Los personajes

DON CRISTÓBAL COLÓN (el otro rostro)

El célebre historiador español Las Casas, cuyo padre había sido compañero de descubrimiento de Colón y que había tenido en sus manos el diario (hoy desaparecido) del genovés, escribe: «Entre nosotros se tenía por segura la existencia del primer descubridor. Colón estaba tan seguro de hallar lo que halló como si lo tuviera encerrado con llave en su cámara». Pero este testimonio no se conoció hasta 1875, con la publicación de la Historia de las Indias de Las Casas. Sin embargo, en los siglos XVI y XVII todos los especialistas habían hablado ya de un descubrimiento precolombino: Fernández de Oviedo, López de Gomara, Garibay, Fernando Colón (hijo natural de Cristóbal), Castellanos y Garcilaso el Inca (que identifica al primer descubridor con Alfonso Sánchez). E incluso en Francia, eruditos como Johannes Metellus o Antoine du Verdier, que en sus Diversas lecciones (redactadas en 1577) daba ya al primer descubridor el apodo de Andaluzo (andaluz en portugués). Hoy, este predescubrimiento es considerado muy probable por la mayoría de los especialistas, como Manzano o el doctor Luis Miguel Cuenca. Este último realizó la travesía en un navío construido para ello, copiado exactamente del de Colón y en las mismas condiciones.

Debe señalarse que Colón llegó a Castilla en 1485, al convento franciscano de la Rábida, como si siguiera las huellas del «primer descubridor».

En su obra Isabel y Fernando, el historiador Joseph Pérez, de bien merecida reputación, escribe: «No podemos dejar aún de sorprendernos por la seguridad de Cristóbal Colón, por su confianza en sí mismo, por su convicción de estar en el buen camino. Al primer intento, el genovés encuentra la ruta definitiva, el itinerario más seguro y rápido para la época. Tras él, podrán hacerse rectificaciones de detalle, pero las líneas generales variarán poco, “punto de perfección alcanzado de buenas a primeras” que nos obliga a preguntarnos sobre la hipótesis del “piloto desconocido”, sobre las informaciones recogidas en Lisboa o Palos, lo que no excluye una parte de imaginación e iluminación mesiánica, aunque la sitúa en un lugar secundario».

Sobre los orígenes de Colón

Existen dos tesis opuestas.

Madariaga asegura que era castellano de origen judío, y para sustentar su teoría afirma:

1. Nunca utilizaba la lengua italiana para hablar o escribir a los italianos, ni siquiera cuando intercambiaba correspondencia con el padre Gorricio, su hombre de confianza. Y el padre Gorricio respondía asimismo en lengua castellana. También escribía en español a su hijo Diego y a su hermano Bartolomé.

2. Hablaba castellano con acento portugués.

3. Hablaba castellano antes de llegar a Castilla.

4. Era un genovés cuyo italiano no era presentable y cuya lengua de cultura era el español.

También según Madariaga, los Colombo eran judíos españoles establecidos en Génova que, de acuerdo con las tradiciones de su pueblo, permanecían fieles a la lengua de su país de origen.

Contra esta teoría se alzan otras dos:

1. El padre Marchena, prior de la Rábida, en el relato donde describe la llegada de Colón al monasterio, dice que fray Juan Pérez «comprobó que tenía aspecto de hombre de otro país u otro reino y que hablaba otra lengua». Las Casas dice también: «Al parecer su lengua no es el castellano, pues comprende mal el sentido de las palabras y el modo en que se habla».

2. Para Joseph Pérez y muchos otros historiadores, «no era español, ni portugués, ni francés, sino efectivamente italiano. Tampoco era judío, sino buen católico. Y su exaltación religiosa no tiene nada que ver con ninguna influencia semítica; es una variante del mesianismo europeo, especialmente cultivado en los medios franciscanos que frecuenta Colón, muy devoto, por otra parte, de la Virgen María».

FRAY HERNANDO DE TALAVERA

Su influencia ya no será tan grande tras la muerte de Isabel, y en 1504 quedará desarmado frente a una conspiración montada por espíritus mezquinos. Era de origen judío y se había opuesto a la creación de la Inquisición, cosa que algunos no le perdonaron nunca. En el segundo semestre del año 1505, el fanático inquisidor de Córdoba, Lucero, hace arrestar primero a los amigos y colaboradores de Talavera, y luego a su hermana y su sobrino; pero apunta al arzobispo. El delirio de Lucero le hace imaginar una loca maquinación cuya alma sería Talavera y que tendría por objeto difundir de nuevo el judaísmo en España. Se prepara el proceso de Talavera, pero, como se trata de un prelado, lo instruye Roma y pronuncia un veredicto de absolución.

