Capítulo 4

Sobre sus cabezas, el cielo tenía el color de la mierda. Las luces de la ciudad se reflejaban en las nubes bajas, que devolvían la luz sin el calor.

Allí abajo, las cosas también habían resultado una mierda.

La oscuridad estaba salpicada de policías y la calle abarrotada de vehículos a ambos lados del escenario del crimen: coches patrulla y Fords del gobierno, como el de Lily, una ambulancia, una furgoneta de la policía científica y los coches de los periodistas del Post y de Associated Press. Por ahora, la policía local y los federales estaban siendo muy amables los unos con los otros: los uniformados mantenían a raya a la prensa y a otros curiosos mientras los técnicos del FBI se dedicaban a examinar el escenario.

Una ambulancia se había marchado ya para llevarse al hospital al hombre que había salido del cine Triple X en el momento menos oportuno. Seguro que el herido ya estaba en el quirófano.

Las luces rojas de la ambulancia que quedaba le recordaban a Lily la sangre que había manado poco a poco de la herida de Paul. .

Cynna estaba arrodillada al lado del cadáver del demonio y una mano se movía en el aire sobre el cuerpo. Desde fuera, sus hechizos no parecían ser gran cosa. Rule estaba al otro lado de la calle, hablando por el móvil. Había creído necesario llamar a su padre.

Y Lily también lo creía. A su padre, claro, y por razones diferentes. El padre de Lily iba a ir a recogerla al aeropuerto dentro de dos días, pero Lily no llegaría en ese vuelo. Incluso era probable que no volviera a casa por Navidad. Le envió un mensaje de texto con la esperanza de poder retrasar el momento de dar explicaciones.

—¿Te ha dicho Cynna que tuvo una premonición? —preguntó Croft a Lily después de que ella le hubiera puesto al día de lo ocurrido.

—Sí. —Aquel hombre era la única cara familiar en aquel mar de extraños que trabajan en el escenario del crimen. Martin Croft era un agente especial, uno de los dos que habían reclutado a Lily para la DCM. También era de color marrón, pero mucho más agradable que el del cielo; era del color de la canela, sin azúcar. Su voz tenía cierto toque a Harvard, sus zapatos estaban relucientes y su expresión no revelaba ni rastro de su don.

A pesar de todo, era uno de los mejores agentes de la Unidad. Lily se había alegrado al verlo llegar. Ella sabía cómo manejar el escenario de un crimen, pero no tenía ni idea de qué tenía que hacer con un demonio muerto.

Además, si Croft se ponía al mando, sería él el que tendría que hablar con la prensa y no ella.

—Dice que fue tan repentino que nos localizó enseguida.

—Mmmm. —Croft miró a Cynna, que seguía manipulando el aire sobre el cadáver del demonio—. Sin embargo, en los exámenes de precognición sacó casi cero.

—¿Casi cero? —Las cejas de Lily se arquearon—. Algunos de los que ni siquiera tienen dones consiguen más que eso.

—Exacto. Será mejor que tengamos una pequeña charla con nuestra Cynna.

Cynna se levantó cuando los vio acercarse. Era una mujer alta con la constitución de una amazona: anchas espaldas, piernas kilométricas y unos pechos que cualquier modelo de las páginas desplegables de una revista querría para sí. Tenía el pelo rubio y lo llevaba brutalmente corto. Lily sospechaba que el color era más químico que natural. Sus rasgos eran de lo más vulgares, una vez conseguías mirar más allá de los tatuajes azules que le cubrían casi todo el rostro y el cuerpo. Tenía la nariz torcida, la mandíbula fuerte y los ojos del color del güisqui. La boca era grande y tenía tendencia a sonreír.

Pero no aquella noche.

Cynna vestía téjanos, un jersey negro fino y una cazadora de aviador que llevaba sin abrochar. Al mirarla, Lily sintió aún más frío.

—¿Y bien? ¿Has descubierto algo?

Cynna negó con la cabeza.

—Nada. Como ya me había imaginado, el vínculo desapareció en cuanto murió. No he podido rastrear a su amo.

—¿Pero estás segura de que tenía un amo? ¿No es posible que haya aparecido por sus propios medios? —Lily sentía que se le estaban congelando los pies. Los movió dentro de sus zapatos, esperando que eso activara la circulación.

