643 Como ya hemos dicho en la nota 39, pese a la confirmación y los datos contenidos en L’Aveu y otros testimonios, aspectos fundamentales de la intervención de los servicios secretos soviéticos y de los dirigentes del PCUS, no son conocidos aún. London pudo comprobar, a través de los interrogatorios sufridos y de referencias que le comunicaron otras víctimas, que la instrucción estaba dirigida por funcionarios soviéticos. Cita, por ejemplo, las revelaciones que le hizo después de su rehabilitación, en 1956, Alois Samec, antiguo voluntario de las Brigadas Internacionales, que había colaborado durante un periodo con los “consejeros soviéticos”: “Llegaron a Checoslovaquia en el otoño de 1949, después del proceso Rajk. Decían que entre nosotros debía existir también una conspiración contra el Estado. Que los enemigos, con el propósito de derrocar el régimen socialista, estaban infiltrados en todos los eslabones del partido y del aparato gubernamental. Cumpliendo las instrucciones que nos daban se procedía a la detención de las personas que “podían” realizar actividades contra el Estado por sus funciones y relaciones. Las pruebas sólo se buscaban después [...] Yo recibí orden del consejero soviético Borisov, de entregarle personalmente, al fin de cada interrogatorio, una copia del acta establecida con el acusado. Le hice notar que el secretario general del partido recibía ya una copia de cada acta. Me mandó a paseo sin contemplaciones, ordenándome no discutir sus instrucciones. Tuve contacto también con otros consejeros soviéticos, en particular Lijatchev y Smirnov. Coleccionaban informaciones comprometedoras sobre todo el mundo, en particular sobre gentes que ocupaban altas funciones, incluidos Slanski y Gottwald [...]” (p. 82-83). A veces los policías checos que llevaban directamente los interrogatorios cometían indiscreciones reveladoras de la personalidad que los dirigía. Por ejemplo: “Un hombre como Radek resistió tres meses. Después acabó por confesar todo. Tú resistes desde hace cuatro meses. ¿Crees que este juego va a durar mucho?” London dedujo, con razón, que solamente un soviético había podido comunicarle al checo un dato como los meses de “interrogatorio” aguantados por Radek (p. 153). Véanse otras referencias sobre la misma cuestión en las páginas 44, 71-72, 120-121, 159, 227, 235-236, 256, 259, 261, 263, 267, 291, 295, 322, 329, 357, 274, 377, 444. Durante la “primavera” checoslovaca la prensa de Praga reveló que el mismo Mikoyan había intervenido directamente en determinadas fases del proceso Slanski.
En el caso de Polonia la intervención soviética tomó formas particularmente descaradas. Al mismo tiempo que Gomulka, el general Spichalski y otros dirigentes comunistas polacos eran excluidos del partido (noviembre de 1949), el gobierno polaco, acatando órdenes de Moscú, nombraba ministro de defensa de Polonia al mariscal soviético Rokosovski (de origen polaco, pero formado en Rusia, hablando polaco con fuerte acento ruso), el cual se rodeó de especialistas soviéticos e inició la depuración en el ejército polaco que culminó en el proceso de generales y oficiales de agosto de 1951. En vísperas de este proceso Mólotov se presentó en Varsovia, acompañado del mariscal Zhukov, y pronunció un discurso exigiendo la intensificación de la lucha contra “los nacionalistas de derecha y los titistas de toda especie”. (Véase Fejto: Op, cit., t. I, p. 226.)<<