTA: ¿Dígame? Hollywood Film Art Company… No, no puede ver a Reginald Princeley si no tiene cita… No se permite la entrada a visitantes… Es una regla muy estricta… No, no soy la telefonista… Esto es información… Adiós. (Golpes violentos en la puerta.) Oiga, ¿se puede saber qué pretenden ustedes dos? ¿Tirar abajo la puerta?

GROUCHO: Si hay otro modo de entrar, no. Oiga, joven, ¿sabe quién soy yo?

CHICO: No hace falta que se lo pregunte a ella, jefe. Yo sé quién es usted. Es Mr. Flywheel.

RECEPCIONISTA: ¡Oh, Mr. Flywheel! Mr. Princeley le esperaba ayer.

GROUCHO: Ya lo sé, pero este zopenco de Ravelli me hizo perder el tren.

CHICO: ¿Por qué siempre me echa las culpas? Sólo lo perdimos por un minuto. Si no llega a ser por mí, que me ocupé del equipaje, lo hubiésemos perdido por una hora. ¡Cincuenta y cuatro piezas de equipaje!

GROUCHO: ¿Cincuenta y cuatro piezas?

CHICO: Pues claro. Dos pares de calcetines y una baraja de naipes.

GROUCHO: Ravelli, usted ya sabía que nos íbamos a quedar una semana. Tenía que haber cogido dos barajas.

RECEPCIONISTA: Miren, caballeros, no pueden quedarse aquí. Es el mostrador de información.

GROUCHO: Bueno, entonces quizás pueda informarme de una cosa. Dígame, ¿menosprecian las chicas a los chicos que se dejan besar? Quiero decir que si cree usted que, aunque las chicas salgan con tipos como yo, se casan siempre con los otros.

RECEPCIONISTA (impaciente): ¡Estoy aquí para contestar preguntas sensatas!

CHICO: Vale, entonces le haré unas cuantas preguntas: ¿qué es una cosa clara y delgada a la vez?

RECEPCIONISTA: ¿Clara y delgada?

CHICO: ¡Claro! La clara del huevo. (Risotada.) ¡Qué chiste!

GROUCHO: Ravelli, me equivoqué al decirle que tenía un cerebro de mosquito. Simplemente no tiene cerebro.

RECEPCIONISTA: Si quieren ver a Mr. Princeley, pasen por esa puerta. Su camerino está al fondo del vestíbulo, la primera puerta a la izquierda.

GROUCHO: O.K., cariño. (Abre la puerta.) Vamos, imbécil. (Cierra la puerta.)

CHICO (refunfuña): Me ha llamado imbécil. Cría cuervos y te sacarán los ojos.

GROUCHO: Lo de sacarle los ojos no es ninguna tontería. Aquí está la habitación de Princeley.

(Llaman a la puerta.)

PRINCELEY (desde dentro): Pasen… Pasen. (Se abre la puerta. Teatral): ¡Oh, caballeros! Bienvenidos a la soleada California. ¿Habían visto alguna vez una primavera tan buena como ésta?

CHICO: Y tanto que sí. El verano pasado.

GROUCHO: Mire, Princeley, no hemos hecho tres mil millas para hablar del tiempo. Vayamos al grano. ¿Qué le parece si empieza por presentarnos a una pareja de rubias de Hollywood?

PRINCELEY: Por favor, Mr. Flywheel, eso no es importante.

GROUCHO: ¿Que no es importante? ¿Que las aventuras románticas no son importantes? ¿Y qué me dice de Romeo y Julieta? ¿Y Dante y Beatriz? ¿Y el Gordo y el Flaco? ¿Y de usted, el gran galán del cine? ¿Sabe lo que el público espera de usted, Princeley?

PRINCELEY: ¿Qué espera?

GROUCHO (rápidamente): Ah, no, yo he preguntado primero.

PRINCELEY: Mr. Flywheel, llevo diez años en el mundo del cine. Diez años de lucha… diez años de batalla… diez años de de angustias.

GROUCHO: Eso hace un total de treinta años. Debió empezar de muy niño.

CHICO: ¡Oiga! No será usted Baby Peggy, ¿verdad?

PRINCELEY: Mr. Flywheel, no puedo dar a mi público lo mejor de mí mismo en las condiciones que da este Estudio. Me ofrecen guiones pésimos, papeles inadecuados, directores incompetentes. ¡Y ahora, quieren que yo, yo, el galán más grande del cine, haga el papel de gángster! Me niego. Tengo que pensar en mi posición.