El equipo de recogida de pruebas, como el FBI llamaba a los expertos en escenarios de crímenes, permanecía a la espera. Hasta que llegó su jefa. Una mujer mayor con un desafortunado parecido a Lou Grant, solo que con más pelo.

—¿Ya habéis terminado con vuestras chorradas mágicas?

Cynna señaló el cadáver.

—Todo tuyo.

El equipo ya había tomado fotografías, tanto analógicas como digitales, así que ahora tocaba ponerse manos a la obra. Resultó que dos o tres de ellos tenían bastantes reparos en tocar el cuerpo de un demonio.

Uno de ellos, un tipo bajito y con bigote, negó con la cabeza.

—Yo no, Marión, por Dios. Mira esa cosa. Tú solo mírala. ¿Alguna vez habías visto algo así? Llevo diecisiete años en este trabajo y nunca había visto nada parecido.

—Pues ahora ya lo has visto —dijo la jefa—. Ponte los guantes.

—Quizá sea una pregunta estúpida —dijo un tercer técnico—, pero ¿estamos seguros de que está muerto?

Lily se imagino que ni siquiera los agentes federales veteranos estaban acostumbrados a tratar con un demonio de casi ciento cincuenta kilos y lleno de colmillos y garras.

—¿Ves esos sesos esparcidos alrededor del cráneo? —dijo—. Ahí tienes una pista.

—Ya, pero los demonios…

—Necesitan cerebro para vivir —intervino Cynna—, al igual que todo el mundo excepto los políticos.

El comentario produjo unas cuantas risas. A los agentes de policía de Washington les encantaban los chistes sobre políticos.

—Entonces, ¿qué tenemos que buscar? —dijo el tipo del bigote mientras se ponía los guantes.

—Lo de siempre —respondió Croft—. Cualquier cosa. Todo. —Miró a Lily y a Cynna, y los tres se alejaron para dejar que los técnicos hicieran su trabajo.

Lily no esperaba que fueran a encontrar gran cosa. Cynna había dicho que había cierto componente físico en el vínculo con un demonio, pero no descubrirían nada hasta que se hiciera la autopsia. El componente solía ser algo que el demonio tenía que comerse.

Croft repitió la pregunta de Lily.

—¿Crees que enviaron al demonio? ¿Que le asignaron una misión?

—Bueno, sí. Ya sabes que normalmente no actúan así.

—Haz como si yo no supiera de qué estás hablando —dijo Lily—. Porque la verdad es que no tengo ni idea.

—Ah, bueno. En primer lugar, antes se suponía que era imposible que un demonio cruzara a nuestro mundo sin ser invocado. Ahora sabemos que eso no es cierto, pero sigue siendo condenadamente raro. Sin embargo, lo que es raro de verdad es la manera en la que se comportó. Fue directo a por Rule, aunque había otras amenazas más inmediatas. Un demonio no habría actuado así por su propia voluntad.

—Al parecer perdió el interés por Rule cuando atacó a Paul.

—Le llamaba la sangre. A los demonios les encanta la sangre, especialmente la humana. Se emborrachan. No sé qué sensaciones les produce la sangre lupus, pero quizá si hubiera tomado la suficiente le hubiera permitido liberarse del vínculo aunque fuera brevemente.

—¿Así que los demonios sienten inclinación por la sangre mágica?

—Oh, sí. El poder y la energía están en la sangre. Por eso se ha utilizado en tantos hechizos y rituales a lo largo de los siglos.

Incluso Lily sabía eso.

—Magia negra.

Croft negó con la cabeza.

—No necesariamente. Muchas prácticas prohíben la sangre mágica, pero por la tentación que representa, no porque emplear sangre en un hechizo sea inherentemente malvado. La Iglesia católica, que se alza como experta en el bien y el mal, lo admite tácitamente. Su doctrina de la transubstanciación está basada en el poder de la sangre.

—A ver, traduce —dijo Lily—. ¿Transubstanciación?

—La creencia de que el vino de la comunión se convierte literalmente en la sangre de Jesucristo. —Miró a Cynna—. Sin ánimo de ofender.

—No me ofendo. —Cynna miró a Lily—. Ojalá hubiera llegado antes.

