53
Kala llevaba toda la tarde en casa del informático, esperando la ansiada llamada de Antón a Elizabeth para saber qué le habían hecho a Juan.
—No podemos hacer nada por él —insistía Paul—. Y nosotros deberíamos ir pensando en dónde escondernos. Aquí nos encontrarán enseguida.
—Eso no me preocupa ahora mismo. Podemos ir todos a la casa que tengo alquilada bajo un nombre falso. Lo que sí me preocupa es Juan. Le torturarán hasta sacarle toda la información y luego lo matarán.
—No sé cómo se le ocurrió acercarse a la mansión. Debería haber localizado su móvil. Quizás hubiera podido impedir que entrara —se arrepintió Paul.
—Tenemos que avisar a la Policía.
Vieron en vivo como Elizabeth mantenía una conversación telefónica. Poco después apareció en la nube la grabación. Ambos la escucharon aguantando la respiración.
—¿Y qué has averiguado? —preguntó Elizabeth a su interlocutor tras escucharle saludar.
—La fuente del periodista es Ignacio López-López, el hermano de Juan Miguel López-López.
—¡Es la voz de Antón! —aseguró Kala—. Han averiguado muy rápido lo que querían, ¿no?
—Parece que Juan ha hablado —dijo Paul.
—¿Ignacio López? —preguntó Elizabeth extrañada—. ¿Qué motivaciones podría tener Ignacio López para descubrir nuestros secretos? —Kala y Paul se observaron con miradas interrogativas. Elizabeth pareció pensarlo un segundo antes de añadir—. Ignacio puede apoderarse del periódico si su hermano acaba en la cárcel. Y al mismo tiempo, ayuda al periodista en la investigación para dar la exclusiva y disparar las ventas del diario en cuanto lo tenga en su poder… una buena jugada.
—Sí, tiene lógica —confirmó Antón—. Es lo que asegura el periodista también: que Ignacio quiere apoderarse del periódico de su hermano.
—Juan les ha dicho que su fuente es Ignacio López —dijo Kala.
—Y en parte tiene razón —contestó Paul.
—Tenemos que deshacernos de Ignacio ya —prosiguió Elizabeth.
—Seguro que tiene escolta —señaló Antón.
—Aunque tenga escolta hay que hacerlo. Coge a tu mejor hombre y elimina a Ignacio López lo antes posible —ordenó Elizabeth—. ¿Podrás hacerlo, Antón?
—Claro. Descuide —contestó Antón.
—Creo que ya tenemos material suficiente para acudir a la Policía y que un juez abra una investigación policial y ordene un registro de la mansión y de la casa de Elizabeth —opinó Paul tras parar la grabación—. Hablaré con Marcos. Le consultaré si es buena idea denunciar ahora.
—Está bien, pero primero debemos pensar en cómo liberar a Juan.
—A estas alturas seguro que ya le habrán matado —dijo Paul con tristeza—, y si no lo han hecho todavía, no lo harán en las próximas horas. Lo más importante, y lo único útil que podemos hacer ahora, es avisar a Ignacio López. Si Juan aún está con vida, le mantendrán cautivo por si tienen que volver a interrogarle. Espero que así sea —dijo Paul pensando en su amigo.
—Entonces avisemos a Ignacio de que van a intentar matarle.
Llamaron a la oficina del empresario y, tras muchos impedimentos por parte de la secretaria, Paul logró hablar con él y advertirle del peligro. Después llamaron a Marcos para preguntarle si tenían que denunciar o era mejor esperar a reunir más pruebas. Este no se encontraba en la ciudad; volvería por la noche. Les aconsejó que le esperaran y que le mostraran a él las pruebas antes que a nadie.