CHICO: No se preocupe. Le conseguiremos otra. Le pondremos a vender cacahuetes.

PRINCELEY (continuando con lo que decía): No sólo es que mis películas se distribuyan mal, sino que llevo trabajando meses y meses para nada.

GROUCHO: ¿Que ha trabajado meses y meses para nada? Me ocuparé de esto ahora mismo. Ravelli, llame por teléfono a nada.

PRINCELEY: Y no es el dinero lo que me preocupa. El motivo principal por el que les he hecho venir aquí es para que estudien mi contrato y vean si puedo obligar al productor a que me deje elegir mis propios guiones.

(Llaman a la puerta.)

BLITZEN: Oh, Reggie, muchacho.

PRINCELEY (murmura con voz ronca): Es el productor. (En voz alta.) Adelante.

BLITZEN (abre la puerta): Oh, Reggie, perdona, no sabía que tuvieras visitas.

CHICO: ¡Eh! De risitas nada.

PRINCELEY: Caballeros, Mr. Blitzen es nuestro productor. Mr. Blitzen, quiero presentarle a mis abogados, Mr. Flywheel y Mr. Ravelli. Van a hablar con usted sobre mi próxima película. Yo saldré a tomar un poco el aire. (Volviéndose.) Hasta luego.

BLITZEN: Mr. Flywheel, los amigos de Reggie le han estado aconsejando muy mal.

CHICO: Bien, pues de ahora en adelante los malos consejos se los daremos nosotros.

BLITZEN: Caballeros, entre nosotros, Reggie está acabado como galán. Ya no da la talla como amante.

GROUCHO: Espere un momento, Blitzen. Hay ciertas cosas sobre las que un caballero no cotillea. Pero siga, le escucho.

BLITZEN: Ya saben que Princeley no es el actor que solía ser.

CHICO: ¿Ah, no? ¿Y qué actor solía ser? ¿La Mula Francis?

BLITZEN: Caballeros, debemos tener en cuenta al público. ¿Saben lo que quiere ver la gente cuando va al cine?

GROUCHO: Sí, cine.

BLITZEN: Bueno, sí, sí…

GROUCHO: No diga que sí a todo, Blitzen. Lo que tendría que hacer es más películas de sexo.

BLITZEN: He hecho películas de sexo, y se pierde dinero.

GROUCHO: En ese caso, debería dejar de hacer películas de sexo. ¿Y qué tal un par de películas de gangsters?

BLITZEN (con entusiasmo): ¡Eso es, Mr. Flywheel! Yo quiero hacer una película de gangsters, pero mi actor, Reggie Princeley, se niega a hacer el papel de gángster.

GROUCHO: Sí, y por eso queríamos verle a usted. Me parece, Blitzen, y hablo como abogado de Princeley, que si mi cliente no quiere hacer de gángster debería echarle del estudio. ¡Ese actorcillo presuntuoso! Yo también estoy harto de verle en esas ñoñas historias de amor.

CHICO: Y tanto. Yo también. Le vi en El zorro virtuoso y

GROUCHO: Querrá usted decir, Ravelli, La zorra virtuosa.

CHICO: Ah, sí, la zorra. Pero no aparecía una zóla en toda la película. Y había también otra película… completamente absurda… no pude ni seguir el hilo de la historia.

BLITZEN: ¿Cómo se titulaba?

CHICO: Noticiario.

BLITZEN: Señores, si Princeley quiere quedarse en mi compañía, tendrá que hacer de gángster, no de Don Juan.

CHICO: El problema es que este Don Juan no quiere hacer de gángster.

GROUCHO: ¿Y por qué tiene que hacerlo? Contratemos un gángster para el papel de gángster.

BLITZEN (repitiéndolo): Un gángster para el papel de gángster… Ya lo entiendo. ¡Un gángster de verdad para ese papel! Flywheel, ¿se da usted cuenta de que acaba de decir algo colosal?

GROUCHO: No, no estaba escuchando.

BLITZEN: ¡Un gángster de verdad! ¡Eso es éxito seguro! Dinamita. Se lo aseguro, es fantástico. ¡Estupendo!

GROUCHO: Bien, usted dirá lo que quiera, Blitzen, pero yo sigo pensando que es una buena idea. Tengo el gángster que usted necesita. Le defendí hace unos cuantos días por robo en la autopista.