La voz de Croft sonó muy seria.

—Doy por sentado que has tenido una premonición.

—Eh… —Cynna se metió las manos en los bolsillos—. No exactamente.

—¿Entonces, exactamente, qué es lo que ha sucedido? —preguntó Lily, desconfiada. Quizá demasiado desconfiada considerando que quizá Cynna había salvado la vida de Rule.

—Es complicado. Bueno, es extraño. Realmente extraño. —Dejó escapar el aire a través de los labios, enfadada—. Y no tiene nada que ver con encontrar a quien sea que haya enviado al demonio.

Croft negó con la cabeza.

—Sabes que no puedes dejarlo así.

Cynna lo miró molesta.

—Está bien, está bien. Alguien, eh, ha contactado conmigo. Me ha dicho que tenía que localizaros rápido, lo que ha resultado ser cierto.

—¿Quién? ¿Quién te lo ha dicho?

—No me dijo su nombre, pero creo que era… ya sabes. Ella. Esa de la que hablan los lupi. Y ahora, creo que me largo a mi hotel, así que…

Lily la sujetó por el brazo.

—Espera un segundo. Si la diosa que quiere destruir a los lupi ha contactado contigo…

—¡No esa Ella! —Cynna se libró de Lily—. Por Dios, hay demasiadas deidades sin nombre liando las cosas aquí abajo. Está esa de la que no hablamos porque mencionar su nombre atraería su atención hacia nosotros, y esa a la que los lupi llaman la Dama; a esta me refiero. Se me apareció… bueno, en persona no, pero era su voz. Era… No sé cómo describirlo, pero nunca había oído nada parecido a esa voz. Estaba en una iglesia —añadió dolida—. Rezando, o al menos intentándolo. Pero no le estaba rezando a Ella.

Lily se le quedó mirando.

—La rhej tenía razón.

—No, no la tenía, y no voy a seguir hablando de esto.

—¿Rhej? —Preguntó Croft arqueando las cejas—. ¿Quién es y en qué tenía razón?

Lily sintió que Rule se acercaba.

—Los humanos no tenemos nada parecido, pero una rhej es como la sacerdotisa del clan o una historiadora. La rhej de los Nokolai cree que Cynna es su sucesora. Parece una locura, pero si la Dama ha empezado a hablar a Cynna…

—No sé si era ella —insistió Cynna—. Solo me lo imagino. Y de todas maneras, no tiene importancia. No soy Nokolai. Soy católica.

—Lo uno no tiene por qué excluir a lo otro necesariamente —explicó Rule al unirse al grupo. Ya se había vestido de nuevo después de recuperar su forma humana. Los pantalones y la camisa estaban arrugados, había perdido la corbata y probablemente estaba agotado.

Solo él podía tener tan buen aspecto en aquellas circunstancias. Estaba un poco desastrado, pero también estaba sexi.

Cynna lo miró muy enfadada.

—Supongo que has oído todo lo que he dicho, ¿no?

Rule asintió.

—No voy a presionarte. Esto es algo entre tú y la Dama. Pero debes saber que la Dama habla en muy pocas ocasiones y que solo se dirige a quienes son rhej o van a serlo.

Cynna encogió los hombros y hundió las manos aún más en los bolsillos, como si así pudiera escudarse de aquellas palabras. O quizá es que tenía frío. Lily, desde luego, estaba helada.

Aunque no tanto como Paul. Por lo menos, ya habían cubierto su cadáver.

—Maldita sea —dijo Croft al mirar a un lado—. Acaban de encontrarnos los de la tele. —Hizo un gesto de disgusto—. Será mejor que vaya a mirar si puedo arreglar esto antes de que vayan por ahí diciendo que hay demonios atacando a la gente por toda la ciudad.

—Todo tuyo —dijo Lily.

—Les diré a los técnicos que pueden llevarse el cuerpo. Si lo hacen mientras yo distraigo a los de la prensa, quizá esos morbosos no consigan ninguna imagen decente.

Era todo lo que podía ofrecer a la dignidad de Paul. No era mucho, pero Lily agradeció a Croft que hubiera pensado en ello. Mientras Croft se alejaba, Lily miró a Rule.

