Capítulo 8
Lily se sintió bajita, extraña y en tensión mientras intentaban mantener el paso de las largas piernas de Cynna. Sentía la necesidad de explicar que ella no había pedido que la pusieran al mando, había sido cosa de Rubén. Pero no podían hablar en el pasillo ni de eso ni de las sorprendentes noticias de aquella mañana.
Cuando por fin llegaron al ascensor, Lily pensó en la forma de romper el silencio.
—¿Problemas con el coche?
Cynna hizo un gesto de fastidio.
—El hijo de puta se ha quedado frito en la 1-235. Tendría que haber cogido el metro, como siempre. Los coches me odian.
Las puertas se abrieron, y Lily y Cynna se unieron a los agentes que ya iban en él. Lily no conocía a ninguno de ellos, pero Cynna saludó con la cabeza a un hombre mayor. Después de eso se limitaron a seguir el protocolo del ascensor, que consiste en hacer como que no se ve a las demás personas atrapadas con uno en ese minúsculo recinto.
—¿Todos los coches? —Preguntó Lily—. ¿O solo este?
—Todos los que conduzco durante demasiado tiempo. Los ordenadores también me odian. Al igual que los teléfonos móviles y los controles remotos. Hace años que renuncié a llevar reloj.
—Espera un minuto. Yo te he visto usar móvil.
—Claro. Y la mayor parte del tiempo funciona. Pero si tengo un escape, deja de hacerlo.
—¿Escape? —Preguntó Lily—. ¿Quieres decir escape de magia? Sabía que los de la Estirpe no se llevan muy bien con la tecnología, pero no tenía ni idea de que podía ocurrimos lo mismo a los que tenemos dones.
—La mayoría no los tienen, pero…
Las puertas se abrieron. Cynna terminó su explicación mientras salían del ascensor y caminaban por un largo pasillo.
—Yo llevo gran cantidad de magia impregnada en la piel. Está encerrada en los kilingo y los kielezo, los dos tipos diferentes de lo que tú llamarías tatuajes; pero a veces hay una descarga, como ocurre con la electricidad estática. Y entonces las cosas se vuelven un poco locas.
—¿La magia puede interferir con la tecnología?
—Por supuesto, pero la magia que flota a nuestro alrededor es muy débil; no es suficiente para… —Cynna se calló al darse cuenta de las implicaciones—. Joder.
—Sí. —La magia libre que flotaba en el aire nunca había supuesto un problema, pero si el fenómeno de la noche pasada volvía a suceder…. Lily añadió eso a su lista de cosas por las que preocuparse cuando tuviera tiempo.
—¿Qué significa eso de «plena autoridad»?
—Algo que da mucho miedo. —Cynna se detuvo delante de una puerta idéntica a todas las demás de aquel pasillo, separadas unas de otras con matemática precisión.
—Esperaba obtener una definición mucho más precisa —replicó Lily.
—Espera un segundo. Pon la mano aquí, al lado de la mía. —Cynna apoyó la palma de la mano encima del picaporte de la puerta—. Quiero que la puerta te reconozca.
Perpleja, Lily obedeció.
—Ya está —dijo Cynna tras unos segundos y bajó la mano para abrir la puerta—. Ahora podrás entrar aunque yo no esté.
—La mayoría de la gente utiliza llaves.
—Yo también.
Aunque no llaves tradicionales, claro. Lily siguió a Cynna al interior de una pequeña oficina que parecía más pequeña aún en medio de aquella cacofonía de objetos: un escritorio con el típico ordenador y cosas habituales de un despacho, sí, pero también un sitar, dos plantas muertas, un esqueleto humano, una estantería abarrotada de objetos peculiares (la cabeza reducida llamaba mucho la atención, desde luego), pilas de cestas, carpetas y papeles, y una pequeña fuente.
Para sorpresa de Lily, de la fuente manaba agua.
—No tienes sitio para pasar.
Cynna sonrió.
—Es todo un reto, te lo aseguro. La plena autoridad —dijo Cynna mientras quitaba una pila de expedientes de la silla para las visitas y la dejaba caer en el suelo—, significa que puedes hacerte con lo que quieras sin rellenar solicitudes ni responder a preguntas. Suministros, personal, armas, aviones… Técnicamente podrías llamar al ejército, pero no creo que nadie lo haya hecho nunca.
Cynna tenía razón. Daba miedo.
—Rubén ha mencionado un código.
Cynna asintió y se sentó en la esquina de su escritorio.
—En las raras ocasiones en las que a un agente de la Unidad se le otorga plena autoridad, él o ella recibe un código. Es la autorización, pero solo es válida durante un corto período de tiempo. Ida nos dirá cuánto tiempo durarán los nuestros y qué procedimiento deberemos seguir para hacerlos efectivos.
