
Capítulo 19
Martes, 27 de julio de 1999, 5:04 AM
Capilla de los Cinco Distritos
Ciudad de Nueva York
El traqueteo del teletipo interrumpió el mórbido ensueño de Sturbridge. Dio un respingo y estuvo a punto de provocar otra avalancha de libros y papeles. Desde la posición que ocupaba en lo alto del precario trono de libros, podía ver cómo sondeaba el aire la cinta perforada con aire experimental, como la lengua de un áspid.
Incluso allí, en el interior de su sanctum sanctorum, existían peligros y venenos implícitos. Con cuidado exagerado, descendió. A pesar de sus precauciones, una pequeña ola de papeles y sobres rompió tras su estela. Por un momento, pareció una figura clásica emergiendo del mar y sacudiéndose de encima un manto de espuma. Antes de que la cascada de papeles hubiera remitido, golpeó a Sturbridge la premonición más que vaga de que las noticias no eran buenas. Como era su hábito desde hacía mucho tiempo, se preparó para lo peor.
Es Washington, pensó. Washington ha caído.
No era la propia ciudad la causa de sus temores. Sabía que ya estaba perdida, condenada, una baja más en la masacre que en ese preciso momento estaba haciendo estragos en toda la costa este. El Sabbat estaba rompiendo sobre los mamparos, tan inevitable como la marea. Tenía muy poco sentido negar la evidencia de que la capital estaba, incluso ahora, firmemente en sus manos.
No era un pensamiento tranquilizador.
El tamborileo de la cinta perforada enmudeció repentinamente.
Los instrumentos que decidimos
El día de su muerte fue un triste, frío día.
Sturbridge colocó una mano sobre el cristal ahumado del fanal para detenerlo mientras arrancaba la cinta de pergamino. Una tenue iluminación apareció justo al otro lado de la superficie del arco de cristal. Daba vueltas lentamente como un frente de tormentas, preñada con la promesa del rayo. Una mancha de luz y color teñía el cristal, extendiéndose desde el punto en que su mano había entrado en contacto con la opaca superficie.
Sturbridge resistió la tentación de sumergirse más profundamente en el juego de imágenes que se formaban y disolvían dentro del fanal. Aquel escudriñar el cristal, aquel ver de forma sombría a través de una superficie opaca era una magia humilde, casi reflexiva.
El arte era su derecho de nacimiento, un legado que había recibido a través de generaciones de decidoras de fortuna, mujeres sabias, brujas, oráculos, adivinadora, sacerdotisas y médiums. Sturbridge era el producto final de varios centenares, quizá miles, de años de experimentación ocultista, búsqueda espiritual y ferviente plegaria.
El cristal respondió ansiosamente a su familiar contacto.
Sería muy fácil para ella perderse en la danza de luz y forma que la llamaba con señas desde el interior de éste. Pero sería una indulgencia. Y en aquel preciso momento no podía permitirse indulgencia alguna.
En vez de ello, le dio la espalda al arcano dispositivo y volvió su atención al ominoso pedazo de cinta agujereada. Leyó con creciente agitación.
Inicio
Baltimore coma 27 julio 99
punto
A Sturbridge coma Regencia coma C5D punto De Dorfman coma Pontifex coma WDC punto Saludos etc punto coma Perturbadoras nuevas del concilio Camarilla punto Xaviar coma justicar Gangrel coma enfurecido punto Amenaza sacar clan de Camarilla punto Sturbridge coma Regencia coma C5D debe dirigirse Baltimore inmediatamente punto Investigue coma control daños punto Informe en ruta punto
Mantenga cabeza baja coma
Dorfman
fin
Maldición. ¿Sacar a todos los Gangrel de la Camarilla? ¿Podía hacer eso? Debía de haber algún error. Quizá el mensaje pretendía decir que amenazaba con retirar a los Gangrel de las reuniones del concilio de defensa de Baltimore. Seguramente era eso. Indudablemente, Xaviar era uno de los más prominentes caudillos Gangrel. Pero los miembros de su clan se jactaban de su independencia casi rabiosa. Sturbridge dudaba que ni siquiera el muy respetado justicar pudiera presumir de hablar con autoridad por todo su clan.
Se encontró preguntándose qué ofensa podía haber sido tan grave como para que el justicar abandonara, no sólo el concilio de Baltimore, sino quizá la Camarilla por completo. Sencillamente no tenía sentido.
