Capítulo 27

Tardó tres días en estar preparado.

Mientras Cullen estuvo desaparecido, Toby aprendió a jugar al mah-jongg; y también Timms, que vino a ver a Cullen al día siguiente de su marcha y que regresó tras aceptar la regia invitación de madame Yu.

Li Lei se convirtió también en estudiante o, mejor dicho, en colaboradora. O en un conejillo de indias. Cynna le traspasó el kilingo del hechizo bloqueador del dolor y, cuando madame Yu fue capaz de hacerlo funcionar, Cynna lo imprimió sobre la piel de dos de los guardias, que no tuvieron tanto éxito. No sabía si era porque el hechizo perdía poder al ser copiado o porque los guardias simplemente no eran capaces de hacer funcionar un hechizo de aquel tipo. Al final, antes de probarlo sobre otra persona, decidieron esperar a que Cullen regresara.

La herida de Rule se curó por completo, aunque le quedó la cicatriz. Y siguió perdiendo la conciencia del tiempo de vez en cuando.

El martes por la mañana, muy pronto, Cullen apareció sin afeitar y con la ropa arrugada en la puerta de la casa, como si hubiera dormido con ella puesta. Rule dedujo que, efectivamente, lo había hecho, si es que Cullen se había dignado a dormir aunque fuera un poco.

—¿Has comido algo? —le preguntó en la puerta.

—Sí. —Cullen frunció el ceño—. Aunque últimamente no, ahora que lo mencionas.

—Entonces, a la cocina. —Rule se dirigió hacia allí el primero.

Se cruzaron con Lily que iba camino de la puerta de atrás. Iba vestida con uno de sus bonitos trajes: chaqueta azul oscuro y falda gris grafito. El abrigo que le había regalado Rule seguía en la tintorería, así que se había tenido que poner la parka.

Su rostro no reflejó ninguna emoción.

—Hola, Cullen.

—Como el penique falso del refrán, aquí estoy una vez más. —Se dejó caer en una de las sillas de una forma muy poco grácil y poco característica de él, y Rule supo que Cullen tenía que estar terriblemente cansado—. ¿Me has echado de menos?

Lily frunció el ceño.

—Estaba preocupada.

—¿De qué me fugara con tus pequeños secretos para buscar el tú-ya-sabes-qué?

Lily suspiró fastidiada.

—Tengo que irme —le dijo a Rule y se acercó a él para un beso fugaz… que no resultó ser tan rápido después de todo. Él le dio el paraguas que ella olvidaba siempre. Llevaba lloviznando tres días sin parar, pero Lily no se había acostumbrado todavía a la noción de humedad. Lily frunció el ceño al ver el paraguas, dio unas palmaditas a Rule en el brazo y salió disparada por la puerta sin mirar atrás.

Normal. Los dos se esforzaban por que todo siguiera tan normal como siempre. Rule sabía que Lily tenía miedo por él, podía olerlo, pero los dos hacían como que no ocurría nada. Ayudaba bastante.

Cullen observó a Rule de arriba abajo.

—Es más fuerte. No mucho… pero sí, es más fuerte.

Rule no cambió de expresión.

—Eso dice Lily. ¿Quieres huevos o carne?

—Carne. —Cullen colocó los codos sobre la mesa y apoyó la cabeza en las manos mientras se restregaba la cara—. ¿Dónde está Cynna?

—Albuquerque. —Rule y Lily habían traído comida de fuera para la cena de la noche anterior, así que Rule sacó lo que quedaba del pollo asado de la nevera—. Se marchó ayer por la noche.

—¿Albuquerque? —Cullen se irguió—. ¿Qué demonios hace en Albuquerque?

—¿En serio creías que ibas a poder dejarla ahí sentada y encontrarla en el mismo sitio cuando te diera por volver? —Rule le sirvió un vaso de leche—. Tú conoces mejor a las mujeres. Toma.

—No pensé… —Cullen empezó a decir indignado, pero enseguida se calló y sonrió—. Está bien. No pensé, punto, y ahora estoy sufriendo las consecuencias, ¿no? Pero bueno… ¿Por qué Albuquerque?

—Ha ido a interrogar a uno de los antiguos estudiantes de Jiri. Lily también, aunque el que le ha tocado vive mucho más cerca, en Baltimore.

