Capítulo 10
Una expresión de horror quedó congelada en el rostro de Rule. Lily corrió al lado de Cynna, que yacía desmadejada en el suelo. El ácido del agua bendita devoraba la pierna y la ingle de Rule, un chirrido de dolor que le gritaba «enemigo» y «escóndete, corre, lucha»…
—Estoy bien —murmuró Cynna. Se levantó con la ayuda de Lily. Movió la cabeza con cuidado para comprobar que todavía la llevaba sobre los hombros—. Pero, ¡Jesús!, tienes un buen gancho.
Un puñetazo. Rule había golpeado a Cynna. Había pegado a una mujer.
—Menos mal que ha sido con la mano abierta —continuó Cynna—, porque si no… ¿Rule?
Rule se tambaleó. El dolor en su cadera le hacía perder el equilibrio o quizá fuera la culpa que lo asaltaba como un ataque de vértigo. Rule no podía mirar a la mujer que había golpeado ni a la mujer que amaba. Rápidamente huyó de la habitación.
Sus oídos no estaban interesados en escuchar aquello a lo que no se podía enfrentar, o no quería. Pero seguía oyendo. Oyó a las dos mujeres que seguían hablando mientras él avanzaba a ciegas por el vestíbulo: Lily preguntaba a Cynna dónde le dolía y Cynna respondía:
—Ve tras él. Me duele, pero no hay nada roto. No estoy tan segura sobre él.
Roto. Cynna tenía razón. Algo se había roto dentro de Rule y no podía hacer que todo volviera a ser como antes.
Lily se le acercó por detrás. Sin decir una palabra rodeó a Rule con los brazos. El se puso tenso. No se merecía el consuelo. Lily ignoró el rechazo implícito de aquel gesto y apoyó la cabeza en la espalda desnuda de Rule. Y después, no hizo nada.
El olor de Lily dulcificó el dolor de Rule; el latido de su corazón y el suave sonido de su respiración era lo único que oía. Lily no le hizo preguntas ni le acusó de nada. Simplemente se quedó allí y dejó que su cuerpo expresara lo que él no habría querido escuchar si ella lo hubiera dicho con palabras.
El cuerpo de Rule escuchó.
—Era orgullo —dijo a pesar de que no tuviera planeado hablar—. Orgullo. No quería admitir que apenas tengo el control. Ahora el lobo está siempre demasiado cerca, siempre listo para el cambio la mayor parte del tiempo. No debería haber dejado que Cynna se acercara a mí. Un animal herido es peligroso.
—Has intentado evitarlo. Pero te hemos presionado.
—Porque no te he contado cuál era el verdadero problema.
Lily asintió y su cabello de seda acarició la espalda de Rule.
—Tenías que haber hablado conmigo, sí. Pero ahora ya lo has hecho.
Algo hizo clic su interior y Rule se tranquilizó. No sabía si debía llamarlo aceptación o desesperación.
—¿No tienes preguntas?
—Montones —aseguró Lily—. Piensa en esto como en la calma que precede a la tormenta. El agua bendita te ha dolido más de lo que Cynna creía que iba a dolerte.
—Sí —dijo Rule con amargura. Aunque la primera puñalada de dolor había desaparecido hasta convertirse en un dolor punzante, estaba claro que la herida le dolía más que antes de que Cynna hubiera vertido el agua bendita sobre ella—. Si somos optimistas, eso puede significar que el agua bendita ha servido para algo.
—A la mierda con el optimismo. Quiero estar segura. —Su mano se deslizó por el costado de Rule.
Rule se tensó. Pero cuando los dedos de Lily se deslizaron por la herida, Rule solo sintió dolor, simple dolor físico. Nada del instinto que ahogaba la razón y lo empujaba a protegerse.
Rule sabía que en aquella ocasión el instinto y la razón tenían que estar de acuerdo, porque tanto el lobo como el hombre estaban unidos a aquella mujer.
—Está cicatrizando —dijo Lily.
Rule se habría sentido más aliviado si ella hubiera sonado más contenta. Rule miró el rostro de Lily.
—¿Pero…?
—El contagio no ha desaparecido. El agua bendita lo ha reducido. Diluido —se corrigió Lily, ya que las palabras precisas podían hacer disminuir el peligro—. No se ha extendido mucho, pero todavía hay un núcleo duro y… mira. Mírate la pierna, Rule.
El obedeció. Sus cejas se arquearon.
—¿Se está formando una cicatriz?
—Eso parece.
La mayor parte de la herida había cicatrizado ya, aunque la zona donde la garra había penetrado más profundamente sangraba todavía. El rasguño superficial de su muslo ya se había cerrado por completo… dejando una delgada línea roja en la piel.
—Interesante. Nunca había tenido una cicatriz.
—Añádele eso al machismo.
Lily estaba intentando quitarle hierro al asunto. Rule la ayudó.
—Será bueno para mi imagen. ¿Qué crees? ¿Debería aceptar la oferta de la Cosmopolitan?
—¿Qué oferta?