BLITZEN: ¿Dónde puedo localizarle?

GROUCHO: En la cárcel.

BLITZEN: No, tenemos que conseguir un gángster ahora mismo.

CHICO: Oiga, tal vez pueda darle el trabajo a mi hermano. Le metieron en la cárcel porque un amigo le prestó dinero.

BLITZEN: ¿Que le metieron en la cárcel porque un amigo le prestó dinero?

CHICO: Bueno, verá usted, antes de que su amigo le prestase el dinero, mi hermano le había dado un golpe con una porra.

BLITZEN: No, no, tenemos que conseguir un gángster famoso para el papel. Mr. Flywheel, lo dejo en sus manos. ¡Qué publicidad vamos a tener! (Se abre la puerta.) Ah, pero si es Princeley.

PRINCELEY (acercándose): Bien, Flywheel, ¿ha convencido a Blitzen?

GROUCHO: Yo diría que sí.

PRINCELEY: Entonces, ¿no tendré que hacer de gángster en la película?

GROUCHO: Usted no, muchacho.

PRINCELEY: Maravilloso. ¿Qué papel haré?

GROUCHO: Blitzen y yo no hemos hablado de ese tema. Hemos tenido una larga conversación y hemos llegado a una conclusión.

PRINCELEY: ¿Y cuál es?

GROUCHO: Que está usted despedido.

(Sube la música.)

(Suena el teléfono.)

RECEPCIONISTA: Hollywood Film Art Company… Sí, es el despacho de Mr. Flywheel. Sí, Mr. Flywheel y Mr. Ravelli están a cargo del nuevo superéxito de Mr. Blitzen, Sangre y balas… No, aún no se ha seleccionado a nadie para el papel estelar, pero Mr. Flywheel entrevistará esta mañana a unos cuantos gangsters más… Sí, seguro que le atenderá. Adiós. (Se abre la puerta.) Buenos días, Mr. Blitzen.

BLITZEN (nervioso): ¿Dónde está Mr. Flywheel?

RECEPCIONISTA: No ha venido aún.

BLITZEN: No lo entiendo. Rockliffe, el autor de Sangre y balas, me ha telefoneado para decirme que Flywheel rechazó su guión. Y eso que yo le dije bien claro a Flywheel que quería comprar esa historia y producirla.

RECEPCIONISTA: Pues que se la mande otra vez, ¿no?

BLITZEN: Ahí está el problema. El autor ha vendido la historia a otro estudio. ¡Después de gastarme veinte mil dólares en publicidad!

(Se abre la puerta.)

RECEPCIONISTA: Ahí llega Mr. Flywheel.

BLITZEN: ¡Mr. Flywheel! Yo…

GROUCHO: Un momento, Blitz. ¿Miss Jones?

RECEPCIONISTA: ¿Sí?

GROUCHO: ¿Ha llamado alguna señora?

BLITZEN: Atienda un momento, Flywheel. Usted sabía que yo quería producir Sangre y balas y ha devuelto el guión.

GROUCHO: Ya lo sé. Pero es que el autor pedía quince mil dólares por ese guión.

BLITZEN: ¡Pero es que los vale!

GROUCHO: Blitzen, está usted loco. ¿Por qué tenemos que usar un guión que vale quince mil si mandé a una mecanógrafa hacer una copia exacta por sólo cuatro dólares?

BLITZEN: Pero yo nunca he…

GROUCHO: ¡Así agradece usted el que le ahorre quince mil dólares! No me extraña que su negocio esté por los suelos. En el último negocio que dirigí, las cosas eran ligeramente diferentes. Yo era quien estaba por los suelos. Pero Ravelli y yo arrimamos el hombro a la rueda y no tardamos mucho en caernos los dos de espaldas. Lo que el cine necesita son caras nuevas. (Se abre la puerta.) Aquí llega Ravelli. La verdad es que podía cambiarse de cara.

CHICO: Hola, jefe.

GROUCHO: Bonitas horas de llegar. (Amenazador.) Ravelli, ¿qué le dije que haría si volvía usted a llegar tarde?

CHICO (se ríe): ¡Anda, qué gracia! ¡Se me ha olvidado!

BLITZEN: Caballeros, tenemos que encontrar una historia para una película de gangsters.

