IX. AÑOS REPUBLICANOS
EL 14 de abril de 1931 el Rey sale para el exilio y se proclama la II República Española en Madrid, donde el gobierno provisional que preside Alcalá Zamora se ha hecho cargo del poder. Al día siguiente, en casa de Juan Ramón están poniendo una “pared muda” junto al tabique del piso contiguo, para ver si consigue evitar los ruidos y poder seguir trabajando con un mínimo de tranquilidad. La obra tarda mucho más de lo previsto, y al final, los ruidos siguen oyéndose como antes… A últimos de abril acude a visitarlo Constancia de la Mora, que había trabajado con Zenobia en la tienda de arte popular y que era sobrina del nuevo ministro de la gobernación, Miguel Maura, para decirle que se cuenta con su nombre para una de las embajadas vacantes. Juan Ramón se niega, porque carece de las condiciones técnicas necesarias, y porque prefiere seguir dedicándose al trabajo poético: Yo he tenido en mi vida que trabajar mucho, pero ahora es cuando estoy trabajando verdaderamente a gusto y contento; ahora que me he sacudido a toda esa gente y no veo a ninguno de ellos. Ya tengo hecha la valoración completa de mi obra y todo el día lo dedico a esto[271].
Le siguen visitando escritores y poetas, muy jóvenes: Ramón Feria, Ernestina Champourcín, Díaz Caneja, Guillermo Díaz Plaja, Luis Felipe Vivancos, Leopoldo Eulogio Gómez, Enrique Moreno, Emilio Herrera, etc. y también Federico de Onis, Gerardo Diego, Matilde Pomés… El progresivo empeoramiento de la situación política del país afecta a Juan Ramón, que prefiere seguir viviendo en España, pese a la invitación de su cuñado José Camprubí para que se vayan a vivir a América. Le preocupa la posible reacción popular contra la aristocracia, temiendo que se pueda prender fuego al barrio de Salamanca, donde él vive en una casa en cuya fachada hay un gran escudo monárquico: Por si acaso —le dice a Juan Guerrero— he comprado una bandera republicana, y cuando ocurra algo la pondré en el balcón, a ver si así me libro de las primeras piedras[272]. Los editores Valdés y Palazón no han respondido a su oferta, y sus libros se venden muy poco, por lo que su situación económica se va haciendo difícil. Se lo dice por carta a su hermano Eustaquio: Acabo de poneros un jiro de cincuenta pesetas. No he podido más, y no sé cuándo podré. La tienda está cerrada y lo que Zenobia recibe (de sus rentas familiares) es menos, pues también en América anda todo mal… Hemos pensado también en irnos a América, donde yo podría desempeñar un cargo universitario. No sabemos nada fijo[273]. Y Juan Ramón sigue preocupado por el estado de Zenobia, aunque se tranquiliza cuando los médicos deciden definitivamente no operarla.
El 29 de junio recibe, junto a Juan Guerrero, a los editores de Signo, Valdés y Palazón, llegando a un principio de acuerdo. De cualquier modo y aunque sea por su cuenta, Juan Ramón piensa dar su libro “Españoles variados” —una colección de retratos líricos, algunos de los cuales ya han sido publicados—, que ya tiene casi terminado. Juan Ramón pasa plácidamente los atardeceres del verano, frente a los frondosos árboles del Sanatorio del Rosario, en amistosa charla con Juan Guerrero Ruiz, hablando de todo lo divino y lo humano. De lo polftico, deriva a lo social, considerando que el pueblo no puede dejar de tener religión, pues constituye el único freno moral para la mayoría de la gente: —Yo no tengo creencias relijiosas concretas, pero creo en la necesidad de que las tengan aquellos jóvenes que por sí mismos, por no tener ideal de moral propia, no pueden mantener su vida en un nivel de conducta superior… En la época actual está desapareciendo todo el idealismo, y la mujer moderna cree haberse puesto a la altura del hombre, con fumar, beber… y divertirse como él, haciendo lo que quiere con unos y con otros. Lo que la muchacha americana llama hacer su vida, hay que ver lo miserable que es… Y ahora aquí hay muchísimas jóvenes que tienen libertad para hacer su vida y andar con relaciones íntimas aquí y allá, como si en eso consistiera lo moderno… Yo no puedo creer en el amor libre; no he creído nunca; creo que un hombre y una mujer pueden tener en su vida más de un amor, una pasión, pero siempre esto a base de amor de enamorarse de veras, y guardándose siempre, y a los demás, el respeto debido; no creo que en la vida no deba haber más que un solo amor únicamente, porque esto es casi imposible; pero de esto a la forma actual de entender el amor hay mucha diferencia… Yo odio a las muchachas modernas que van mostrando todo su cuerpo, como si así pudieran tener mayor encanto, cuando es al contrario, ya que así todas son iguales… Para mí, la mujer, como la poesía, como el arte o la fama, ha de ser siempre difícil; desde el momento que sea una cosa fácil, ofrecida, ya no me interesa nada, y no digamos del que va a una casa de prostitución y da dinero encima, ¡eso ya es el colmo!
Recuerda a la recitadora argentina Berta Singerman, que incluía poesías suyas en su repertorio y por la que se sintió fascinado por algún tiempo: En el caso de Berta Singerman hubo por mi parte un sentimiento afectuoso, que motivó el que yo le escribiese dos o tres cartas muy cariñosas, pero es que me daba pena ver a aquella muchacha sometida a un hombre que la maltrataba y de quien ella no se recataba en contarme horrores… Yo hubiera querido ayudarla a limpiar su arte, depurando sus programas y ella hubiese podido vivir dignamente, separándose del marido, pero luego fui comprendiendo que en el fondo eran los dos iguales… Por eso, la última vez que vinieron ya no quise verles y me alegro de que no vuelvan para que no pueda volver a aquel afecto sentimental del principio… Y Juan Ramón sigue lamentándose de las jóvenes actuales, que están en contra de lo idealista, dominadas por el materialismo. Por eso está satisfechísimo de no haber tenido hijos en el matrimonio: En realidad, no sabría cómo educarlos, pues de una parte podría parecer anticuada nuestra educación, y la que actualmente tienen los jóvenes es una vergüenza.