LOS ROBLES
Al salir de los jardines, me acerco a vosotros, ¡hijos de las montañas!
Lejos de los jardines, donde la Naturaleza vive doméstica y paciente,
nutricia y a su turno cuidada, compañera de los activos hombres.
Pero vosotros —¡egregios!— os alzáis como un pueblo de Titanes
en medio de un mundo cada vez más dócil, y sólo a vosotros mismos obedecéis,
y al cielo, que os ha nutrido y educado, y a la tierra materna.
Ninguno de vosotros fue jamás a la escuela domeñadora de hombres,
Y libres y contentos, surgís de vuestras fuertes raíces, en múltiple tropel.
Y como brazos potentes aferráis el espacio, como a su presa el águila,
levantando hacia las nubes la amplitud serena de vuestras altas testas asoleadas.
Cada uno de vosotros sois un mundo; y unidos por una libre alianza,
convivís como dioses.
Si yo pudiera tolerar la servidumbre, nunca envidiaría al bosque,
y me plegaría sin esfuerzo alguno a la vida común de los hombres.
Si este corazón mío que vive para el amor dejara de encadenarme al mundo
¡cuánto me gustaría ser un roble!