CHICO: Oiga, yo tengo una historia fantástica. Escuche: se trata de una niña que se llama Opio.

BLITZEN: ¿Opio?

CHICO: Claro. El opio proviene de una planta, y ¡menuda planta tiene esa chica! (Nervioso.) La historia empieza con un montón de gente cenando. Cuando la tal Opio entra, todos se levantan y se van de la mesa. Bien, dos años después…

BLITZEN: Un momento, no tan rápido. ¿Por qué se van de la mesa?

CHICO: Porque han terminado de cenar.

GROUCHO (haciendo chasquear los dedos): Ya lo veo, Ravelli. Fantástico. Ella está a punto de casarse con un corredor de bolsa acomodado, pero rompe su compromiso con él porque, en primer lugar, él no tiene dinero y habla demasiado; y, en segundo lugar, porque él no quiere casarse con ella porque ya está casado y es muy feliz. Ella, entonces, sigue el consejo de sus amigos y lo abandona.

CHICO: Sí, lo abandona en una cuneta.

GROUCHO: ¿Cómo que en una cuneta?

CHICO: Que lo deja tirado en un charco de barro.

BLITZEN: ¿Pero dónde está el drama? ¿Dónde está el patetismo?

GROUCHO: A eso iba ahora. Ella se casa con un pobre músico ciego. ¿Me sigue usted, Blitzen?

BLITZEN: Sí… sí.

GROUCHO: Bueno, si se pierde nos encontraremos en el bar de la esquina. Pues bien, después de casarse con el músico ciego, Opio se deja los ojos trabajando para conseguir dinero y poder devolverle la vista. Y finalmente lo logra. Blitzen, esto le desgarrará el corazón. También podría desgarrarle el apéndice, pero le costaría cien dólares más. En la gran escena final, el muchacho recobra la vista y, cuando echa un vistazo a su mujer, se suicida.

CHICO: Jefe, el resto de la historia me ha venido como un relámpago. La mujer se siente muy mal, se pone de luto y se sienta en casa a tocar el piano todo el día.

BLITZEN: ¿De luto y toca el piano?

CHICO: Hombre, sólo toca las teclas negras.

GROUCHO: Por supuesto. Para eso se han hecho las teclas negras.

BLITZEN: Caballeros, esa historia me suena. Se parece a la historia de Tontos enamorados.

CHICO: ¿Que se parece? ¡Está usted loco! Es exactamente igual. Flywheel y yo fuimos a verla ayer. ¡Qué película! Vamos a volver a verla.

BLITZEN: ¿Otra vez?

CHICO: Claro. Nos dormimos y no la vimos entera.

BLITZEN: ¿Y qué tal el principio?

GROUCHO: No sabemos. Llegamos a la mitad.

BLITZEN: La situación es grave. Estamos hablando de una superproducción y no tenemos ni historia.

(Suena el teléfono.)

RECEPCIONISTA: ¿Diga?… Se lo diré. Mr. Flywheel, el autor de Sangre y balas está al teléfono. Dice que tiene otra historia de gangsters.

BLITZEN: ¡Fantástico!

RECEPCIONISTA: Dice que se la da por quince mil dólares.

GROUCHO: ¿Ciento quince mil dólares? Dígale que le damos treinta y cinco mil.

RECEPCIONISTA: Sólo ha dicho quince mil.

GROUCHO: Muy bien; entonces dígale que le ofrecemos seis mil.

BLITZEN: Espere un momento. Espere un momento. No aceptará los seis mil. Deberíamos ofrecerle… digamos que unos nueve mil.

CHICO: De acuerdo. Le decimos nueve mil pero le ofrecemos seis mil.

BLITZEN: Tenemos que conseguir esa historia. Miss Jones, pase la llamada a mi oficina. Hablaré con él.

RECEPCIONISTA: De acuerdo.

(Suena el teléfono.)

RECEPCIONISTA: ¿Diga?… Sí, dígales que suban. (A Blitzen.) Suben unos gangsters para el papel de la película de gangsters.

BLITZEN: Hable usted con ellos, Flywheel. Estaré en mi oficina. Tengo que conseguir esa historia.

(Llaman a la puerta, se abre la puerta.)

ROMPEHUESOS: ¿Buscan gangsters?

BLITZEN (nervioso): Hable con Mr. Flywheel. (Se vuelve.) Estoy muy ocupado.

(Se abre la puerta y vuelve a cerrarse.)

