EL AMOR
Olvidad a los amigos, insultad a vuestros allegados,
injuriad a vuestros poetas —¡tal es vuestra gratitud!—
y que Dios os lo perdone. Pero respetad
el alma de aquellos que se aman.
Decidme si aún es posible vivir humana vida,
cuando toda frente se inclina bajo el yugo
de una inquietud servil. Así, pues, desde hace mucho,
el dios pasa indiferente sobre nuestras cabezas.
Mas por frío que sea el año y falto de cantos,
en el tiempo señalado las briznas de hierba germinan
en la tierra blanca todavía nevada,
y a menudo se oye el canto de un ave solitaria.
Cuando poco a poco el bosque sale de su letargo,
cuando el río se mece y la brisa ya suave
sopla del Sur, entonces
a la hora elegida y en la que confiamos,
mensajera de la estación más hermosa,
del suelo duro y bravo surge solitario y completo,
más insigne y dulce que ninguno,
el amor, hijo de Dios, solamente de Dios.
¡Bendita seas, celestial planta
que hacen crecer mis cantos, tú, a la que nutre
con su potente savia el néctar del Éter
y madura la luz creadora!
¡Crece, sé bosque, mundo con más alma y desplegado
en su plenitud! Lenguaje de los que se aman,
sé el de todo las tierras!
¡Que su alma sea el grito de un pueblo entero!