—Bien. —Cullen perdió todo el interés.

Lily, a través de Rubén, había conseguido echar un vistazo a los informes sobre las personas que estaban más cerca de Jiri. Una estaba en la cárcel; tres habían desaparecido y el Servicio Secreto era incapaz de localizarlas; dos estaban muertas. De las cuatro personas que quedaban, Lily había hablado ya con dos de ellas, había enviado a Cynna a hablar con la tercera, y ese mismo día ella iba a entrevistarse con la cuarta.

Afortunadamente el vínculo con Rule estaba pasando por una de sus etapas más flexibles y Baltimore estaba a menos de setenta kilómetros. Incluso a pesar de que su objetivo viviera en el otro extremo de la ciudad, no iba a suponer ningún problema.

Cullen estaba restregándose de nuevo la cara, probablemente en un intento por mantenerse despierto el tiempo suficiente para comer. Rule cortó un muslo de pollo y una pechuga, lo puso todo en un plato junto con un tenedor y un envase de plástico que contenía ensalada de patata, y se lo plantó a Cullen delante de las narices.

—Come —dijo y se sentó enfrente de él.

Cullen no necesitaba que lo animaran y se abalanzó sobre el pollo como si llevara días sin comer. Era poco probable. Quizá hubiera olvidado dormir durante más días de lo que era aconsejable, pero Cullen solía mantenerse más o menos bien alimentado. Era uno de los pocos buenos hábitos que había adquirido en su época sin clan: un lobo solitario no podía permitirse llegar a tener demasiada hambre.

Cuando el pollo quedó reducido a huesos, Cullen echó mano de la ensalada de patata.

—No he andado por ahí enfurruñado, sabes. Al menos no todo el tiempo.

—Lo sé. Sin embargo, Lily te ha conocido en uno de tus períodos más estables —dijo Rule con calma—. Sus expectativas son diferentes.

Cullen levantó la mirada, sus ojos opacos por la ira… pero enseguida lanzó una carcajada.

—Las mujeres y sus expectativas. No pueden ir separadas, ¿eh? —Suspiró, dejó a un lado el envase vacío y se bebió el vaso de leche—. Me siento un poco volátil. Quizá ya te hayas dado cuenta. Probablemente debería ir a quemar algo.

Rule arqueó las cejas para expresar su sorpresa.

—¿Estás diciendo que no lo has hecho ya?

La sonrisa de Cullen fue mucho más natural esta vez, más simple y con menos implicaciones.

—No. Y también hace mucho que no me acuesto con nadie. —Se detuvo para bostezar desmesuradamente—. Dios, estoy cansado. He pasado un rato a cuatro patas. ¿Tú no?

—Cada día. —Diez minutos, como había acordado con Cynna.

—No me refiero a penitencia. Me refiero a correr, a ser un lobo como un lobo tiene que ser.

Rule se llenó de ira, pero la suprimió enseguida.

—Ya me darás la lata más tarde. ¿Has descubierto algo?

—No mucho. —Cullen se reclinó en su silla—. He estado en Nueva Orleans. Te llegará un recibo de Visa al respecto.

Rule asintió y aceptó aquella explicación. La moral financiera de Cullen era bastante peculiar, pero con todas sus particularidades, Cullen era bastante honrado. Si Cullen le había pasado el gasto del viaje a él significaba que había sido por asuntos del clan; es decir, que Cullen había ido allí en busca de una cura para el veneno de Rule.

—¿Fuiste a ver a un sacerdote vudú?

—Tenía la esperanza de poder consultar con uno en concreto, pero desapareció tras el huracán, así que tuve que hablar con otras sacerdotisas. Una de ellas me dejó utilizar su taller. —Cullen levantó el trasero lo justo para meter la mano en el bolsillo y sacar un pequeño paquete envuelto en seda—. Luego no digas que nunca te hago regalos.

Rule deshizo el paquete con cautela. El contenido no era nada especial: solo una pluma blanca. Tenía aspecto de haber salido directamente de un pollo.

—Espero que no me digas que me tengo que comer esto.

Cullen rió.

