EL FRENTE POPULAR

EL año 1935 comienza bien para Juan Ramón, que está mejor de su salud y trabaja mucho, mostrándose dispuesto a dar el primero de sus grandes libros para abril o mayo: “Canción”, que recogerá todas sus canciones. En febrero imprime las tres primeras “Hojas”, de una nueva serie de cuadernos que irán dando parte de su producción inédita. Se mantiene más abierto a recibir visitas: las recitadoras Bertan Singerman, Monny Hormelo y María Antonia, y los jóvenes poetas Cayetano Aparicio y García Voigth. Pero rechaza el ofrecimiento que le hace Gregorio Marañón para ser designado miembro de la Academia de la Lengua, al tiempo que firma un manifiesto pidiendo clemencia para los condenados por los sucesos de Asturias. En mayo declara al periodista argentino Pablo Suero su profundo pesimismo y una gran desilusión por este momento de la vida española. La República me ha defraudado. Estas vergüenzas del straperlo no tienen nada que envidiar a las de la monarquía[301].

Con los calores del verano Juan Ramón vuelve a estar enfermo, padeciendo de frecuentes cólicos. Duerme mal y los ruidos de los vecinos no le dejan trabajar, y el no trabajar es algo que no puede soportar, que le tiene decaído, hastiado. No hay quien le haga salir de su casa, y no quiere recibir a nadie. Querría irse de Madrid y vivir en una casa sencilla en algún sitio sano y agradable: —Madrid, hoy, ya no tiene atractivo para mí; yo he sacado a Madrid todo lo que podía darme, y hoy no me añade nada. En realidad, amigos de verdad no tengo aquí ninguno, y a las jentes de mi profesión no quiero verlas: a los mayores y a los de mi jeneración porque por circunstancias diversas todos vivimos apartados unos de otros, y a los demás porque ya he perdido bastante tiempo en ayudarles para que todos se hayan unido contra mí[302]. Con Zenobia, ha pensado dónde podría irse a vivir, a Cataluña, a San Sebastián, a las proximidades de la frontera española, etc., pero le da mucho miedo cualquier cambio… A mediados de agosto, intenta reanudar en trabajo, pero no se encuentra en plenitud: Estos días siento en mí la influencia desconocida de alguna fuerza o variación de la naturaleza que actúa sobre mi vida vejetativa, produciéndome un estado especial de decaimiento… Hace varios años que es en agosto cuando se me ocurren estas cosas; desde 1926, en que cojí, al volver de Galicia, la terrible colitis que me dejó convertido en otro hombre, ya no volví a ser el que era. Sin duda influyó también el réjimen prolongado de dieta al que me tuvo sometido Marañón… Lo cierto es que desde entonces no he estado completamente bien[303]. Aunque no quiere ser político, firma un manifiesto pidiendo al Gobierno la revisión del proceso al periodista Luis Sirval, fusilado el año anterior en Asturias.

