Capítulo 36

Rule inspiró profundamente, buscó olores en el aire y escuchó. Había ordenado a todos que se retiraran por el mismo sendero por el que habían llegado, alejándose de Jiri lo suficiente para discutir su oferta sin que ella o su demonio pudieran escuchar.

El aire era frío y estaba cargado de esencias. Sus sentidos estaban tan afinados que era casi como estar a cuatro patas. Y la magia… era ligeramente intoxicante. Su magia no se había duplicado con la entrada del segundo manto de heredero, sino que se había triplicado o más.

Su mente casi se había roto cuando Víctor había intentado obligarlo a aceptar el manto. Incluso después de que la rhej consiguiera sacarle la mayor parte de él para devolvérselo a Víctor, Rule se había visto perdido en algún lugar gris, con la mente embotada y confusa. Pero una vez los dos mantos se habían equilibrado…

Estaban equilibrados, sí, pero no dejaban de moverse. Cambiaban una y otra vez dentro de él; y permanecían iguales, pero no del todo. El manto Leidolf era algo ajeno a su cuerpo, como si de pronto se hubiera despertado con una tercera mano que le naciera desde el codo. Sin embargo, al contrario que los clanes a los que pertenecían, los dos mantos parecían ser capaces de coexistir en paz.

—Voy a aceptar las condiciones de Jiri —dijo abruptamente—, a no ser que alguien tenga una buena razón para no hacerlo.

Lily negó con la cabeza.

—No podemos ir a matar a alguien, así porque sí.

Aquello era duro para ella, por su cultura, su entrenamiento y su profesión, que la empujaban a respetar la ley en todo momento.

—Yo la creo. Creo que Córdoba es el que ha invocado a esos demonios, que trabaja con Ella para destruir a mi gente. Estoy de acuerdo en que tenemos que asegurarnos, pero si resulta ser él, no creo que te permita que lo arrestes.

—Asegurarse significa reunir pruebas y presentar el caso ante un tribunal.

—¿Y Toby? —Rule le dio a Lily la oportunidad de responder. Ella no lo hizo—. Iré a donde Jiri me envíe, pero miraré antes de saltar.

—O morderemos o dispararemos. —Cullen se estaba haciendo el gallito, como siempre—. Yo me apunto, pero Cynna se queda aquí.

Lily arqueó las cejas sorprendida.

—¿Es que de pronto te has transformado en un cerdo machista?

Cullen no respondió. Observaba a Cynna con ojos inexpresivos.

—Olvídalo —dijo Cynna—. Me necesitáis y no estoy… Tienes que quitarte esa idea de la cabeza.

—¿Qué idea? —quiso saber Lily.

—¡Ay, Dios! —Cynna encogió los hombros impaciente—. Ya se lo ha dicho a Rule, así que supongo que tú también puedes saberlo. Cullen ha decidido que a pesar de los avances farmacéuticos modernos, me ha dejado embarazada.

Lily abrió la boca por la sorpresa. Luego la cerró y la abrió de nuevo para hablar, pero Cynna se le adelantó.

—No sé si es lo que le dice a todas las mujeres con las que se acuesta o es que he aparecido en el momento álgido de su ciclo de locura, pero…

—Cynna —la interrumpió Lily abruptamente, pero después suavizó su voz—. Ellos lo saben. Los lupi saben cuándo una mujer con la que han estado ha concebido.

—Quizá lo sepan en ocasiones. Esta vez está equivocado.

¿Cynna había sido tan testaruda cuando habían sido amantes hace trece años? Rule tuvo que admitir que sí, testaruda hasta el último átomo de su ser. Y a veces, igual de equivocada en su conclusiones.

—No podemos detenernos a discutir esto ahora. Si Cynna quiere ir…

Cullen se enfrentó a él.

—¡Maldita sea, Rule!

—Es decisión suya —añadió Rule suavemente—. Sabes que tiene que ser decisión suya.

Cullen parecía estar a punto de quemar algo o a alguien. Pero conocía la ley del clan, necesaria porque la tentación era demasiado fuerte. Los Nokolai habían sido los primeros en criminalizar cualquier comportamiento que comprometiera las libertades de una mujer embarazada de un lupus, pero todos los demás clanes habían aceptado también esa ley. Estaba bien intentar persuadir a la mujer, pero su vida y sus elecciones tenían que permanecer en sus manos.

Cullen les dio la espalda, dio unos pasos para alejarse y volvió. No dijo nada, pero Rule vio que había conseguido controlarse de nuevo.

Cynna frunció el ceño.

—Si todo eso significa que soy yo la que elige, maldita sea, elegiré. Yo también voy.

—¿Puedes obligar a Jiri a que cumpla el trato vinculando su palabra a él?

Cynna asintió seria. —¿Lily?

Tardó más de lo que le hubiera gustado, pero al final asintió.

—Me reservo el derecho de arrestar a Córdoba, si es posible.

—Entones le daremos nuestra respuesta.