Los pensamientos de Sturbridge volvían una vez tras otra a María Chin, su predecesora en el concilio. Chin estaba muerta. Asesinada, se corrigió. Sturbridge había revisado el escenario una y otra vez en su mente y se había dado cuenta de lo fácil que hubiera sido que fuera ella y no Chin el objetivo de ese estrangulador. Trató de pensar en quién podía tener alguna razón para quererla muerta. Realizó un cálculo rápido mental y suspiró. Como ocurría demasiado a menudo entre sus hermanos Tremere, lo más fácil era preguntarse quién no tendría una razón para quererla muerta.
Sturbridge sería la primera en admitir que era una regente ambiciosa. Uno no alcanzaba una posición tan elevada sin ensangrentar unas pocas narices. Y, ciertamente, uno no permanecía demasiado tiempo en una posición tan controvertida sin atraer la atención no deseada de algunos rivales igualmente ambiciosos.
Y no sólo frente a sus iguales debía precaverse un regente. En el corazón de hasta el más modesto de los novicios latía un destello de codicia, y tras el frío exterior de incluso el más reservado de los superiores se escondía una peligrosa llama de celos.
La muerte de Chin bien pudiera haber tenido motivos políticos. Sturbridge conocía muy pocos de los detalles referentes al fallecimiento de su antigua regente. Los informes oficiales lo habían llamado asesinato, lo que implicaba claramente una componente política. Pero esa no era razón para suponer que se trataba de la política del clan.
Chin se encontraba entre los miembros fundadores del improvisado concilio de la Camarilla que se había reunido en Baltimore. En algunos aspectos, llamar "concilio" a aquellas reuniones era una suerte de eufemismo. Era más bien como un remanso natural del torrente de refugiados que huían de la devastación del Sureste, conforme Atlanta, Charlestón, Raleigh, Richmond, Washington y quién sabía qué otros baluartes tradicionales de la Camarilla caían en rápida sucesión frente al salvajismo del Sabbat. Sturbridge no podía imaginarse con qué clase de extrañas alianzas podía haberse indispuesto Chin en medio de la pleamar de los refugiados.
Y todas estas especulaciones ignoraban acaso al más evidente de los sospechosos: la babeante horda del Sabbat que había rodeado, aislado y asediado la capilla de Chin en Washington D.C. Ciertamente, el Sabbat no hubiera tenido el menor reparo en eliminar físicamente a uno de los principales actores del escenario de Washington. El que el plan hubiera tenido éxito no auguraba nada bueno para la capilla de Washington... el último reducto de resistencia de la Camarilla en la capital de la nación. La situación no era nada ambigua ni tranquilizadora. Sturbridge no podía sino advertir que todos los Tremere que se habían atrevido últimamente a levantar la cabeza por encima de la línea de las trincheras la habían perdido de forma sumaria.
Y ahora esta convocatoria. Ya tenía cosas más que suficientes de que preocuparse en aquel mismo momento sin que la arrastraran a Baltimore. ¿Es que no sabían que se estaba librando una guerra allí mismo, en las calles de Nueva York? Desde Baltimore no podría coordinar la defensa de su propia capilla... y mucho menos la de la ciudad o de la región. Los informes más recientes sugerían la llegada de un contingente del Sabbat desde el interior del estado. Y ella no podía prescindir ni de las fuerzas necesarias para enfrentarse a esta pequeña incursión.
Maldición. No podía haber llegado en peor momento. Pero parecía que todo había sido decidido de antemano por los eslabones superiores de la cadena de mando. No tenía más opción que preparar las defensas lo mejor que fuera posible y volar a Baltimore para evaluar la situación.
Las misiones de perfil elevado como aquella siempre escondían buenas oportunidades. El truco, naturalmente, consistía en evitar un fallecimiento de no menos alto perfil.
Los maldijo.
—Que mantenga la cabeza baja —bufó con indignación.
Tras posar las dos manos sobre el fanal, realizó unos pocos, lánguidos y prescritos pases y empezó a dictar:
Inicio
Nueva York coma 27 de julio 99 punto
Para Dorfman coma Pontifex coma WDC punto De Sturbridge coma Regencia coma C5D punto Dorfman coma malos augurios sí punto Me sentiré honrada acudir punto Impaciente por verle etc punto coma
Sturbridge
fin