—No, tienes que ponértelo y llevarlo siempre en contacto con la piel. Espera un segundo… —Metió la mano en el otro bolsillo—. Toma. —Entregó a Rule una pequeña tira de cuero—. Ha sido purificado. Usa esto, nada de oro o plata. El encantamiento original aleja a los malos espíritus. No es exactamente tu problema, pero le hicimos unos pequeños ajustes.

—¿Hicimos?

—La sacerdotisa que me prestó el taller me ayudó a probar algunos cambios. El encantamiento original es vudú y lo aprendí del tipo que había desaparecido, así que necesitaba algo de consejo antes de ponerme manos a la obra. Si funciona, impedirá que el veneno del demonio siga extendiéndose por tu cuerpo.

—¿Y si no funciona? —Rule cogió la pluma. En un extremo tenía una pequeña argolla de plata por donde podía pasar la tira de cuero.

—Supongo que podría salirte un sarpullido. —Hizo un gesto de disgusto—. Por Dios, Rule, no lo sé. Es el encantamiento más poderoso que he podido fabricar. Creo que funcionará, pero no lo sé. Incluso si funciona, no durará más de una semana. Quizá menos.

Rule sostuvo la pluma en sus manos. Era una simple pluma, no podía sentir ninguna vibración ni nada. Rule se preguntó cómo sería percibir las cosas como Lily.

—¿Magia de sangre, Cullen? —La mayoría de las prácticas vudú exigían sangre, o al menos eso era lo que Cullen le había explicado una vez. Y la mayoría de la magia que se hacía con sangre tenía fecha de caducidad.

Cullen frunció, el ceño.

—No es magia negra.

Pero lo más probable era que fuera gris. Rule sospechaba que cualquier implicación o castigo moral derivado del encantamiento recaería sobre su amigo y no sobre él. Ya era demasiado tarde para hacer objeciones: el encantamiento estaba hecho. Negarse habría significado menospreciar cualquier precio que Cullen hubiera aceptado pagar.

Pero no le gustaba. No le gustaba nada.

—Nuestra amistad está de lo más desequilibrada. Primero vas al infierno por mí y ahora has aceptado Dios sabe qué carga para que yo…

—Déjalo. Primero, tú fuiste mi amigo cuando sabías que eso tendría consecuencias para ti… y no me digas que no las tuvo. Segundo, ahora eres mi lu nuncio. Cualquier cosa que te ocurra a ti afecta a todo el clan. Es mi deber proteger al clan.

Rule le dio la espalda a Cullen abruptamente y agarró los restos del pollo. Abrió la puerta de la nevera con gran violencia y metió la bandeja.

—¿Tienes idea de lo que es? Que la gente te proteja, que paguen con sus vidas por tu seguridad… ¿Tienes idea de cómo me siento? —Cogió el cartón de leche, se giró y lo lanzó por el aire.

El brik se estrelló contra la pared y la leche salpicó por todas partes.

—¿Te sientes mejor ahora? —preguntó Cullen alegremente.

—No. —Qué estropicio. Qué maldito estropicio.

—Tiene gracia. A mí normalmente romper cosas me alegra el día. Ah, está bien. —Echó hacia atrás su silla—. Limpiemos esto. ¿Dónde está tu sombra fraternal?

—¿Tú —dijo Rule incrédulo— vas a ayudarme a limpiar?

—Te daré la bayeta y te indicaré los lugares sucios que pases por alto. —Cullen miró alrededor—. ¿Y dónde está la bayeta?

Compungido, Rule negó con la cabeza.

—Para limpiar esto voy a necesitar algo más que una bayeta. —Fue a la despensa y sacó la fregona—. Benedict está arriba con Toby. Le he prometido que no saldré de la casa sin él.

—Me sorprende que haya accedido a estar en una planta diferente a la que estás tú.

—El alcaide y yo hemos llegado a un acuerdo. —Su hermano probablemente lo había oído todo: el ataque de ira de Rule y la conversación que estaban teniendo ahora. El oído de Benedict no tenía precedentes, ni siquiera para un lupus. Rule recogió el cartón de leche reventado—. Échalo a la basura, ¿quieres? Se supone que luego tengo que entrenarme un rato con Freddie. —Y empezó a fregar el suelo metódicamente—. Por alguna razón todo el mundo cree que estoy un poco tenso.

