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Paul lo tenía todo. Acababa de escuchar la conversación, y conocía también los números de teléfono que Hugo había marcado.
Escuchó a este cuando arrancó el motor de su deportivo. Cruzó la calle con la caja de herramientas plantándose en la puerta de la mansión de enfrente, fingiendo llamar al timbre. El Ferrari negro pasó por su lado rugiendo y se alejó. Volvió a cruzar la calle justo para intervenir la llamada que el empleado doméstico estaba realizando desde el teléfono fijo de la casa para solicitar que un técnico pasara a arreglar la conexión a Internet.
Paul contestó la llamada haciéndose pasar por un operador de la compañía y le aseguró que un técnico pasaría lo antes posible. Casi una hora después Paul se presentó en la puerta haciéndose pasar por el supuesto técnico y tuvo acceso al despacho de Hugo. Abrió varias cajas de registro y comenzó a simular todo tipo de pruebas con diversos aparatos. El empleado no se despagaba de él. Le pidió un vaso de agua con la esperanza de alejarlo un instante pero, en vez de ir a la cocina a traérselo él mismo, llamó a otra de las empleadas para que se lo trajera.
Visto que eso no funcionó, le dijo que necesitaba hacer una prueba con un ordenador de la casa para comprobar si era un problema del equipo o de la conexión. El empleado se sentó frente al equipo de Hugo. El navegador estaba abierto.
—Actualiza la página o pon cualquier dirección web, la de un buscador por ejemplo, a ver si funciona —le dijo al empleado.
Este dudó un instante, pero después actualizó la página. La dirección era la de la página web del periódico que había publicado el artículo acerca de Coliseum.
—No funciona —informó.
—Espera, miraré si el cable de red está bien conectado al equipo —dijo Paul comprobando los cables de la parte de atrás de la pequeña torre, momento que aprovechó para introducir un pequeño lápiz de memoria—. Aquí todas las conexiones parecen estar bien. Déjame solo un segundo para comprobar que no le pasa nada al equipo…
El hombre se apartó y le dejó su sitio. Paul abrió varias pantallas combinando algunas teclas para esconder la ventana que se abrió al reconocerse el dispositivo USB. En un periquete instaló un software de seguimiento: ya tenía acceso total a aquel equipo. Sacó disimuladamente la memoria USB y le indicó al hombre que debía salir para revisar también las conexiones exteriores. Una vez fuera, unió de nuevo el cable de red y la conexión se restableció. Al volver al estudio a por las herramientas, colocó un bolígrafo en una estantería que había frente al escritorio, apuntando a este. El bolígrafo tenía una diminuta cámara espía en la punta.
Se despidió del empleado y salió de la casa. Nada más salir de la propiedad de Hugo, llamó a Kala triunfante para ponerla al corriente. Quedaron en verse dos horas más tarde.