—¿Has conseguido hablar con tu padre?

—He hablado con el rho. —A veces Rule hablaba de Isen Turner como si fueran dos personas distintas: el hombre que era su padre y el hombre que gobernaba su clan—. No está nada contento.

—¿Porque casi matan a su hijo? ¿O porque el muerto es un Leidolf y eso complicará las cosas?

—Sí a ambas.

Los músculos de Rule estaban demasiado estirados sobre su elegante arquitectura. Los ojos reflejaban su tristeza. Si la muerte de Paul pesaba tanto sobre la conciencia de Lily, ¿cuánto pesaría en la de Rule? Ni siquiera habían conseguido anular la susmussio.

Lily apoyó su brazo en el de él.

—¿Cuántos guardaespaldas va a enviar?

La sonrisa de Rule fue rápida y breve.

—Me sorprendes, nadia. —No especificó si se refería a la pregunta o al contacto físico. Quizá a lo segundo. Normalmente Lily prefería no tocar a Rule en público—. Todavía no sé cuántos se convertirán en mi sombra a partir de ahora. Pero desde luego ha insistido en lo de los guardaespaldas. Benedict me llamará más tarde para contarme los detalles.

Cuando no estaba demasiado ocupado en su papel de héroe legendario, Benedict se ocupaba de la seguridad del clan Nokolai.

—De vez en cuando tu padre y yo solemos estar de acuerdo. —Lily retiró la mano a pesar de que el contacto la reconfortaba.

—Estás cansada —dijo Rule.

Una vez pasado el subidón de adrenalina, el cansancio era inevitable.

—¿Y tú? Esa cosa te ha sacudido bien. ¿Estás seguro de que no quieres que los médicos te echen un vistazo?

Rule hizo un gesto de rechazo con la mano.

—Es solo un arañazo más grande de lo normal. ¿Tienes que quedarte por aquí mucho más tiempo?

Para un humano aquella herida era algo más que un arañazo, pero la garra del demonio no había penetrado demasiado en el músculo.

—Es difícil saberlo. Croft puede ocuparse del escenario, pero… —Lily se encogió de hombros.

—Pero quieres estar aquí por si encuentran algo.

—¿Tú no?

Rule miró alrededor. Los técnicos estaban cargando el cuerpo de Paul en una camilla.

—Lo que quiero es que esa cosa esté viva de nuevo para poder matarla yo. —Y se marchó.

—¿El tipo que ha muerto era amigo suyo? —preguntó Cynna, dubitativa.

¿Era Paul un amigo? Su clan era enemigo de los Nokolai. Lily lo había conocido tan solo unas horas antes; sin embargo, ella le había salvado la vida una vez. Después, había visto cómo el demonio se bebía la sangre de Paul. Él había peleado por ellos. Había muerto ayudándolos.

—Es complicado —dijo por fin—. Pero no era cualquiera.

—Complicado. —Cynna inclinó la cabeza a un lado—. Suena como lo que yo he dicho antes.

—Tú lo has cambiado por «realmente extraño». —Pero Cynna tenía razón. Ella se merecía saber lo que había ocurrido aquella noche. Quizá no todo… porque Lily no estaba muy segura de lo que había pasado—. Estábamos en el Kennedy Center cuando algún tipo de magia atravesó el auditorio. Era fuerte y… diferente. Obligó a Paul a cambiar… —Lily sintió que se le cerraba la garganta en medio de una oleada de emociones.

¡Si hubiera acertado a aquella cosa una vez más! Otra bala, u otras dos, y el cuerpo del demonio se habría ralentizado; y si se hubiera ralentizado….

—Él estaba en el escenario, era uno de los cantantes. Un tenor. Cuando conseguimos resolverlo todo ya se había hecho tarde, así que Rule se ofreció a llevar a Paul a casa. Así es como hemos terminado aquí.

Cynna frunció el ceño.

—¿Cuándo ocurrió esa oleada mágica?

—Un poco antes de las diez.

—Yo también sentí algo alrededor de esa hora… Un golpe de magia mucho más fuerte que una sorcéri que anduviera suelta. He tenido que librarme de ella.

Lily arqueó las cejas.

—¿Dónde estabas?

