DE NUEVO, LOS JÓVENES
EL 8 de enero de 1945 Zenobia comienza sus clases en la Universidad, cinco cursos, cinco clases, tres días a la semana. Le ocupan mucho tiempo, pero ella se siente bien entre sus jóvenes estudiantes de español y porque abre así el ámbito de sus relaciones sociales. Juan Ramón trata de adaptarse al ritmo de ella, pero le disgusta que llegue demasiado tarde a casa. Y pronto, comienza a encontrarse mal, requiriendo una mayor atención de Zenobia y haciendo a veces lo que ella quiere (ir al cine, algún concierto, etc.). Pero después de varias semanas de impotencia creadora, comienza a dictarle poemas: Él no se imagina cómo me entusiasmo, pues me aterroriza, como a él, que pueda perder el control y el poder creativo[382]. Ella debe ajustar cada vez más su tiempo, teniendo en cuenta que, además de su actividad universitaria, da clases de español a un diplomático francés y acepta hacer traducciones para el Departamento de Estado. E inevitablemente, Juan Ramón se queja…
Pero se siente estimulado con la correspondencia que inicia con Claribel Alegría, una joven escritora salvadoreña de veinte años que estudia en la Universidad de George Washington de la capital y que le ha enviado una carta cariñosa y sus versos, a los que el poeta replica: ¿Cómo eres? Enséñame un retratillo tuyo, niña querida. No sabes cómo me ha gustado tu espontaneidad, lo mejor de la vida. Yo también soy franco y vivo. Dices que pensaste una vez ir a mi España a conocerme. Pues ahora estamos más cerca, ¿por qué no vienes, aunque sea por poco tiempo?… Escríbeme largo y cuéntame de tu vida, y escribe versos en prosa y mándamelo todo. Me parece que vamos a ser buenos amigos. Eres sencilla y eso me encanta… Claribel le envía una fotografía suya y más poemas: Sí, te quiero Claribel, y me gustan tus versos. Y estoy deseando verte, aunque sea tan poquito tiempo. Te mando esta fotografía de hace cinco años. Ya tengo más gris el pelo. Es sólo para ti. No se la enseñes a nadie. Yo no doy retratos casi nunca. Pero tú me gustas[383]. Finalmente, Claribel va a conocerlo, convirtiéndose pronto en una visitante asidua de la casa. A menudo, Zenobia llega tarde y Claribel se queda un buen rato charlando con Juan Ramón.
Pero Juan Ramón seguía con sus resquemores con los poetas “jóvenes” y “menos jóvenes”, de los que sabía poco. Así se lo decía, en carta del 16 de marzo, al poeta cubano Eugenio Florit, ahora residente en Puerto Rico: Los oportunistas (un Ramón Gómez de la Serna), los hipócritas (un Jorge Guillén), los farsantes (un Pedro Salinas), los pícaros (un José Bergamín), nunca podrán ser, o seguir siendo mis amigos. Y les atacaré siempre, pero abiertamente. Y esponiéndome a su calumnia, su arma única[384]. La antipatía, por supuesto, era mutua, tal como lo evidenciaba, una vez más, la carta enviada el 18 de marzo por Jorge Guillén a Pedro Salinas: Hoy quiero poner aparte, como en un lazareto, los últimos incidentes del caso Jiménez. ¡En mala hora lo conocí! Ese hombre es la desgracia de mi vida —de mi pobre y tranquila vida literaria—. En una de tus cartas del año pasado te referiste con la natural indignación a la “carta a mí mismo” (¡vergonzoso Narciso Onan!) publicada en “Letras de México”. Entonces pensé, como contestación, recordar algunas de sus recientes alusiones, de la más variada índole; pero siempre emponzoñadas. Ya no sé dónde ni cuándo se han publicado todas esas bajezas. Sin exageración —y ten en cuenta que yo padezco de manía antipersecutoria—, han sido muy numerosos esos ataques. Puedo ostentar —y con qué asco— ese título: principal blanco de las flechas de J.R.J… Pues bien, hace días recibí carta de don José Cirre, secretario de la “Revista de Las Indias” (¿no fue en Madrid secretario de “Cruz y Raya”?) y Cirre me decía que Bergamín le había manifestado su desagrado —no recuerdo las palabras— porque en la “Revista de las Indias ” se había permitido que J.R.J. me ofendiera a mí. Y Cirre me ofrecía la revista para acoger mi defensa… Y pensé redactar una “epístola” como la de marras, hartándome de llamarle miserable y canalla, porque ésos son los calificativos que más exactamente caracterizan a ese Hijo de la Gran Violeta. Y juzgué que sería necesario enviarte a ti la carta para que tú la censurases antes de ser dirigida a su destinatario. Pero Germaine me convenció de que no debía escribir en esa forma. Y me limité a redactar unas líneas, que se refieren a su conducta calificada, concreta y objetivamente. Él me llama a mí el “mayor hipócrita”, ¿habrase visto?