GROUCHO: Muy bien, gorila. Siéntese. ¿Cómo se llama?

ROMPEHUESOS: Me llamo Rompehuesos Evans.

CHICO: ¡Qué nombre tan bonito!

GROUCHO: Vamos, Rompehuesos. Veamos lo duro que es usted. Déle una buena tunda a Ravelli.

img20.jpg

Groucho se pelea con un gángster en Plumas de caballo.

ROMPEHUESOS: No faltaba más, déjemelo a mí. De un solo golpe, atraviesa la ventana.

CHICO: Oiga, espere un momento. Si rompe la ventana, Blitzen se pondrá como loco.

GROUCHO: Ravelli tiene razón, Rompehuesos. Abriré la ventana.

ROMPEHUESOS: ¡Bah, no se vaya por las ramas! ¿Me cogen para el trabajo o no?

GROUCHO: Bueno, primero tenemos que verle actuar. Probaremos con un par de frases. Ravelli, acérqueme el guión.

CHICO: ¡Oiga! Esto no es guión. Es un libro de cocina. Pone Romero y vinagreta.

GROUCHO: ¡Romero y vinagreta! Pone Romeo y Julieta, estúpido. No importa. Aquí hay otro guión. Lea esto, Rompehuesos. Empiece aquí.

ROMPEHUESOS: Vale, ejem: «Oh, amada, amada, mi corazón llora por tu amargura, dulce amor».

GROUCHO: Espere un momento. Un gángster no habla así. No creo que usted dé el tipo. Ravelli, échele.

CHICO: O.K., jefe. ¡Largo de aquí, muerto de hambre!

ROMPEHUESOS (volviéndose): ¡Ya os pillaré, mamarrachos! (Sale voluntariamente.)

(La puerta se abre y se vuelve a cerrar.)

CHICO (llama en voz alta): El siguiente.

ASESINO MARTIN (acercándose): Ese soy yo. Me quedaré con el trabajo.

CHICO: ¿Cómo te llamas, tipo duro?

ASESINO MARTIN: Me llamo Joe Martin; pero me llaman Asesino.

CHICO: Muy bien. Siéntate, Asesino.

GROUCHO: Lo siento, Asesino; no da usted el tipo. El bigote le hace demasiado viejo.

CHICO: No se preocupe, jefe, tengo una navaja de afeitar. Esto lo arreglo yo. Vamos, Asesino, te lo afeitaré.

(Pelea improvisada.)

ASESINO MARTIN: ¡Oiga, oiga!… ¡Espere un momento! ¡Apártese!

CHICO: No se mueva. No se mueva. Se lo voy a quitar.

ASESINO MARTIN: ¡Ayyyyy!

CHICO: Oiga, Asesino, ¿ha tomado Ketchup?

ASESINO MARTIN: No… no.

CHICO: En ese caso es que le he hecho un corte. Aquí tiene, sin bigote. Parece quince años más joven.

GROUCHO: Déjeme echarle un vistazo. No, Asesino, sigue sin dar el tipo. Ahora parece usted demasiado joven. Échele fuera, Ravelli.

CHICO: O.K., jefe. ¡Vamos, mequetrefe!

ASESINO MARTIN (amenazador): Tranquilos, muchachos. Vine aquí a por un trabajo de actor, y si no lo consigo, sólo habrá uno que salga vivo de esta habitación. Y ése seré yo.

GROUCHO: Bueno, pues en ese caso, Ravelli, devuélvale el bigote. Queda contratado.

(La música sube de volumen.)

(Llaman a la puerta.)

GROUCHO (desde dentro): Adelante. (Se abre la puerta.)

RECEPCIONISTA: Mr. Flywheel, Mr. Blitzen quiere verle en su oficina.

GROUCHO: ¿Por qué tengo que ir yo a su oficina? ¿No puede venir él a la mía? Le diré lo que pienso hacer. Nos encontraremos a medio camino, en el vestíbulo, cerca de la escalera.

RECEPCIONISTA: Me dijo que… ah… ahí viene.

BLITZEN (abre la puerta): ¡Flywheel! ¡Flywheel! Ese gángster va a arruinar el estudio. Abandonaría la producción si no hubiera rodado ya treinta mil pies de película. El director ha intentado decirle a ese asesino lo que tiene que hacer y él le ha estampado la cámara en la cabeza. He intentado intervenir y ahora dice que me matará. ¿Qué puedo hacer?