—Si empiezas a actuar de forma errática como yo estamos perdidos. —Cullen tiró el cartón a la basura y añadió en voz baja—: Has sufrido más… incidentes, ¿no? Creo que podríamos llamarlos pérdidas de conocimiento.

—Cuatro. —Llevó la fregona al fregadero, la aclaró y la devolvió al suelo para terminar de limpiar. En tres ocasiones en los dos últimos días, su memoria simplemente había dejado de funcionar—. Las pérdidas son muy breves: entre diez y veinte minutos. Por ahora no he sufrido ningún otro síntoma. Lily cree que solo ha ocurrido una vez. No le he hablado de las otras tres veces, así que no las menciones.

—¡Por Dios, Rule! ¡Y luego eres tú el que me acusa de ser un imbécil con las mujeres!

—No. Eres un desconsiderado, pero cuando te esfuerzas un poco, eres un tipo bastante brillante. —Rule terminó de fregar el suelo y devolvió la fregona a la despensa. Ahora había que limpiar la pared—. No te molestes en darme consejos. No quiero que Lily se preocupe más de lo que ya lo está.

Cullen meneó la cabeza. Y bostezó de nuevo.

—Será mejor que te metas en la cama. Quédate en mi habitación, las otras están ocupadas.

Cullen se las arregló para sonreír cansadamente.

—¿Crees que Lily pondrá objeciones al hecho de que yo duerma en su cama?

—No, pero apuesto a que odiará la forma que tendrás de referirte a ello en el momento en el que más le fastidie a ella. —Rule cogió la bayeta que Cullen había fingido no ver anteriormente. Estaba en una balda encima del fregadero.

—Hay un par de cosas que tengo que decirte antes de que me quede frito, si es que puedo conseguir que las células de mi cerebro sigan operativas unos minutos más. —Otro bostezo—. En cuanto a Timms…

—Ya te dije que no iba a cuidar de él por ti.

—Lo sé. —Cullen estaba irritado—. Lo llamé, le dije que tendría que irme de la ciudad durante unos días. Yo… —Se detuvo y sus ojos se estrecharon—. Ya lo sabías.

—Ha venido a vernos todos los días. Está de baja a causa de su brazo, así que no sabe qué hacer con su tiempo. Madame Yu —añadió—, le está enseñando a jugar al mah-jongg.

—Dios mío.

Y aquello, pensó Rule mientras se detenía en su esfuerzo por limpiar la pared, era a la vez típico y una auténtica novedad. Después de desaparecer, Cullen no había llamado a Rule, lo que era bastante típico de él. Había esperado que Rule lo entendiera; y además, no había querido darle la oportunidad de poner objeciones a lo que Cullen tenía planeado hacer. No había llamado a Lily ni a Cynna porque no se le había ocurrido. Pero había llamado a Timms.

Cullen siempre había coleccionado seres perdidos… a menudo, pero no siempre, humanos. Personas que sentían tanta necesidad de pertenecer a algo como él mismo. Pero Cullen nunca se entregaba a ellos durante demasiado tiempo y siempre encontraba a alguien a quien pasarle la responsabilidad.

Esta vez había llamado a Timms.

—Quizá deba llamarlo y decirle que he vuelto. No se lo puedo contar todo, claro —dijo Cullen—. Especialmente lo del Codex. —Hizo una pausa—. Supongo que Lily ya habrá informado de ese pequeño detalle.

Rule terminó de limpiar la pared, se incorporó y asintió.

Cullen apretó los puños y los relajó.

—Supongo que los que no queríamos que se enteraran ya lo saben. Pero tengo una idea sobre dónde está el Codex. Esa era la otra cosa de la que quería hablarte antes de dormir.

—Te escucho. —Rule depositó la bayeta en la balda y volvió a la mesa, donde cogió la pluma y la tira de cuero. Al final tendría que ponerse aquella maldita cosa. Quizá ayudara de verdad. Pasó la tira de cuero por el aro de plata.

—El informe que me dio Lily. Si lo añado a lo que puedo recordar o reconstruir… Esto me pone de los nervios, ¿a ti no? —preguntó de pronto—. ¿Qué algo o alguien haya jugado con tu memoria?

