261 La historia del PCE ofrece uno de los ejemplos más significativos del daño que ocasionaron los métodos seguidos para construir fuera de Rusia el partido revolucionario de” tipo bolchevique, (véase capítulo 3 del presente libro).
Al fundarse la IC, la clase obrera española estaba organizada en dos grandes sectores ideológicos: socialista-marxista y anarcosindicalista. Tanto en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y en los sindicatos dirigidos por él, agrupados en la Unión General de Trabajadores (UGT), como en los sindicatos de orientación anarcosindicalista agrupados en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), existía un ala revolucionaria mayoritaria. La revolución de octubre tuvo profundo impacto en ambos sectores. La mayoría de la CNT y la mayoría del PSOE-UGT se pronunciaron por el ingreso en la nueva Internacional. Evidentemente, el ingreso de la CNT en la IC (que llegó a efectuarse pero fue anulado al poco tiempo) no tenía justificación, dadas las grandes divergencias de principio entre marxismo y anarcosindicalismo, pero ponía de relieve la posibilidad de colaboración y discusión. En lo que se refiere al PSOE, su ingreso por mayoría en la IC se hubiera realizado de no mediar el obstáculo de las “21 condiciones”. Y en todo caso existían condiciones muy favorables para la constitución en su seno de una fuerte tendencia marxista revolucionaria.
En lugar de orientarse a promover un proceso de ese género (análogo al que hizo posible la creación del partido bolchevique), se fue a la constitución inmediata del Partido Comunista español (PCE), sobre la base de la escisión en el PSOE y en la CNT. La gran mayoría de las masas revolucionarias siguió a sus organizaciones tradicionales, y el nuevo partido apareció desde el primer momento como responsable de una nueva división del ya tan dividido movimiento obrero español. División que no era resultado orgánico del movimiento mismo, de una elaboración teórica y de una lucha política ‘enraizadas en las condiciones originales del proceso revolucionario español, sino impuesta por la importación de doctrinas y métodos cultivados en otras latitudes. El PCE se quedó aislado, con la de que se consideraba en posesión de todas las claves de la revolución española. No había que buscarlas investigando la realidad nacional; venían dadas por Moscú. Se veía privado del acicate que hubiera sido la lucha ideológica y política dentro del movimiento obrero. Se convirtió en un repetidor de fórmulas hechas.
La fase sectaria de la IC iniciada en 1924 (coincidiendo con el paso del PCE a la ilegalidad, bajo la dictadura de Primo de Rivera) agravó más esos males de su artificial sección española. La lucha interna en el partido soviético tuvo también graves repercusiones en el PCE, algunos de cuyos mejores cuadros apoyaron las posiciones de Trotski.
Hacia 1930 el partido había perdido más de las nueve décimas partes de sus efectivos iniciales (unos 10.000 miembros en 1922).
En 1930 se desgaja del PCE una de sus principales organizaciones, la Federación Catalana-Balear, que poco después se fusiona con el Partit Comunista catalá para formar el Bloc Obrer i Camperol. Este se unificaría en 1935 con la Izquierda Comunista (trotskista) dirigida por Andrés Nin, dando nacimiento al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). (El detalle del proceso que lleva hasta la creación del POUM, puede verse en el artículo de Pedro Bonet, publicado en La Batalla, diciembre de 1965.) Hasta la guerra civil el PCE no logró recuperarse de esta pérdida y crear una organización propia, de importancia, en la principal zona industrial de España.<<