El 2 de septiembre muere don Manuel Bartolomé de Cossío, y Juan Ramón no acude al cementerio por temor a encontrarse a gente que no quiere ver, aunque pocos días después le lleva flores al cementerio civil, con Zenobia y Juan Guerrero. Sigue resintiéndose de su salud, pero le reanima el saber que de “Platero y yo” se han vendido, en sus distintas ediciones, más de 40.000 ejemplares. Y paulatinamente se va recuperando, y firma otro manifiesto a favor de Antonio Espina, que ha sido condenado a un año de cárcel por haber publicado un artículo contra Hitler. Va al Retiro por las mañanas, y con Zenobia frecuenta ciertos círculos sociales, acude a conciertos, etc. En diciembre se encuentra bastante bien, trabaja mucho y reanuda su colaboración en el diario “El Sol”, enviando material inédito y nuevo cada quince días. Simultáneamente, manda trabajos inéditos a diversas revistas poéticas de toda España. Pero lo que publica en “El Sol” no tarda en producir resquemores. La muerte de Valle Inclán le lleva a escribir un espléndido ensayo sobre él, en uno de cuyos párrafos dice: Al fin, el retorno lamentable a su cuna de piedra y musgo, pobre del todo en el presente y rico de pasado, para dormir antes de morir… Yo le vi siempre sencillo, grato, correcto, cumplidor, digno. Alguien que me oye esto me dice: “Era un maldiciente. ¡Usted no sabe lo que decía de usted? ” A mí, contesto, no me importa nada de lo que Valle Inclán maldiciente dijera de mí. Nada me debía, sí yo a él. Además, Valle Inclán, llevado al terreno de lo noble, reaccionaba justo, y en eso estaba el hombre verdadero, en la justa reacción decisiva. Quienes indignan a todos con su picarismo, su artería, su calumnia, son los segundones, tercerones, cuarterones y quintillos; los que, debiendo tanto a sus mayores, procuran siempre disminuir cuanto pueden al envidiado, por los cortes más indignos, para flotar ellos un poco más. Contras éstos, sí, y aunque el calumniado, el ofendido reconozca los méritos absolutos o relativos de los tales, el desprecio más corto[304].

Del mismo tiempo es “Sonrisas de Fernando Villalón con soplillo distinto”, un sentido recordatorio de su antiguo compañero de colegio[305]. Y una nota sobre Jorge Guillén, más bien elogiosa, que no deja de producir resquemor en Pedro Salinas: Lo del individuo de Padilla mejor está así que de otra manera. Yo desde luego interpreté lo de “El Sol” como muy favorable, como lo que más puede dar de sí ese personaje… Moralmente es una mezquindad, hija putativa de la envidia, con su mala intención destructiva e insidiosa. Ya no puede poner la pluma en el papel (véase el artículo de Villalón y el de Valle Inclán) sin verter algo de su vileza[306]. El panorama se complica por las críticas que Juan José Domenchina hace en “La Voz”, a la segunda edición de “Cántico” de Jorge Guillén y a la edición de Salinas de la obra de San Juan de la Cruz. Y a finales de marzo de 1936 aparece en “El Heraldo” una carta de protesta y en defensa de Salinas, firmada por Alberti, Altolaguirre, Bergamín, Cernuda, García Lorca, Guillén, Pablo Neruda y Arturo Serrano Plaja, en la que indirectamente se implica a Juan Ramón. Éste replica en “El Sol”, dirigiéndose directamente a Pedro Salinas, al que llama “camaleón” y “Judas poético y político”, por ser el autor encubierto de esta “nueva campaña” en que se ha mezclado injustamente su nombre[307].

Juan Ramón está fuerte, y parece dispuesto a dar la última estocada al grupo de enemigos que constantemente le está hostilizando… En su crítica a “La realidad y el deseo” de Luis Cernuda dice que en el libro hay páginas que son una vergüenza, consagradas a cantar la cintura, el pecho y las piernas de un joven: Todo el libro por graves, melancólicos, heroicos que sean o quieran ser los temas, nos trae una sensación de adolescencia. La inspiración de Luis Cernuda es un Adonis errante entre ruinas clásicas, que toman por el suelo todas las formas de la ilusión, hundidas en el abril eterno en prado de verde florido; Adonis que espera a su poeta, mientras en el naranjal con violetas al pie, las nueve Musas suspiran solas su abandono[308]. En cambio, se muestra encantado con Miguel Hernández por su “loca elejía” a la muerte de su amigo Ramón Sijé, y sale en defensa de las Obras Completas de J. J. Domenchina: Y si a Domenchina le gusta el rebuscamiento, en algunas de sus frases, nunca llega al frío “ripio en masa” de Jorge Guillén, tan lato conceptista otras veces, al “truco perpetuo” de Pedro Salinas, maestro también en la fantasía injuriosa, ni a la irresponsable jerga de éste o el otro membranoso charlero que monta en caballo verde (se refiere a Pablo Neruda)… Cuando yo intenté, en 1923, la Biblioteca Indice… mi idea era reunir en un haz los rayos de la joven poesía española de entonces: Moreno Villa, Basterra, Domenchina, Espina, Guillén, Salinas, Lorca, Alberti, Aleixandre, Dámaso Alonso, Cernuda, Altolaguirre, Diego, Prados… Hay quienes quieren “brillar” y necesitan apagar para ello otras luces que brillan sin querer Seamos poetas y críticos justos, veamos con la luz de cada uno su fulgor, su color; multipliquemos la luz. Que nuestra saeta quede sólo, y respetando siempre el resplandor verdadero, propio o reflejado, para el traidor, el doble, el engreído, para el apagaluces[309].