—Creo que tiene que ver con posar con una piel de oso. ¿O soy yo el que tiene que enseñar la piel desnuda y olvidarme del oso?
Lily suspiró.
—Hablando de eso, quizá deberías ponerte los pantalones.
Rule miró hacia la cocina. Todo rastro de humor desapareció ahogado por la necesidad y la culpa.
—Primero tengo que hacer una cosa.
—¿Y tienes que hacerla desnudo?
—De hecho, sí. —Se alejó delicadamente de Lily y echó a andar hacia la cocina.
Cynna estaba sentada a la mesa. Con una mano sujetaba un paquete de guisantes congelados contra la mandíbula y con la otra tomaba notas en su cuaderno. Levantó la cabeza.
—¿Qué tal va? ¿Ha desaparecido?
—No del todo. Pero se ha reducido. Supongo que con dosis repetidas podría llegar a desaparecer del todo.
—Tengo más. Podríamos…
—No, no podemos. Será otra persona la que me administre más dosis. —Rule se arrodilló ante Cynna, agachó la cabeza y cerró los ojos.
—¿Qué haces…? Levántate, Rule. ¿Rule? —Cynna se dio cuenta de que Rule estaba disgustado. Su tono de voz cambió al girar la cabeza—. ¿Qué hace?
—Parece que se está sometiendo a ti —respondió Lily.
—Mmmm, viciosillo. Pero no es necesario. Rule, levántate.
Rule habló en voz baja.
—Mi arrepentimiento no es suficiente. Mis disculpas no son suficientes. Me someto a tu castigo, a la compensación o la penitencia que me impongas.
—Estás perdonado, ¿vale? —Cynna sonaba como si estuviera asustada—. No hace falta que te castigue, ni que me compenses ni que hagas penitencia.
—Cynna. —Lily intervino—. Estoy de acuerdo en que no hace falta ningún castigo. Rule ya está siendo suficientemente duro consigo mismo. Pero tú eres católica, sabes que la penitencia puede ser una necesidad. Y es la necesidad de Rule, no la tuya.
—Ah. —Cynna inspiró profundamente—. Desde mi punto de vista, todos hemos metido la pata, no solo tú; pero estoy segura de que no estás en condiciones para ser razonable. Sin embargo, no sé qué hacer. No creo que ordenarte que digas un padrenuestro o dos te vaya a servir de ayuda.
Rule se había dejado llevar por el instinto. Otra vez. Si lo hubiera pensado un solo segundo antes de arrodillarse, Rule se habría tomado el tiempo necesario para explicar a Cynna lo que tenía que hacer. Una vez comenzado el ritual no podía hablar con ella. Aquello era injusto para Cynna, que estaba comprensiblemente confusa.
—Lily —dijo Rule—. No puedo dirigirme a Cynna, pero tú eres del clan. Puedes hablar con ella si lo deseas.
La voz de Lily sonó fría y consciente de su importancia.
—¿Está permitido que yo te haga preguntas?
—Sí. —Aunque Rule tendría que tener cuidado de que sus respuestas no sugirieran una decisión en particular.
—Si el rho estuviera aquí, ¿qué haría?
—Le pediría a Cynna que eligiera entre penitencia, compensación o castigo.
—¿Y si Cynna eligiera penitencia?
—El rho le preguntaría si ella desea determinar qué clase de penitencia debe serme asignada.
—¿Y si no quisiera elegir?
—Si la rhej no estuviera presente, el rho la mandaría llamar. —Y entonces Rule se dio cuenta de por qué se había visto forzado a comenzar el ritual de contrición de forma inmediata. Como las rhejes, Cynna había sido elegida por la Dama. Por primera vez Rule sintió una indefinible sensación de reconocimiento.
Lily todavía tenía más preguntas.
—¿Qué haría la rhej?
—Me asignaría una penitencia.
Cynna rió sarcástica.
—Ah, genial, porque la rhej está en California. Ya sé lo que podemos hacer, dejaremos todo esto de la penitencia hasta que ella pueda hacerse cargo.
Buen intento, pero no colaría. Una vez comenzada la ceremonia de contrición tenía que llevarse a término fuera como fuera.
—Rule no se va a mover —observó Lily—. Creo que vamos a tener que decidirnos por algo. ¿Quieres hacerle más preguntas?
—No lo sé. No se me ocurre nada. —Cynna suspiró—. Tengo la misma sensación que cuando en el colegio me sacaban a la pizarra cuando no había hecho los deberes.
Durante varios segundos nadie dijo nada. Finalmente, Cynna rompió el silencio y su voz sonó muy cerca de Rule. Se había inclinado para acercarse a él.
—Al parecer quieres el perdón, pero en realidad necesitas perdonarte a ti mismo, no que yo te perdone. Así que no es de mí de quien necesitas escuchar esa palabra. —La voz de Cynna cambió sutilmente—. Muy bien.
Cynna apoyó una mano cálida y seca en la nuca de Rule.