GROUCHO: Yo que usted, Blitzen, me haría un seguro de vida.

BLITZEN: Parece que no lo entiende. Me ha dicho que si aparezco en el plato me pegará un tiro.

GROUCHO: ¿Eso ha dicho? Bueno, a mí no me asusta. Vaya derecho al plato. Si le mata a usted, le echaré del estudio.

BLITZEN: Tal vez debería buscar unos guardaespaldas.

GROUCHO: Yo haría aún más. Buscaría también unos guardabarros.

BLITZEN: Sí, me parece que voy a contratar un guardaespaldas.

GROUCHO: No, eso no serviría de nada. En ese caso usted se encontraría con un tipo que intenta atacarle y otro que trata de defenderle. Eso supone una pérdida del cincuenta por ciento. ¿Por qué no le ataca su propio guardaespaldas? Así salvaría usted la vida y sería una pérdida del cien por cien.

BLITZEN: ¿Adonde quiere ir a parar?

GROUCHO: Esperaba esa pregunta. ¿Cómo se desplaza un ejército? Reptando sobre el estómago. ¿Cómo se desplaza usted? En coche. ¿Lo ve? Su estómago sale ganando. Pero la industria del cine es demasiado importante para que nos quedemos aquí sentados hablando de su estómago. Y ahora, dese prisa. Quiero ver si sale mi foto en cualquiera de las revistas de cine.

BLITZEN: ¿Por qué no está usted ahí fuera, en el rodaje? Pago cinco mil dólares diarios por el alquiler de esa gran joyería para conseguir un cierto realismo en la escena del atraco. ¿Por qué no está supervisándolo?

GROUCHO: Bueno, es que esperaba a Ravelli. Salió a pedir prestada una escoba.

(Se abre la puerta.)

CHICO: Hola, jefe. ¿Cómo está, Blitz?

GROUCHO: ¿Dónde está la escoba? ¿No se la han prestado?

CHICO: Claro que sí. La señora de al lado me prestó una con la condición de que no la moviera de allí. Así que me quedé y barrí el suelo.

BLITZEN: Con que barriendo suelos ¿eh? ¡Bonito trabajo para un ejecutivo cinematográfico!

CHICO: Pues sí. Me gusta mucho. Siempre barro hacia casa. Trato a mi mujer como a un ángel.

GROUCHO: ¿Como a un ángel? Hace cinco años que no le compra ni un vestido.

CHICO: Bueno, los ángeles no llevan vestidos. De todas las formas, la semana pasada le compré una falda, pero no le quedaba bien.

GROUCHO: ¿Y qué piensa hacer?

CHICO: Me parece que cambiarla. Siempre he tenido ganas de tener otra mujer.

BLITZEN (enfurecido): Mr. Ravelli, quiero preguntarle una cosa. ¿Se puede saber por qué contrató veintiocho chicas para el papel de la bailarina de cabaret cuando le había dicho que quería sólo una muchacha dulce, bonita y honesta?

CHICO: Bueno, cuanto más honesta, mejor dispuesta. (Carcajada): ¡Vaya rima! ¿Eh, Blitz?

BLITZEN: No me llamo Blitz. Mi nombre es Blitzen.

CHICO: Bueno, es que tenía prisa.

BLITZEN: Caballeros, ¿por qué se quedan ahí plantados sin hacer nada? Tengo una multitud de quinientas personas esperando en la joyería de la esquina para rodar la gran escena del atraco.

GROUCHO: Ravelli, él tiene razón. En marcha.

BLITZEN: Yo me quedaré aquí. No me siento seguro cerca de ese Asesino Martin.

CHICO: Oiga, Blitz, si una preciosidad llama y pregunta por su Dulce Papaíto, no hable con ella. Se refiere a mí.

(Se abre la puerta y se cierra; pisadas en la acera, ruidos de la calle.)

GROUCHO: ¡Venga, Ravelli! Deje de babear. Tenemos trabajo.

CHICO: ¿Trabajo? Pues me quedo aquí.

GROUCHO: Usted viene conmigo. Y recuerde que todo lo que le pido es un poco de sentido común.

CHICO: Usted también podría usarlo un poco.

GROUCHO: Ahí abajo está la joyería.

CHICO: Jefe, estoy muy cansado para andar. Me parece que cogeré el tranvía. ¿Es igual si cojo un tranvía u otro?