Yo no le llamo a él nada. Sólo al final le expreso mi desdén… Claro que no me ha contestado el tal Narcisón (“él Narcisón ya viejo”). ¿Qué hará? ¿Cómo administrará su furia?… ¡Que haga lo que quiera! Lo único que sé es que no es posible esperar una reacción noble, una moderación o encauzamiento de todas esas malas pasiones. Y que el tal Jiménez tratará siempre, no sólo de quedar bien —en beauté— ante sus propios ojos. ¡En mala hora conocí a ese hombre![385]
Jorge Guillén hacía referencia a un aforismo de Juan Ramón, titulado “Respuesta concisa” y publicado en “Revista de las Indias”, que decía así: Y J.G., el mayor hipócrita, también tengo a la vista los papeles, tradujo la “Oda” del católico Paul Claudel, “a los mártires de la guerra española” y firmó la Antolojía del Alzamiento Nacional, según crónica de “ABC”. Era cierto, salvo que el cronista del ABC había confundido a Jorge Guillén con un falangista llamado Jorge Villén. Tal lo reconocía el propio Juan Ramón en el borrador de respuesta a la carta que recibiera de Jorge Guillén: Jorge Guillén me ha contestado sobre este asunto y, entre otras cosas que no me interesa tocar, dice que el autor del libro es Jorge Villén, no ya Guillén. Yo leí un artículo de Melchor Fernández Almagro, amigo de Guillén y mío, en el ABC… Si hay errata (qué errata tan estraña) el tiempo lo dirá[386]. No parece que la carta privada de Jorge Guillén hiciera mella aparente en Juan Ramón, que siguió viviendo de un modo normalizado, tal como le decía por carta a su hermana Victoria: Nosotros trabajando siempre, Zenobia en sus cosas y yo en las mías; y contentos de algunas cosas buenas y soportando otras malas. Como todo el mundo… Como ya vamos para viejos y nuestros intereses están muy dispersos, hemos hecho testamento y pronto os enviaré copias, a ti y a Ignacia. Cuando faltemos, todo lo que produzcan mis libros, que ahora es una rentita decente, irá a ti y a Ignacia.[387]
Juan Ramón, al que frecuentemente acompaña Claribel Alegría, sigue trabajando, y se muestra contento porque cree que próximamente terminará un nuevo libro. En carta a Pedro Bilbao dice: Yo, trabajando siempre que puedo, lo mismo que Zenobia, que está enseñando en la Universidad de Maryland, aquí al lado. Hemos pasado los dos enfermedades más o menos graves, y personas de la familia están enfermos de cuidado. Penas por todas partes y sólo el trabajo le levanta a uno… Pronto enviaré a Juan Guerrero mi libro “Lírica de una Atlántida ” (con toda la producción poética escrita en América). Losada está reimprimiendo libros antiguos míos (no por mi gusto; pero había que evitar las ediciones clandestinas); y este año le entregaré varios libros nuevos. El primero “La estación total”, seguido de “Las canciones de la nueva luz”. Este libro, que incluye todos mis versos de 1924 a 1936, no recogidos en libro, lleva esta dedicatoria: “A la memoria de Jaime Delclaux y a la vijilia de Pedro Bilbao Aristegui, con pensamiento acumulado”… Por casa vienen muchos estudiantes, más mujeres que hombres ahora, por la guerra, y entre ellas tenemos escelentes amigas[388].
Poco después, le escribe a Juan Guerrero, que ha fundado una editorial en Madrid: Usted se queja de que no le escribo. Eso quiere decir que desea usted una carta mía, además de las tan frecuentes de Zenobia. Si alguna vez no le pongo algo es porque Zenobia y yo tenemos vidas distintas que a veces no se encuentran. Los dos trabajamos mucho… Me gusta mucho el rumbo que va tomando su editorial y desearía ayudarle en todo… En cuanto a mis libros, ya he convenido una forma con Losada para que las dos editoriales puedan tener libros míos. Él hará, como hasta ahora, las reediciones de los libros agotados que yo quiera dar, Platero, del que lleva vendidos unos 70.000 ejemplares, una serie de libros menores inéditos como libro y unas antolojías grandes en verso y prosa. A usted le enviaré “Lírica de una Atlántida” y luego ciertos libros que yo tuve siempre interés en hacer… Ya en Méjico, la pandilla de siempre empezó a hablar de mis negocios en España, todo dirijido por el deficiente público español número 1, Sepepito, que aunque nadie lo respeta en Méjico y ha caído con el hombre más despreciable de por allí, sigue vivoteando con su constante picaresca. Quiso acercarse a mí pidiéndome libros para su editorial, y como yo no le hice caso emprendió de nuevo el ataque soez de costumbre… Aunque quisiéramos mucho ir a España, por ahora no puede set: Los dos hermanos de Zenobia están enfermos y ella desea verlos con frecuencia… Por segunda vez hemos decidido levantar el piso de Padilla, y aunque volviéramos no querríamos ocupar, porque los terribles asesinatos que ocurrieron en esa casa, al comienzo de la guerra, nos harían imposible la vida en ella… Los paquetes que usted me envía de libros y revistas llegan bien todos y yo necesito tener todo lo posible para mi trabajo…[389] Y paulatinamente le van llegando sus libros, enviados por Juan Guerrero, aunque no todos han sido aún recuperados del saqueo.