Jiri esperaba en el puente, tensa e inmóvil. Era una mujer orgullosa, pensó Rule. Demasiado orgullosa para pedir ayuda, demasiado para ceder el control a otras personas; y ese orgullo le había costado dos hombres a Rule. Pero si Córdoba tenía a su hija como rehén, Jiri estaba desesperada. Rule creyó que, por lo menos, había sido sincera en algunos aspectos: había olido el miedo al hablar de cómo su hija estaba en manos de Córdoba; un hedor acre mezclado con el olor de la propia Jiri. Era extraño. Jiri no olía como un demonio, pero tampoco podía identificarla como completamente humana.

—Habéis tomado una decisión —dijo Jiri.

Rule salió de entre las sombras de los árboles.

—Iremos a por Córdoba y te devolveremos a tu hija, si es que está allí como has dicho. Y si de verdad es tu hija.

La tensión flotó en el ambiente.

—Esta noche. Debe ser esta noche.

Rule negó con la cabeza.

—Necesitamos tiempo para trazar un plan. Y —añadió con amargura—, has matado o herido a todos mis guerreros entrenados que viven en esta costa. Como los vuelos comerciales se interrumpen continuamente, necesitaré unos días para reunir una fuerza de ataque.

—Tiene que ser esta noche —repitió Jiri—. Tommy me ha dado un ultimátum. O me uno a él y a esa diosa zorra antes de mañana a medianoche o ella… —Se interrumpió alterada—. Lo poco de humanidad que le queda tiene mucho que ver con el psicópata Henry Lee Lucas o el asesino torturador de Kansas. Si no rescatáis a mi hija esta noche, iré allí ahora mismo y me uniré a él para liberarla. Y a Tommy le importará una mierda si tu hijo despierta o no algún día.

Rule se quedó inmóvil. Se vio obligado a hacerlo. La furia que había despertado aquella mención a Toby lo había acercado demasiado a una línea que no podía cruzar. Tras unos segundos se vio capaz de hablar con voz neutra.

—Córdoba esperará que actúes esta noche. Estará en guardia y doblemente protegido.

Jiri se encogió de hombros.

—No podemos evitarlo. Si tu hechicero hubiera sido un poco menos listo, no tendría que haber esperado hasta el último minuto.

—O matar a dos hombres, herir a otros tantos y hechizar a mi hijo. —La ira aumentaba poco a poco en su interior y la fuerza con la que había nacido preocupaba a Rule profundamente. No era el momento de perder el control—. Está bien. Acepto tus condiciones si te vinculas a mí ahora mismo. Jurarás que liberarás a Toby de su hechizo tenga éxito o no.

Los labios de Jiri formaron una sonrisa extraña que no tocó sus ojos.

—Cynna os ha estado contando todos mis secretos, ¿eh? Está bien, acepto.

—Te has vuelto loco —dijo Lily en tono neutro—. No pretenderás en serio que…

—Lo pretendo. Tengo que hacerlo. —Estaban de nuevo en el monovolumen y Rule lo había puesto en marcha para que funcionara la calefacción. Él no tenía frío, pero sabía que Lily estaba helada.

Después de que Cynna hubiera formalizado el vínculo, Jiri les había dado un CD con mapas y planos de arquitecto de la casa de Córdoba en el extremo septentrional de la costa de Carolina del Norte. Ella se reuniría allí con ellos, pero no tenía intención de viajar con ellos ni de darles un teléfono móvil en el que localizarla. Les dijo que ella llamaría a Lily a medianoche para saber cómo tenían planeado irrumpir en una casa perfectamente protegida por demonios.

Cuando habían llegado al monovolumen, Rule había informado a los demás de cuáles eran sus intenciones; aunque sabía que a Lily no iba a estar de acuerdo en absoluto.

—¿Eso es posible siquiera? —preguntó Cynna, claramente dubitativa respecto al plan.

Cullen respondió por Rule.

—¿Posible? Sí. ¿Probable? —Negó con la cabeza—. Rule, no tengo ganas de discutir, pero…

—Entonces no discutas. —Inspiró profundamente, retuvo el aire durante unos segundos y luego lo soltó. Le costaba controlar su genio—. Según Jiri, Córdoba cuenta con cuatro demonios de ojos rojos y otros más pequeños, y con cuatro azá. Necesitamos más guerreros.

—La idea —intervino Lily conteniendo su impaciencia—, es contar con gente que quiera matar al otro tipo, no a ti. Tiene que haber más Nokolai en esta zona del país.

—No están entrenados. Un lupus sin entrenar puede luchar contra un puñado de humanos, pero no sirve de nada contra demonios.

—Entonces iremos solos. El fuego mágico de Cullen…

—Lo siento —dijo Cullen—. Por más que esté de acuerdo contigo, no tengo suministro ilimitado. Y es difícil controlarlo en una batalla cuerpo a cuerpo. Quizá queme a los buenos al igual que a los malos.

Lily tenía en el estómago una cicatriz como testimonio de un fuego que Cullen no había podido controlar. No dijo nada hasta que Rule salió del aparcamiento.

—Odio esto. De verdad que lo odio.

Rule también lo odiaba. Iba a necesitar hasta el último gramo de fuerza de los dos mantos de heredero.

Solo les quedaba un sitio al que acudir en busca de ayuda: el Hogar del Clan Leidolf.

El Mundo de los Lupi 03 - Líneas de sangre
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