GROUCHO: Para mí, sí.

(Rumor de la multitud.)

GROUCHO: Ya hemos llegado. Podemos pasar entre esas cuerdas.

POLICÍA: Eh, ustedes, no pueden pasar entre las cuerdas. Este bloque está acordonado para la Hollywood Film Art Company.

GROUCHO: Mire, oficial, usted está al servicio del público, ¿no?

POLICÍA: Pues… sí.

GROUCHO: Entonces cepílleme el abrigo y apártese de mi camino o prescindiré de sus servicios. Tengo que atravesar esta masa de gente.

VOZ (a lo lejos): Oiga, oficial, es Mr. Flywheel. Haga el favor de abrirle camino.

POLICIA: Muy bien. Pase.

CÁMARA: ¡Mr. Flywheel! Menos mal que está usted aquí. El director acaba de marcharse. Asesino Martin acaba de romperle otra cámara en la cabeza.

GROUCHO: ¿Eso ha hecho? ¿Con que ha hecho eso? ¿Dónde está Martin? ¡Martin!, ¡Martin!

ASESINO MARTIN: ¿Qué quiere usted?

GROUCHO: Asesino, ya hemos aguantado bastantes payasadas suyas aquí. De ahora en adelante, yo soy el director de esta película.

ASESINO MARTIN: ¡No me diga!

GROUCHO: Pues se lo digo. Y ahora recuerde que no le tengo miedo. Harían falta tres tíos como usted para tumbarme.

ASESINO MARTIN: Tres tíos, ¿eh?

GROUCHO: Hombre, en caso de apuro me imagino que podría usted hacerlo solo; pero le sería más fácil si hubiera otros tres.

ASESINO MARTIN: Escuche una cosa, Flywheel, y será mejor que lo entienda a la primera. Nadie le dice a Asesino Martin lo que tiene que hacer. No quiero oírle ni pío o le romperé todos los huesos del cuerpo y le tiraré por esa alcantarilla. Y ahora, ¿tiene algo más que decir?

GROUCHO: No, creo que no se ha dejado usted nada. Vamos.

CHICO: Claro, jefe, vamos. De todas formas estoy harto de esta película.

ASESINO MARTIN: Y otra cosa, Flywheel. ¡Vaya damisela más fina que han puesto en esta película! No me deja ni siquiera besarla.

GROUCHO: Bueno, no puede culparla. ¿Se ha fijado alguna vez en el morro que tiene usted? Ravelli, traiga a Martin un espejo de mano.

CHICO: No tenemos espejo de mano, jefe; pero le puedo traer uno para la cara.

GROUCHO: ¡Pretende ser un galán! Mire esa cicatriz de la frente.

CHICO: Yo creo que se ha mordido él mismo, jefe.

GROUCHO: Tonterías. ¿Cómo iba a poder morderse la frente?

CHICO: A lo mejor se subió a una silla.

ASESINO MARTIN: Venga, ¡cierra el pico!

GROUCHO: Ravelli, hágase cargo de la cámara. Yo voy a ensayar la escena de amor con Miss Winsome.

ASESINO MARTIN: ¡Oiga! ¿Qué quiere decir con que va a ensayarla? ¿No hago yo el papel en la película?

GROUCHO: Por eso. Usted tendrá su oportunidad luego. ¿Por qué no puedo divertirme yo ahora un poco? ¿Se cree que soy de piedra? (Llamando en voz alta.) ¡Miss Winsome!

MISS WINSOME (a lo lejos): Sí, Mr. Flywheel.

GROUCHO (tímidamente): ¿Qué le parece si nos hacemos unas carantoñas? Será una especie de ensayo. Sólo para que se vaya poniendo romántica.

MISS WINSOME: Pero, Mr. Flywheel, no hay ninguna escena de amor en la película.

GROUCHO: Pues no la pondremos en la película. Sólo la ensayamos. De todas formas, si se me va a poner chula, puedo prescindir de usted. Tengo una mujer casi tan guapa como usted.

CHICO (acercándose): Oiga, jefe, más vale que nos agenciemos otra cámara.

GROUCHO: ¿Por qué?

CHICO: Asesino quiere darle a usted con ésta.

GROUCHO: ¿De veras?

CHICO: Ya lo creo, pero le convenceré para que le dé con una porra en lugar de con la cámara.