Había muchas cosas que Lily necesitaba contarle a Cynna, muchas cosas que necesitaba preguntarle, pero lo primero era dejar las cosas claras.
—Cynna, le he dicho a Rubén que tú deberías estar al mando, pero…
—¡Eh! —Cynna levantó las manos—. ¿Por eso estás tan tensa que parece que te haya entrado el rigor mortis? Yo no quiero estar al mando. Rubén lo sabe.
—Yo solo llevo dos meses como agente. Tú tienes la antigüedad, la experiencia…
—Por no mencionar los antecedentes legales. —Sonrió—. ¿A que no lo sabías? Algunos chanchullos y delitos de cuando era joven. Me descalifican para trabajar en el FBI salvo en la Unidad. Y en cuanto a lo de mi antigüedad, eso no son más que tonterías.
—La experiencia no es una tontería.
—No, pero tu experiencia cuenta el doble que la mía. Yo soy una localizadora, no una investigadora. Los únicos casos que he llevado en solitario han sido de personas desaparecidas. Niños —añadió, y su voz se tornó dulce y triste—. La mayoría de las veces Rubén me envía a localizar niños. A veces simplemente es que se han perdido. Otras… demasiadas veces… han sido víctimas de secuestro o violación y están heridos. O han sido asesinados. Pero incluso en esos casos es otra persona la que lleva el caso. Yo no he sido entrenada para eso. Tú sí.
Lily dejó escapar el aire.
—Así que no hay ningún problema entre nosotras.
—Ni hablar. Siéntate, supongo que ahora tu cuerpo podrá doblarse.
—Llevo sentada toda la mañana. —Además, si se sentaba en aquella silla le daría un tirón en el cuello de mirar hacia Cynna—. Vamos a trabajar en el caso que empezó ayer por la noche. El invocador de demonios.
Cynna asintió porque era lo que había esperado.
—Deberías saber que intenté localizar a Jiri antes de abandonar el escenario del crimen. Desastre.
—Me dijiste que tu don solo podía alcanzar una distancia determinada.
—Unos ciento sesenta kilómetros con una trama nueva y fresca. Cosa que no tengo en lo referente a Jiri —admitió Cynna—. No la he visto desde hace años, así que mi trama es antigua. Pero aun así podría haberla localizado si hubiera estado lo suficientemente cerca como para controlar a ese demonio.
—¿Tendría que haber estado cerca? Dijiste que invocar y vincular eran dos cosas diferentes.
—Lo son, pero de todos modos tienes que traer al demonio a este plano, a nuestro mundo, lo que significa traerlo a un círculo de invocación. No hay forma de hacerlo a gran distancia.
Es lo que Lily había pensado. Y no era lo que quería oír.
—Ayer por la noche hubo cinco demonios, no uno. Cinco demonios que atacaron a cinco herederos lupi; tres de ellos en los Estados Unidos y dos en Canadá. Tres de los herederos han muerto. Y también dos demonios, al menos, contando el que matamos nosotras.
Cynna se le quedó mirando.
—Santa Madre de Dios. ¿Cinco invocadores?
—Y quizá los otros tres demonios sigan por ahí. —Lily le dio a Cynna unos segundos para que asimilara las noticias—. Por lo que me han dicho, uno de los demonios desapareció nada más matar a su objetivo. Pero eso no significa que se haya ido de verdad, ¿me equivoco? El demonio al que nos enfrentamos nosotros también desapareció, casi. Se volvió borroso. Casi no podía verlo.
—¿Casi? —preguntó Cynna sorprendida—. No tendrías que haber podido verlo en absoluto si estaba dashtu. ¿Me pregunto si eso significa que el dashtu es en parte ilusión?
—No te sigo.
—Un demonio dashtu no está alineado con nuestro mundo; no está aquí del todo. No pueden estar dashtu en el infierno —añadió Cynna—. Esa es la razón por la que les gusta venir aquí. Creía que cuando están dashtu son completamente invisibles, pero si tú viste a ese demonio entonces tiene que existir cierto grado de ilusión, porque la ilusión no funciona contigo, claro.
—Yo podía ver a Gan cuando era invisible para los demás. No la veía borrosa.
—Ajá. —Cynna lo pensó durante unos segundos—. Hay un montón de cosas que no sé, pero Gan es un demonio realmente joven. Quizá no sepa desalinearse tan completamente como los más ancianos, así que confía más en la ilusión. ¿Qué tipo de demonios han atacado a los demás herederos? ¿Has conseguido alguna descripción?
—Solo de dos de ellos. Se parecen al que matamos ayer: grande, semejante a una hiena con un torso ancho y cortas patas traseras, ojos rojos… Un tercer par de extremidades que nacen en el pecho y que terminan en garras.
Cynna asintió.
—Se parecen a aquellos contra los que peleamos en Dis.