—Quizá a unas quince manzanas de aquí. Desde luego, no estaba cerca del Kennedy Center.

¿Un viento mágico había atravesado toda la ciudad?

—¿Qué ha podido causarlo?

Cynna se encogió de hombros.

—A mí no se me dan nada bien las teorías. Necesitas a Cullen. Él es el pirado de las teorías.

—Sí, pero no puedo contar con él. Cynna… —No había una forma fácil de preguntar aquello, así que lo soltó de la forma más directa posible—. ¿Crees que tu antigua maestra puede estar involucrada en esto? ¿La que conociste cuando estabas con los dizis?

A Cynna no le hizo gracia aquella pregunta.

—No sabría decirlo. Por lo que sé, has estado investigando otras invocaciones.

—No era yo la que estaba investigando —dijo Lily secamente—. No puedo decir que me estuviera permitido investigar. Pero sí, la verdad es que es una coincidencia, solo que no veo la relación. A no ser… —Se suponía que no estaba autorizada a comentar que el caso estaba cerrado, pero Lily sabía que Cynna sabía mantener la boca cerrada—. Ya tienen a quien lo hizo.

Cynna arqueó las cejas.

—¿En serio? ¿Y cómo es que no he leído nada sobre el arresto?

—Y si los de los trajes se salen con la suya, no lo leerás. Está muerto. Suicidio, al parecer. —Lily tenía sus dudas al respecto, pero allí no había nadie que pudiera oírla—. No es un ciudadano estadounidense, así que los jefazos han cerrado un trato con su Gobierno para mantenerlo todo en secreto.

—¿Adonde quieres ir a parar?

—El muerto es africano.

—Mierda. —La antigua maestra de Cynna era una seguidora de las tradiciones africanas. Cynna estudió el cadáver del demonio. No parecía que los técnicos estuvieran haciendo grandes progresos. Marión estaba discutiendo con uno de sus subordinados más jóvenes que negaba insistentemente con la cabeza—. Parte de mí tiene la esperanza de que Jiri no tuviera nada que ver con esto. Pero otra parte desea que esté involucrada.

Jiri había sido la maestra de Cynna en el movimiento Msaidizi, conocido comúnmente como «los dizis». El movimiento nació en los barrios bajos hacía unos quince años y se había extendido a una velocidad vertiginosa durante una temporada; luego, había desaparecido. En general, la mayoría de sus miembros ignoraban todo lo referente a la magia que querían dominar.

Pero Jiri sí sabía. El FBI tenía un informe sobre ella, pero en un noventa por ciento no era más que pura especulación. Nada de hechos. Se creía que era africana, no afroamericana. Quizá procedía de Senegal o Gambia.

O quizá no.

—¿Porqué?

—Invocar un demonio es una cosa. No hay mucha gente que pueda hacerlo, pero el conocimiento para hacerlo no se perdió como mucha gente cree. Pero vincular un demonio, no poseerlo, sino vincularlo; eso es mierda de alto nivel. Un nivel de maestro. No quiero pensar siquiera que haya más de una persona por ahí con ese nivel de conocimientos.

—¿Cuál es la diferencia entre poseer un demonio o vincularlo?

Cynna introdujo con fuerza las manos en los bolsillos y desvió la mirada.

—Cuando posees a un demonio, estás dentro de él. Lo controlas desde dentro. Cuando lo vinculas significa que puedes darle órdenes fuera del círculo de invocación sin necesidad de estar dentro de él. Jiri podría hacerlo. Y si ella no está detrás de esto, entonces hay otra persona que sabe demasiado sobre demonios.

—¿Tú podrías hacerlo? ¿Controlar un demonio sin poseerlo?

—Yo no soy una shetanni mwenye.

—¿Pero podrías serlo si quisieras?

Cynna miró a Lily.

—Sí. Probablemente, si estuviera dispuesta a pagar el precio. ¿Soy sospechosa?

—¡No! —Un par de personas miraron en su dirección—. No —repitió Lily en voz más baja—. Incluso si creyera que eres capaz de enviar un demonio a matar a alguien, no creo que Rule llegara a ser tu objetivo.

Cynna sonrió.

—¿No te crees lo de la mujer despechada?