—Cada día a lo largo de todo el mes siguiente te convertirás en lobo durante diez minutos. Mientras seas un lobo te tumbarás, te estarás quieto y meditarás sobre el hombre que también reside en ti. Al final de esos diez minutos volverás a cambiar.
Rule tragó. Había creído… No estaba muy seguro de lo que había esperado oír. Quizá alguna versión moderna del cilicio o algo así. Pero la penitencia de Cynna le había alcanzado en lo más hondo y había desatado el miedo que ya tenía a flor de piel. Tener que cambiar todos los días permitiría al lobo acercarse aún más a la superficie. Si no podía recuperar el control…
El había pedido una penitencia y ya la había conseguido. El había insistido.
—Acepto la penitencia.
La mano de Cynna abandonó la nuca de Rule.
—¿Ya está? —La voz de Cynna volvió a sonar normal—. Tengo que ponerme en marcha.
—Ya está. —Rule se incorporó—. ¿Por qué has elegido diez minutos?
Cynna se encogió de hombros.
—Parecía lo justo.
—Diez minutos es el tiempo mínimo que puede transcurrir entre un cambio y otro.
—Mierda, ¿entonces me he equivocado? Puedo hacer que…
—No —respondió Rule—. No. Puedo cambiar en la mitad de tiempo. —Pero la mayoría de los lupi no podrían y para ellos sería muy doloroso. Rule dedujo que aquello iba a ser su cilicio, después de todo—. Me has tocado la nuca.
Cynna asintió.
—Si te hubiera tocado en otra parte, Lily me habría matado. Y no creo que se disculpara después.
—Es parte del ritual.
Los ojos de Cynna se agrandaron por la sorpresa, pero luego se estrecharon cuando frunció el ceño.
—No veas en eso nada de lo que no hay. Tenías la cabeza agachada y he creído que era la mejor forma de actuar.
Rule sonrió. Cynna no quería creer que hubiera sido elegida por la Dama.
Lily tocó a Rule en el hombro.
—Toma. —Le devolvió los pantalones—. Me doy cuenta de que soy la única que está molesta por el hecho de que vayas desnudo por ahí. Anda, sígueme la corriente.
—Aguafiestas. —Cynna guardó su cuaderno de notas en su enorme bolso que se colgó del hombro—. Te llamaré para informarte de dónde me alojo. ¿Crees que Nutley, Virginia, es lo suficientemente grande como para que tengan un Holiday Inn?
—No lo es —respondió Rule—. Pero Harrisonburg está cerca. ¿Quién va contigo? ¿Abel?
—Nadie que tú conozcas. De hecho, nadie que yo conozca. Es uno de esos tipos de la DCM que odian la magia. No creo que yo le guste —añadió Cynna—, pero probablemente él tampoco me guste a mí, así que estamos empatados. Se supone que es un buen tirador.
Rule miró duramente a Lily.
—La Unidad tiene pocos efectivos —dijo ella. Su olor cambió: no pasó a ser el hedor penetrante del miedo, sino una mezcla más sutil que indicaba angustia—. Hay muchas cosas que tengo que contarte, pero pueden esperar hasta que Cynna se vaya. ¿Hay algo más que ella deba saber de los Leidolf o de su rho?
—Los Leidolf son… difíciles —explicó Rule mientras se ponía los pantalones. El movimiento estiró la piel de la herida, pero la cicatrización aguantó—. Son el clan más grande y el más feudal. Su rho se llama Víctor Frey: alto, rubio, aparenta unos sesenta años. Es inteligente y mezquino. Impredecible. Si hablas con él sé muy educada. Víctor es ese tipo de tirano que no soporta que nadie le haga frente.
Lily negó con la cabeza.
—«Educada» no es la primera palabra que acude a mi mente al pensar en Cynna.
—Oye, puedo ser respetuosa —replicó Cynna—. Sobre todo si el que murió anoche es el hijo de este tipo.
—Lo es. —Rule se subió la cremallera del pantalón con cuidado, ya que no se había molestado en ponerse ropa interior—. No me gustaba Randall, pero no le habría deseado una muerte como esa. Y además, crea muchos problemas. Cynna. —Rule sostuvo la mirada de la mujer—. Me sentiría mejor si esperas a que Lily y yo podamos acompañarte para hablar con Víctor. Puede ser impredecible. No sé cómo le hará actuar el dolor.
—A no ser que además de ser inteligente y mezquino esté loco de atar, no creo que se atreva a meterse con una agente federal. Quizá no quiera cooperar, pero una orden judicial pondrá remedio a eso.
—Eso espero. Toma. —Lily le lanzó un llavero a Cynna—. Ten cuidado.
Cynna atrapó las llaves con una mano, aprovechó para despedirse con un gesto y se marchó.
Rule observó cómo se marchaba y luego se volvió hacia Lily. Vio que Lily tenía sombras bajo los ojos, pero las sombras que ella tenía atrapadas en su interior le preocupaban más. El rostro de Lily estaba tranquilo, sin embargo Rule podía oler su angustia.
¿Pasaba algo? Rule ayudó a Lily de la única manera que se le ocurrió.
—Tienes preguntas.