XIII. VIAJE A ARGENTINA

EL 8 de julio de 1948 salen en su coche desde Washington y dos días después llegan a Nueva York: Juan Ramón está tan contento que se propone pasar en Nueva York dos temporadas al año escribe Zenobia en su diario—. Da gusto verlo tan encantado ¡como un niño! Espero que este viaje de veinte días por mar y la comida española e italiana de la que seguramente podrá aprovechar alguna cosa para añadir a todos los cereales, jamón y ginger ale, que yo le llevo y que gane algún peso porque está demasiado delgado. Sin embargo está muy bien moralmente y contento que es lo principal. Me alegro mucho (hasta ahora) de haberlo casi obligado a hacer este viaje[404]. El día 12 embarcan en el “Río Sacramento”, y tres días después, escribe Zenobia: en estos cuatro días el cambio en J.R. es una cosa extraordinaria. Cuando embarcamos toda su preocupación era que no embarcaba sin médico, luego se olvidó preguntarlo, más tarde no quería saberlo. Al segundo día, completamente resignado a conformarse con el enfermero, se presentó el médico. Hay una niña ciega a bordo y los dos nos ocupamos de ella. Esto también lo ha distraído y la charla de siete viajeros adultos y tres niños… Antes me preguntaba si no le harían daño las cosas que veía en la mesa y solían hacérselo, ahora pregunta indignado que por qué le va a hacer daño una cosa. Ha comido varias comidas nuevas y nada le ha hecho daño hasta ahora. Está encantado.

Durante la travesía y su estancia posterior en Argentina y Uruguay, Juan Ramón escribió uno de los más hermosos libros de su trayectoria poética, “Animal de fondo”, concebido como una parte de un libro más amplio que pensó titular “Dios deseado y deseante”. El libro, publicado por Editorial Pleamar, salió a la venta en julio de 1949, ocho meses después del regreso de Juan Ramón a Riverdale. Según parece, hubo en el poeta, desde el momento que inició el viaje, la intuición de la profunda vivencia interior que ese viaje le iba a ofrecer. Y así lo escribió en el borrador de una de sus conferencias argentinas: El hecho es que al subirme en el coche en Riverdale para tomar el barco que me había de traer a Buenos Aires, empecé a escribir estos poemas, escritura que siguió en Nueva York, durante toda la travesía, y en este Buenos Aires[405]. De igual modo se lo contaría después, por carta, a la poeta española Ángela Figuera: dios estaba en mí, con inmanencia segura, desde que tuve uso de razón; pero yo no lo sentía con mis sentidos espirituales y corporales que son, naturalmente, los mismos. De pronto, el año pasado, gran año para mí, al poner el pie en el estribo del coche, aquí en Riverdale, camino de Nueva York, camino de la Argentina, lo sentí, es decir, lo vi, lo oí, lo gusté, lo toqué. Y lo dije, lo canté en el verso que él me dictó. Eso es todo[406].

El primer poema de la “Sección I: las ciudades” del libro lo titula “La transparencia, dios, la transparencia” y lo fecha en Riverdale (Maryland):

 

Dios del venir, te siento entre mis manos,

aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa

de amor, lo mismo

que un fuego con su aire

 

No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo,

ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano;

eres igual y uno, eres distinto y todo;

eres dios de lo hermoso conseguido,

conciencia mía de lo hermoso.

 

El dios juanramoniano es creación del poeta, dios conseguido, “conciencia mía de lo hermoso”, a la que se llega tras una lucha y mucho trabajo: Si yo, por ti, he creado un mundo para ti 1 dios, tú tenías seguro que venir a él, / y tú has venido a él, a mí seguro, / porque mi mundo todo era mi esperanza (“Animal de fondo”, I, 2). El dios que es siempre al fin, el dios creado y recreado y recreado por él mismo.

La segunda sección del libro, titulada “Mar abajo”, comienza así:

 

No sólo estás entre lo hombres,

dios deseado; estás aquí también en este mar

(desierto más que nunca de hombres)

esperando su paso natural, mi paso,

porque el mar es, tan olvidado,

mundo nuestro de agua.

(Animal de fondo, II, 1)

 

Todas las nubes arden, porque el poeta ha encontrado al dios deseado y deseante. Y el deseante dios, conciencia plena, le lleva por todo el mundo. Al pasar por el ecuador y frente a las costas de Brasil, el poeta puede ver la constelación del la “Cruz del Sur”, título del poema 11 de esta segunda sección:

 

La cruz del sur se echa en una nube

y me mira con ojos diamantinos

y mis ojos más profundos que el amor,

con un amor de siempre conocido

……………………………………

La cruz del sur me está velando

en mi inocencia última.

en mi volver al niñodios que yo fui un día

en mi Moguer de España

Y abajo, muy debajo de mí, en tierra subidísima,

que llega a mi exactísimo ahondar,

una madre callada de boca me sustenta,

como me sustentó en su falda viva,

cuando yo remontaba mis cometas blancas;

y siente ya conmigo todas las estrellas

de la redonda, plena eternidad nocturna

(Animal de fondo, II, 11)

 

Y cuando la tierra está próxima, el poeta dice: Todos vamos, tranquilos, trabajando / el maquinista, fogueando; el vijilante, / datando; el timonel, guiando;/ el pintor, pintando; el radiotelegrafista, / escucheando; el carpintero, martillando; / el capitán, dictando; la mujer,/ cuidando, suspirando, palpitando/… y yo, dios deseante, deseando (Animal de fondo”, II, 14).