Lily también sonrió. Ahora no era tan difícil sonreír al pensar en ello. Rule y Cynna habían tenido una relación hacía bastantes años. Y al principio ese pasado había sido un problema para las dos, aunque ahora estaba claro que lo habían superado.

—No. Quizá te hubieras puesto un poco llorona cuando él te rechazó…

—¡Yo no soy una llorona!

—Lo fuiste —rectificó Lily—. Pero lo has superado.

—No seas tonta. Los dizis son grandes y malos y no lloran nunca. Incluso las ex dizis —añadió mientras la sonrisa de Lily se hacía más amplia—. Eh… ¿puedo preguntarte algo?

—Claro. —Le debía a Cynna mucho más que responder a una o dos preguntas.

—¿Por qué has disparado al demonio después de que yo…?

—¿Después de que lo derribaras con tu hechizo? Para asegurarme, claro. No tenía forma de saber cuánto tiempo estaría fuera de juego.

Cynna negó con la cabeza.

—Sabes que no se iba a despertar.

Exasperada, Lily bajó la voz. Los hechizos que provocaban la muerte estaban castigados con la pena capital. Técnicamente, eso solo se refería a hechizos que mataban personas y no demonios, pero…

—El informe dirá que el demonio murió de un tiro en la cabeza.

—Ya. Pero no hay ningún problema. El hechizo que he utilizado solo funciona con demonios.

—¿Estás segura?

Cynna había sido incapaz de adquirir la típica cara de poli. Quizá pensaba que los tatuajes que cubrían su cara eran suficientes para enmascarar sus sentimientos; y probablemente lo fueran, la mayoría de las veces y con la mayoría de la gente. Pero Lily había estado en el infierno con aquella mujer, literalmente. Aquellos dibujos de tinta azul no la distrajeron de las emociones que cruzaron el rostro de Cynna: confusión, duda… y por fin, una conclusión.

—No al cien por cien —dijo por fin—. Habría que modificarlo, pero quizá… Eh, gracias.

Lily asintió.

—Intento no dar nada por sentado, pero no puedo evitar pensar que nuestra principal sospechosa es una diosa muy cabreada. O su avatar, que fue recientemente devorado por un príncipe demonio.

—Que se volvió loco, según ciertas fuentes bien informadas.

—Esto es un resumen de la situación. Dime una cosa —añadió Lily—. ¿Hay alguna forma de que nuestros enemigos del infierno, de Dis, o como quieras llamar a ese mundo, hayan mandado a un demonio para matar a Rule sin que nadie en este lado les haya echado una mano?

Cynna se mordió el labio inferior.

—No me gusta decir que algo es completamente imposible. Ya sabes, la línea de lo que es posible y lo que no, no para de moverse. Pero en una escala que oscile entre «es totalmente posible» a «de ninguna manera, nunca», esto que me preguntas se acerca mucho a «de ninguna manera».

—Me alegra oírlo. Diosas, avatares, príncipes demonios locos… Sería muy complicado arrestar y juzgar a cualquiera de ellos. —Lily hizo una pausa y pensó en sus opciones—. Cullen no está aquí para que nos ayude con las teorías, pero conozco a alguien que tiene experiencia de primera mano en demonios y en lo que es posible o no para ellos.

—Te refieres a… joder. Sí, te refieres a esa cosa. ¿Vas a traerlo aquí?

—Traerla —corrigió Lily sin prestar demasiada atención y obedeciendo por instinto uno de aquellos recuerdos que se negaban a permanecer—. Ya no es «algo», ahora es «ella». Pero quizá no quiera venir. —Quizá no quiera, quizá no pueda. Lily ni siquiera estaba segura de que pudiera ponerse en contacto con ella—. Tengo que intentarlo.

—Al FBI no le hará ninguna gracia.

Lily miró a Rule, que seguía de pie, inmóvil, ajeno a todo aquel lío de agentes de la ley trabajando. Estaba observando cómo los camilleros se llevaban a Paul a la ambulancia. Su rostro no revelaba expresión alguna, como si hubiera bloqueado todos sus sentimientos… Pero cada milímetro de su cuerpo hablaba a Lily de su tensión y su dolor.

—El FBI no es la única de mis preocupaciones.

El Mundo de los Lupi 03 - Líneas de sangre
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