El arzobispo de Granada, rehabilitado, murió el 15 de mayo de 1507.

FRANCISCO GIMÉNEZ DE CISNEROS

Fue nombrado arzobispo de Toledo en 1495, cardenal en 1507, gran inquisidor de Castilla en el mismo año y, finalmente, regente de Aragón a la muerte de Fernando II, en 1516.

Impulsó profundas reformas en los monasterios y el clero secular, y, a fin de luchar contra la ignorancia religiosa, en 1498 fundó la Universidad de Alcalá, donde hizo que enseñaran teología, griego y hebreo sabios de Salamanca y París (invitó incluso a Erasmo). Encargó la edición de la Biblia de Alcalá. Ya en 1499, actuó con dureza contra los moros, y en 1502 obtuvo una pragmática que les obligaba a la conversión o al exilio. Su nombramiento como gran inquisidor, sin embargo, revela una reacción contra los excesos de sus predecesores.

LAS ÓRDENES MILITARES ESPAÑOLAS

Tras el concilio de Troyes (14 de enero de 1128), los Templarios y los Cruzados dirigieron sus esfuerzos fundamentalmente contra los moros de España. Ya en 1128, Hugues de Paynes y sus hermanos se habían dispersado por toda Europa para reclutar adeptos y recoger las indispensables donaciones. Ramón Berenguer III, conde-marqués de Barcelona y de Provenza, ingresó en el Temple en 1130 y donó el castillo de Granena. Alfonso de Castilla y de Aragón, tras haber arrebatado la plaza de Calatrava a los moros, la entregó al arzobispo de Toledo, quien confió su custodia a los Templarios. Ramón Berenguer IV de Barcelona ofreció su reino, en caso de que muriese sin herederos, a los Hospitalarios. El testamento fue impugnado, y los Templarios transigieron y obtuvieron las fortalezas de Calamera, Montjoya, Curbin, Remolina y Monzón. En Portugal, don Alfonso, hijo de la reina Teresa, les entregó el bosque de Cera, ocupado todavía por los sarracenos. Los expulsaron de allí y fundaron las ciudades de Coimbra, Ega y Rodin.

Fernando II de León (1157-1188) reaccionó fundando una orden militar nacional. En 1170 vieron la luz en Cáceres, provisionalmente reconquistada, «los Hermanos de Cáceres», colocados bajo la protección real y cuya misión era precisamente defender la ciudad de Cáceres de un eventual ataque almohade. Es la más importante de las órdenes. En 1170, los Hermanos llegaron a un acuerdo con el arzobispo de Santiago para adoptar el nombre de «Orden de Santiago de la Espada». En 1175, el papa Alejandro III reconoció la nueva orden, sometida a una regla derivada de la de los Templarios.

En 1147, Alfonso VII de Castilla y León donó a los Templarios la recién conquistada fortaleza de Calatrava, posición clave que cubría la ruta de Toledo unos cien kilómetros al sur de la ciudad, para garantizar su defensa. Pero los Templarios temieron un ataque almohade y prefirieron devolver a Sancho III de Castilla ese castillo tan expuesto y del que, por otra parte, ningún magnate laico quiso hacerse cargo.

En 1164, los calatraveños fueron aprobados por el papa y admitidos en la orden cisterciense como «hermanos». Así nació la Orden de Calatrava.

En 1195, los almohades expulsaron a los calatraveños de su fortaleza. En 1212, los monjes soldados la recuperaron, pero consideraron más prudente establecerse, en 1217, un poco más al sur, en un paraje inexpugnable llamado desde entonces Calatrava la Nueva.

Así hicieron su aparición las tres órdenes más importantes de León y Castilla, donde se implantaron también establecimientos hospitalarios y templarios. No sólo su ayuda militar fue decisiva sino que hicieron renacer una solidaridad hispánica, preludio de la cooperación efectiva de los distintos reyes. A estas órdenes les correspondió una doble función: guerrear y repoblar. Castilla colocó a sus caballeros en fortalezas y rutas estratégicas para defender la región del Tajo y, principalmente, Toledo.