Ya que Rule acaba de limpiar las pruebas de que a él también le ponía de los nervios, se limitó a decir: —Sí.

Cullen asintió.

—Bueno, a lo que iba. El FBI detectó lo que ellos llaman una alteración nodal, en Galveston. La estimación de sus detectores era tan alta, alrededor de los seis mil filos, que dieron por sentado que se trataba de una grieta. Esa intensidad en la energía nodal simplemente no puede suceder, y si sucede, tiene que tener sus consecuencias en otro tipo de alteraciones… como las que hemos presenciado últimamente, de hecho. Sin embargo, a pesar de que tenían sus dudas, enviaron a alguien a comprobar el nodo. Un agente normal y corriente de la oficina local del FBI, no era de la Unidad, pero había recibido algo de entrenamiento como wiccan. El agente se entrevistó con varias personas que vivían alrededor del nodo. Entre ellas, Molly Brown.

Rule se ató la tira de cuero al cuello y deslizó la pluma por debajo de la camisa. No se sentía diferente. Pero tampoco se sentía diferente cuando perdía el conocimiento.

—Molly es tu amiga la súcubo.

—Correcto. Había otra mujer con ella, una amiga llamada Erin DuBase. Una wiccan registrada de la que se rumoreaba que era sacerdotisa o gran sacerdotisa. Pero había una persona más, un hombre que afirmaba ser el sobrino de Molly… un tal Michael.

Rule ya podía ver dónde quería ir a parar Cullen.

—El mismo nombre del hechicero que te visitó. El que crees que alteró tu memoria.

La excitación se impuso sobre el cansancio de Cullen, que empezó a pasearse por la cocina.

—Lo próximo que descubro es que hay una orden de búsqueda y captura para Molly y Michael, que han desaparecido de Galveston… Solo que nadie sabe quién ha dado la orden. Así que en algún momento Molly me llama, y después ella y Michael cogen un avión para venir a verme. Estamos juntos durante horas. No lo recuerdo todo claramente, pero no me doy cuenta hasta mucho tiempo después de que algo pasa con mi memoria. Un hechizo de aversión —dijo Cullen deteniéndose en su pasear—. Lo he encontrado dentro de mi cabeza.

—Entonces, ¿te has librado de él?

La sonrisa de Cullen fue muy intensa.

—Sí. Y he aprendido unas cuantas cosas en el proceso. Pero volvamos a mi historia. El siguiente recuerdo claro que tengo es haberme despertado en mi cabaña, y que Molly y Michael han desaparecido. Pero no estoy solo durante mucho rato, porque llegan los azá. Buscan a Michael, pero se conforman conmigo.

»Como soy un tipo con suerte, justo antes de que lleguen los azá, de alguna manera he conseguido hacerme con unos escudos mentales. Unos escudos tan poderosos que son capaces de resistirlo todo, incluso a la telepática Helen y al maldito báculo que aumenta su poder. Estamos hablando del Rolls-Royce de los escudos mentales, Rule, cuando nadie en este planeta sabe siquiera construir un maldito Modelo T.

Rule sintió un escalofrío.

—Pero ese tipo de hechizos estarían en el Codex.

Cullen se chupó un dedo y lo alzó en el aire.

—Ahí le has dado, colega. Tanto lo de los escudos como lo de trastear con mi memoria son habilidades que desaparecieron de la faz de la Tierra junto con el Codex. —Esta vez cuando Cullen apretó los puños, no los relajó después—. Él lo tiene, Rule. Aquel pico de energía que captó el FBI no era una grieta… Hace falta un montón de energía para abrir una puerta. En ese momento, el Codex volvió a este mundo. Y lo tiene el hijo de puta que trasteó con mi memoria.

Tenía sentido. Maldita sea, tenía mucho sentido.

—¿Crees que Michael hizo algo con tu memoria y luego, amablemente, te proveyó de los escudos?

Cullen desdeñó el comentario con un gesto impaciente de la mano.

—Necesitaba algo de mí. Ojalá pudiera recordarlo, pero no puedo. Los escudos fueron mi recompensa, lo que sugiere que ese Michael no es un completo hijo de puta, o que, Molly, no le dejó que me matara. Pero olvidó borrar una cosa. Sé qué aspecto tiene.