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, el 8 de mayo de 1945, Juan Ramón se siente fuerte y animoso. Le escribe directamente a Félix Ros: Pienso ir pronto a Europa, Félix Ros, y me gustaría mucho encontrarme en mi casa todo lo que usted y sus dilijentes amigos recojieron con tanto cuidado de ella… Yo no soy demasiado egoísta, pero usted que es un poeta culto, sabe lo que para un escritor significa su biblioteca, sus manuscritos, sus cartas, toda su intimidad… Me estraña que nunca respondiera usted a mi carta anterior, enviada a Santander, ya que no recuerdo haber ofendido nunca a usted. Ahora, espero su respuesta[390]. Y pocos días después le escribe a José María Pemán, a la sazón Presidente de la Real Academia Española de la Lengua: Yo no sé si usted sabe que un grupo de jóvenes más o menos escritores allanó nuestro piso de Madrid y, con engaño de nuestra pobre cocinera, se llevaron todo lo que quisieron y pudieron. Que se llevaran objetos como máquina de escribir, gramófonos, discos (útiles diversos que se pueden volver a tener) no me hubiese importado mucho. Pero mis manuscritos, mis cartas particulares, mis queridos libros, fotografías, pinturas, etc., no puedo soportarlo… Esto no se hizo por ninguna orden superior, todo lo contrario, la orden fue del hombre de más baja moral de toda España, a quien Unamuno designó como el Deficiente público español número uno y a quien, siendo él un muchacho, y lo mismo que a otros compañeros suyos, ayudé tanto; y que luego, por la ridícula vanidad de ser segundones se revolvieron contra mí. El jefe de la pandilla fue secretario del Deficiente en algunas de sus empresas editoriales, y el asunto se convino en Barcelona de donde vino a Madrid a la primera ocasión dicho secretario… ¿No sería posible que usted interviniera pacíficamente para que estos ladrones reintegraran a nuestra casa lo que todavía retienen? Cuando nuestra buena sirvienta quiso denunciar el hecho, yo no lo permití. Preferí esperar: Me parece que ha llegado el momento de decidir todo esto, porque si no el tiempo se pondrá por medio y lo imposibilitará todo[391]. A lo que responde Pemán, en carta del 21 de agosto: Conozco por Guerrero los detalles y sombras del caso y le reitero a usted lo que a él verbalmente le dije: mi deseo y propósito de ocuparme con la vehemencia de un asunto propio por el posible remedio de lo ocurrido. Creo interpretar la ecuánime postura de usted intentando, mejor que ningún otro camino más ruidoso, una presión sobre los rateros para la devolución de lo llevado. Lo que ocurre es que este propósito ha tenido que sufrir la pausa veraniega[392].
Zenobia había pasado el mes de agosto en Nueva York con sus familiares, y de vuelta a Washington, fuimos en auto a Mt. Vernon solos los dos por la tarde; estaba tan tranquilo todo y tan bello que nos sentimos felices y regresamos a casa con una hermosa visión de río azul[393]. Hasta el comienzo de sus clases, a mediados de septiembre, disfrutan de unas verdaderas vacaciones juntos, realizando frecuentes excursiones por los alrededores de Washington. Pero Juan Ramón pasa por una apatía creadora, y hasta finales de octubre no vuelve a dictarle a Zenobia, envuelta siempre en múltiples actividades. Tiene, de nuevo, problemas de salud y apenas sale de casa… A finales de 1945 Juan Ramón cumple lo prometido, mandando a Juan Guerrero Ruiz “Lírica de una Atlántida” en sucesivos envíos. Guerrero le respondió por carta fechada el 6 de febrero de 1946, entusiasmado: ¡Qué alegría, querido Juan Ramón, recibir estas hermosas Canciones de La Florida, primicia de “Lírica de una Atlántida”!… Creo que podremos entendernos bien para que el libro resulte a su gusto, incluso viendo sus pruebas si lo desea. Será magnífico. Sin embargo, pronto surgieron problemas para la edición del libro. Problemas con la censura eclesiástica, según le contaba Guerrero: Yo pensaba que tratándose de poesía lírica no habría motivo para preocuparse de la censura… Pero alguna vez cuando el nombre de “dios”puede estimarse que se emplea aludiendo a la divinidad, pudiera ocurrir que la censura impusiera la D. mayúscula o bien tachara la línea, la estrofa o el poema. Y si pasara inadvertido, aun después de aprobado el texto, si después hay una queja de un censor más o menos oficioso, puede ocurrir que ordenen retirar el libro o las páginas que no consideren ajustadas a los principios ortodoxos porque se rigen[394]. El libro completo ya no se editará en vida de Juan Ramón, sino sólo dos de sus secciones: “Romances de Coral Gables”, que salió como libro independiente en 1948 y “Espacio”, en versión completa y prosificada, editada por la revista “Poesía Española” en 1954.