GROUCHO: Ravelli, prepare las cámaras. Tengo que captar esta escena.

CHICO (volviéndose): O.K., jefe. Ya voy.

GROUCHO (con tranquilidad): Muy bien, Miss Winsome, quédese ahí junto a la ventana. Asesino, usted entra corriendo en la joyería, coge las joyas, hace añicos la puerta de cristal y sale pitando. Cuando Miss Winsome le ve, ella grita y usted comienza a estrangularla. Pero usted escapa. ¡Preparados! (Silbido.) Luces… cámara… ¡acción!

(Ruido de pisadas, cámaras rodando, cristal hecho añicos.)

MISS WINSOME: ¡Que me estrangula! ¡Socorro! ¡Socorro!

CHICO: O.K., señora, voy en su ayuda.

(Golpe.)

ASESINO MARTIN: ¿Quién me ha pegado? ¿Con qué?

CHICO: Le cogí, jefe. Le cogí.

GROUCHO: Ravelli, ¿a quién se le ocurre estamparle la cámara en la cabeza a Martin? Ha destrozado toda la escena.

CHICO: Bueno, así aprenderá este mentiroso. Pega a una dama indefensa después de prometer que le pegaría a usted.

GROUCHO: Ravelli, este estudio no es lo bastante grande para nosotros dos.

CHICO: Es cierto, jefe. Podríamos agrandarlo.

GROUCHO: Que se prepare todo el mundo. Tenemos que repetir esta escena. ¡Decorador, vuelva a colocar las joyas y manéjelas con cuidado! Son joyas de verdad y cuestan un dineral. Y usted, Ravelli, no suelte la cámara pase lo que pase. ¿Entendido?

CHICO: Déjemelo a mí, jefe.

GROUCHO: ¿Preparados? (Silbido.) Luces… cámara… ¡acción!

(Sonido de las cámaras rodando, pasos, cristal hecho añicos.)

GROUCHO: ¡Hey, Martin! ¿Dónde va? ¡Se le ha olvidado apretarle el cuello a la señora! (Chillando): ¡Asesino! ¿Adonde va corriendo? ¡Vuelva aquí con esas joyas! Deténgale, Ravelli. ¡Deténgale!

CHICO (se ríe): Esta vez no me engaña, jefe. Yo no suelto las cámaras.

GROUCHO: ¡Huye con las joyas! Se ha metido en un coche.

(Ruido del motor al arrancar.)

CHICO: ¡Caray! ¡Esta si que va a ser una película!

GROUCHO: ¡Imbécil! Martin acaba de escapar con los diamantes de la joyería valorados en treinta mil dólares. ¡Y eso no estaba previsto en la película!

CHICO: ¿Que no es parte de la película?… Entonces, menos mal. Esto está correcto. No hay por qué preocuparse.

GROUCHO: ¿No hay por qué preocuparse?

CHICO: Es que se me olvidó poner la película en la cámara.

(La música sube de volumen.)

COLOFON

CHICO: Damas y caballeros. Quiero contarles algo sobre la excursión de caza que hice la semana pasada. Cogí unos gusanos y…

GROUCHO: ¿Que cogiste gusanos? Un momento, Chico. ¿No has dicho que fuiste de caza?

CHICO: Claro. Fui a la caza de un sitio para pescar. Pero fue inútil. No cogí nada.

GROUCHO: ¿No?

CHICO: No, me parece que los gusanos no se esforzaron.

GROUCHO: Sigue hablando, Chico. Me va de perlas para el insomnio.

CHICO: ¿Tienes insomnio? ¿Y por qué no te vas a casa a dormir?

GROUCHO: Chico, la cabeza te da más vueltas que un tornado.

CHICO: Sí, estoy dándole vueltas al nuevo producto que las gasolineras Esso van a sacar el mes que viene. No pueden ser sardinas, ¿verdad?

GROUCHO: No, seguramente es algo para echar al coche.

CHICO: Bueno, cuando fui a pescar eché dos latas de sardinas al coche.

GROUCHO: En fin. Yo soy diferente. Las únicas cosas que le echo al coche son Essolube, el aceite de motor hidrorrefinado, y Esso, la gasolina más poderosa.

CHICO: Tú lo has dicho.

GROUCHO: No, lo voy a decir ahora. Buenas noches, señoras.

LOS DOS (cantando): Buenas noches, señoras.

(Sintonía musical.)