Y si hasta ese momento Cullen había estado ardiendo en deseos de encontrar a aquel hombre, ahora podría iniciar un incendio en cualquier momento.

—Quizá —dijo Rule lentamente—, deberíamos dejar que el Codex siga escondido.

—¿Quieres decir hacer como las avestruces? Si hacemos como que no ocurre nada malo, el hombre del saco no vendrá a por nosotros, ¿eso quieres decir? —La voz de Cullen reflejaba su disgusto—. Ella anda tras él. ¿Cómo no vamos a hacer nada para impedírselo? Tenemos que conseguirlo antes que ella.

Cullen tenía razón, sin embargo…

—El Codex es la mayor caja de Pandora que haya visto el mundo. Si contiene el conocimiento que tú crees que contiene…

—Y que Ella cree que contiene.

—Entonces, ¿a quién podríamos confiárselo?

Cullen se pasó una mano por el pelo.

—Si estás pensando que no puedo ser yo, quizá tengas razón. Bueno, no es que no me haga ilusión gobernar el mundo, pero no tengo tiempo para eso. Sin embargo, es mejor que esté en manos Nokolai que en manos del Gobierno.

El Gobierno. Lily.

—¿Qué quieres decir? —replicó Rule.

—No se lo cuentes a Lily. Todavía no. Le faltará tiempo para ir a informar a esa maldita Unidad suya y…

—Tengo que contárselo. La última vez que me guardé cosas… —Rule soltó una carcajada rápida y dura—. Ella acabó en el infierno. Al igual que yo.

Cullen negó con la cabeza.

—Lo que te guardaste para ti eran asuntos del clan y no tuvo nada que ver con lo que os pasó.

—No puedo ocultarle cosas.

—Ya lo estás haciendo.

 

Lily cogió el bolso y el ordenador, cerró la puerta del coche y se dirigió a la salida del garaje a buen paso. Automáticamente examinó el jardín de atrás, pero no pudo ver a los guardias.

Francamente, le ponía los pelos de punta. Se alegraba de que los guardias estuvieran allí, pero no le gustaba la idea de que hubiera personas que podían esconderse de una manera tan perfecta.

La puerta de atrás se abrió justo cuando ella alargaba la mano hacia el picaporte. Se sobresaltó y dio un paso atrás.

—Maldita sea. Esto es de lo más desconcertante —le dijo a Benedict, que era el que le había abierto la puerta.

El lupus sonrió. Benedict era un hombre de pocas palabras y a veces… no utilizaba ninguna en absoluto.

—¡Rule! —gritó Lily mientras dejaba el ordenador sobre la mesa y sacaba el móvil de su bolso antes de dejarlo caer en el mismo sitio. Le dio a la tecla de marcado rápido para llamar a Cynna.

—Parece que las cosas se mueven —dijo Lily mientras comprobaba la hora en el reloj y observaba a Rule entrar en la cocina—. Venga, Cynna, cógelo —pidió al teléfono, y después siguió hablando con Rule sin hacer una pausa—. Tengo una pista. Voy a tener que ir a Chicago, así que supongo que algunos de los guardias… mierda. —El buzón de voz de Cynna la invitó a dejar un mensaje.

Lily lo hizo y en él decía que Cynna tenía que devolverle la llamada lo antes posible. Después se quitó la chaqueta y explicó a Rule:

—La mujer con la que he hablado en Baltimore estaba muy asustada. Jiri se ha cargado a un buen número de sus seguidores, pero por fin he conseguido que me dé un nombre, uno nuevo que el Servicio Secreto no conoce. Hamid Franklin se unió al movimiento mucho después de que Cynna lo dejara. Al parecer era uno de los favoritos de Jiri, así que…

Rule estaba demasiado quieto y callado, y Lily por fin se dio cuenta.

—¿Qué pasa? ¿Algo malo? —Era una pregunta estúpida teniendo en cuenta todas las cosas malas que estaban ocurriendo últimamente. Pero tenía que haber algo más.

Lo había.

—No puedo ir a Chicago —le informó Rule—. Hoy van a entregarme el cuerpo de Paul.

El Mundo de los Lupi 03 - Líneas de sangre
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