—Excepto por las garras de las extremidades delanteras. —Que suponían una gran diferencia. Lily respiró profundamente para tranquilizarse—. La existencia de cinco demonios implica que tenemos que buscar a cinco personas que saben invocar y vincular demonios. Eso sugiere la existencia de una conspiración muy bien organizada.
Cynna frunció el ceño.
—No necesariamente. Dame un minuto. —Cynna se quedó mirando fijamente la fuente, dando saltitos sobre un pie y luego sobre el otro, como si quisiera pasearse estando sentada—. Tiene que haber cinco invocadores —dijo lentamente—. De eso no hay duda. Pero quizá solo una persona hizo las vinculaciones.
—¿Eso es posible?
—En teoría, con un nivel de maestro. Y si hablamos de vincular, entonces estamos hablando de un maestro en demonología. Cuando llegas a ese nivel empiezas a involucrarte en la política de los demonios. La política del infierno —añadió Cynna—, hace que los de la ONU parezcan angelitos.
—Lo creo, pero no sé adónde quieres ir a parar.
—Verás, tiene que ver con la forma en la que los demonios están unidos a sus superiores. Si te haces con un puñado de demonios de bajo nivel o consigues vincular a uno más importante, entonces estás invadiendo el terreno de alguien poderoso. Porque el demonio al que te has vinculado está vinculado a otro demonio más poderoso, y sigue así la cadena alimenticia hacia arriba, hasta que al final te das cuenta de que en realidad estás tratando con uno de los peces gordos del infierno. —Cynna se interrumpió para tomar aire y continuó—. La versión corta de esta historia es que puede ser que nuestro sujeto haya cerrado un trato con un señor demonio que puede vincular a múltiples demonios menores sin ningún problema. Aunque la distancia sí que sería un problema… Pero si lo que hay implicado en este caso en un príncipe demonio, ya no lo habría.
Lily sintió que se le hacía un nudo en el estómago. —Xitil.
Cynna asintió.
Xitil era un príncipe demonio que se había aliado con el avatar de Ella, luego había luchado con Ella y al final se la había comido y se había vuelto loco. Los demonios no se comen simplemente la carne de sus víctimas, sino que absorben su esencia.
¿Qué parte de la antigua enemiga de los lupi vivía ahora en el interior del príncipe demonio? ¿Y si alguien de este mundo se había aliado con ese príncipe?
Lily hundió los dedos en la nuca en un intento por disipar el incipiente dolor de cabeza.
—Maldita sea, todo esto tiene mucho sentido. Xitil está siendo controlado, o al menos está fuertemente influenciado, por Ella. Y matar herederos lupi es algo que Ella haría con gran placer. Lo que no consigo entender es cómo Ella ha conseguido localizar a sus objetivos. Se supone que no puede ver a los lupi con sus rayos x o lo que sea que utilice Ella para ver nuestro mundo.
—Quizá el sujeto humano tiene un don poderoso que le permite ver otros mundos.
Lily frunció el ceño mientras repasaba mentalmente la poca información que contenía el informe sobre Jiri.
—¿Qué don tiene Jiri?
—No lo sé. Nadie lo sabe, aunque todos hemos intentado averiguarlo. Puedo decir con seguridad que se trata de un don muy poderoso y que no es la localización. Siempre pensé que podría ser una precog. Tenía una capacidad extraordinaria para hacer que las cosas salieran como ella quería que salieran. Pero sí que podría tener la habilidad de ver otros mundos.
Lily percibió que Cynna no lo decía muy convencida.
—No quieres que Jirí sea el sujeto que buscamos.
—Ella no era… Cuando la conocí ella no era el tipo de persona que haría algo así.
—Pero te fuiste.
—Sí. —Tras unos segundos, Cynna se encogió de hombros—. Me fui y no sé cómo será Jiri ahora. Si la mitad de lo que se dice en la calle es cierto, se ha convertido en una tía de armas tomar.
Lily sentía que su cerebro trabajaba con lentitud, incapaz de seguir el ritmo de las ideas que surgían en aquella conversación. Solo había dormido tres horas, pero se daba cuenta de que Cynna no estaba bien.
Tocaba cambiar de tema.
—¿No tienes una cafetera por aquí?
—Ni me acerco a esas cosas, pero creo que hay una en el pasillo. ¿Necesitas un café?
Sí.
—Puede esperar. Rubén ha asumido que los demonios que no murieron todavía siguen por aquí. Ha informado a las autoridades de Canadá.
—¿Y qué sabemos de los ataques en los Estados Unidos? ¿Dónde fueron?
—Montana y Virginia. El de Montana ocurrió en suelo federal, así que la oficina del FBI en Billings se encargará del caso con un poco de ayuda de la DCM. Por lo menos, Rubén espera que sean capaces de hacerse cargo. —Lily se alegraba de que ella no hubiera tenido que tomar esa decisión.