Los constantes incidentes que se producen tras la victoria electoral del Frente Popular le inquietan, según le dice a Guerrero por teléfono: Hemos tenido bastante inquietud; nosotros tuvimos que recojer a mi sobrina Victoria (monja en un convento) y llevarla al Escorial (donde vive otra sobrina que está casada) porque la casa donde vivían en Madrid han tenido que desalojarla. Hoy, que ha tenido lugar la elección de Manuel Azaña para Presidente de la República, no ha ocurrido nada, pero los incidentes surjen de improviso y no puede decirse cuándo van a venir[310]. Y le sigue contando: El día primero (de mayo) se anunciaba que si había algo contra la manifestación se quemaría este barrio de Salamanca. Estoy muy preocupado porque esta calle es casi toda de hoteles de gente conocida, y aunque esta casa es de vecinos se encuentra muy aislada. Además, ese gran escudo junto a mis balcones que el dueño se niega a quitar… Ya ve usted, en caso de incendio, si los papeles arden fácilmente, y es todo el trabajo de mi vida que se pierde si quemaran este edificio… Salir de España sería desertar, una cobardía, y no lo hago. Así que estamos con gran preocupación de si llegará un día en que desaparezca toda la obra, que es mi vida entera. Por otra parte, debe preparar una conferencia para la inauguración del Instituto del Libro Español, que se imprimirá, se repartirá y se dará íntegramente en “El Sol”. Quisiera que se leyera mucho, a ver si servía de algo, para que la gente se diera cuenta de que por la poesía se pueden salvar muchas cosas que ahora están en peligro.

El 24 de mayo se inaugura la Feria del Libro, poniéndose a la venta “Canción”, el primer libro que Juan Ramón publica desde 1923. Es el tercero de su planificada “Obra Completa”, que, bajo el título general de “Unidad”, comprenderá seis tomos más, todos ellos en verso. Según dice el mismo autor en el prologuillo del libro, las canciones de “Canción” (como los otros títulos) participa de toda la vida poética de J R J. El poeta dice que la poesía, como el amor o la relijión, sus equivalentes, ha de vivirse siempre en presente, conservando siempre lo mejor de lo pasado y perfeccionando siempre lo peor. Porque una obra poética es un ser vivo con instinto y conciencia, con el mismo instinto y la misma conciencia de su creador[311]. El libro contiene un buen número de poemas escritos por Juan Ramón, en sus distintas fases, y depurados hasta el máximo. El mismo día en que sale “Canción”, el poeta recibe una oferta de la Universidad de Puerto Rico para editar una antología poética suya y otra de R. Tagore, pagadas por la propia Universidad. Aprovechando la ocasión y dado los incumplimientos de Palazón, Juan Ramón quiere dejar al margen a la Editorial Signo y fundar él su propia editorial, en sociedad con Zenobia, Juan Guerrero, León Sánchez Cuesta e Inés Muñoz, quienes que se muestran conformes. Ayudado por Juan Guerrero, hace la liquidación con Palazón. Y el 30 de mayo de 1936 Juan Guerrero se marcha de Madrid, y ya no verá más a Juan Ramón.