¡ÁNIMO!
(2da. versión)
¡Eco del cielo, corazón sagrado! ¿Por qué
entre los vivos has enmudecido?
¿Duermes acaso, libre llama, prohibida
a todos los impíos, relegada
a la noche subterránea?
¿No vela como antes la luz del Éter?
¿No sigue en flor la Tierra, vieja madre?
Y el Espíritu y el Amor sonriente
lejos y cerca, no ¿ejercen su influencia?
¿Sólo tú abdicas? Sin embargo
los celestiales te nombran,
y el callado y hondo soplo de la naturaleza
pasa sobre ti como sobre un campo despojado,
iluminando y animando todo.
¡Esperanza! Muy pronto los bosques
no serán los únicos en cantar la vida;
tiempos vendrán en que el alma más bella
cantará de nuevo en labios humanos.
Más amorosa entonces, aliada a los mortales,
lo elemental adquirirá forma, y la tierra,
enriquecida con la gratitud de sus hijos,
desplegará los tesoros de su seno infinito.
Nuestros días serán como las flores
que el sol celestial expandió para su alegría
y en las que le place ver el juego
de su gozosa luz en sus alegres colores.
Y el Espíritu, que reina mudo e ignorado,
mientras prepara el porvenir,
un glorioso día retomará la voz humana
para manifestarse a los años futuros.