—¿Y el de Virginia?
—Cerca de un pueblo llamado Nutley, en las tierras del clan Leidolf. Este caso es nuestro. De hecho, es tuyo por ahora, pero te echaré una mano en cuanto pueda.
Lily le habló a Cynna sobre los Leidolf y los Nokolai, y el deber de Rule de escoltar el cuerpo de Paul hasta su hogar. Había muchas cosas que Lily podía hacer mientras los forenses terminaban con el cuerpo; por ejemplo, el doctor Fagin quería hacerle unas preguntas y ella tenía unas cuantas para él y los otros miembros de la nueva unidad. También tenía que intentar sacarles algo de información a los del Servicio Secreto sobre Jiri y algunos de sus colegas. Según Cynna se trataba de antiguos estudiantes, conocidos o amantes. Nada de aprendices. Por lo que sabía Cynna, ella había sido la única aprendiz de Jiri.
A Cynna no le preocupaba que Lily fuera a incorporarse a la investigación con retraso; de hecho, le pareció algo necesario. Y lo era, maldita sea. Pero la razón no hacía que desapareciera la culpa. Aquellas sólidas razones no eran lo único que obligaban a Lily a quedarse en Washington.
Había que solucionar muchos detalles: conseguir una orden judicial por si el rho de los Leidolf se negaba a cooperar; decidir qué tipo de armas serían las adecuadas y la cantidad de refuerzos necesaria. Cynna intentó que Lily se olvidara de lo último. No tenía en muy alta consideración a los agentes de la DCM y no podían permitirse distraer a los agentes de la Unidad de sus propias investigaciones.
Pero Lily no se dejó convencer.
—No vas a ir allí sin refuerzos. Necesitas a alguien que sepa disparar un M-16. Y si es capaz de manejar un lanzacohetes, mejor que mejor.
—No me servirán de mucho si se dejan poseer.
—No creo que seas la única católica que trabaja en el FBI. O la única persona con fe. ¿No es la fe lo que cuenta de verdad? Cualquier persona con una fe personal y fuerte está protegida contra las posesiones.
—Sí, sí, pero…
—Has dicho que había una máquina de café en el pasillo.
—Y tú quieres que me calle y deje de discutir —dijo Cynna, y sonrió en vez de sentirse ofendida—. ¿Lo ves? Por eso eres tú la que está al mando y no yo. ¿Con quién podría discutir si yo misma estuviera al mando? Venga. Vamos a por un poco de cafeína.
La sala de descanso olía a café amargo, quemado y reutilizado. Lily se sintió como en casa. Los polis con los que había trabajado tampoco solían hacer café fresco.
—He seguido el protocolo y he notificado al jefe de la policía local y a la policía estatal de Virginia. Pero les he pedido a los estatales que no se metan en la investigación todavía.
—Bien. —Cynna asintió tajantemente—. Lo último que necesitamos es un policía estatal poseído.
—Algo que podría ocurrir si el demonio sigue allí. Rule me ha dicho que los Leidolf son muy territoriales, así que si una docena de tipos armados entraran en su Hogar del Clan…
—Podría haber un baño de sangre.
—Es lo que había pensado. —Sopló en su taza de café ardiendo y tomó un sorbo. Sabía tan mal como olía—. Tendrás que hablar con el jefe Mann en Nutley cuando llegues allí. Cuando le hablé de la posibilidad de que hubiera un demonio suelto por su jurisdicción se sintió inclinado a dudar de mi cordura, pero por lo menos ha accedido a hablar con el rho de los Leidolf.
—Supongo que los lupi no informaron a las autoridades sobre los ataques.
—Supones bien —dijo Lily con amargura. Los lupi no eran precisamente famosos por colaborar con las autoridades—. Si el demonio de Virginia sigue por allí, ¿te resultará difícil localizarlo?
—Mi rango de actuación se verá limitado y estará más cerca de los dieciséis kilómetros que de los ciento sesenta. La trama que obtuve anoche me ayudará a localizar demonios de similares características, pero no será una identificación exacta.
—¿Porque son individuos diferentes?
—Más bien porque tomé la trama de un cadáver. La muerte no suele tener mucho eco en la vida, aunque las tramas coincidan cien por cien.
Tenía sentido, de una forma un poco truculenta.
—Hay una cosa más que deberías saber antes de que te vayas.
—¿De qué se trata?
Estos demonios son diferentes de los demonios de ojos rojos a los que nos enfrentamos en el infierno.
—Sí, ya me he dado cuenta. Tienen garras en esos extraños y diminutos brazos.
—Cierto. Quizá… —Lily tuvo que detenerse y respirar profundamente—. Cabe la posibilidad de que las garras estén envenenadas. La herida de Rule… no se está curando.