PALINODIA
¿Por qué me envuelves, tierra, con tu suave verdor?
¿Por qué, leves brisas, me acariciáis como antes?
Por todas las cimas pasa un murmullo…
¿Por qué, fuerzas propicias, despertáis mi alma
y reanimáis mi pasado? ¡Tened piedad!
Dejad que descansen las cenizas de mis alegrías.
Os burláis… ¡Seguid pues vuestro camino
dioses libres de todo destino! Floreced
siempre jóvenes sobre mí, que envejezco.
Y si os interesa frecuentar a los mortales,
sabed que hay bastantes vírgenes en flor,
bastantes héroes juveniles. El fulgor matinal
tiene más gracia en la mejilla de los dichosos,
y más os gustarán los cantos
de aquellos que viven sin preocupaciones.
¡Ah! También la fuente de mis cantos brotaba
con soltura de mi corazón, cuando el gozo,
hijo del cielo, aún brillaba en mis ojos…
¡Perdón, perdón, bondadosos dioses,
dioses perseverantes! Acudid en mi ayuda,
pues yo amé las fuentes puras…