Frankfurter Allgemeine Zeitung
En un artículo en El País Semanal, el profesor Pemán establecía el binomio Pollock–Kodama como los dos raíles por los que circulaba el tren de la pintura contemporánea. A pesar de su tardía irrupción, fue tal la huella del precursor que marcó a fuego a las generaciones futuras.
Basta un simple vistazo a Pollock para entender que el americano es lo que es por haber bebido, tal vez sin darse cuenta, de las fuentes del nadismo.
A raíz de ese primer artículo comenzaron a aparecer cientos de réplicas en todo el mundo. Consciente de la parquedad germana con los adjetivos, hubo uno que le llamó la atención: lo firmaba Stephanie Heinzmann–Rijsttafel, que no era ninguna mindungui sino la directora del suplemento cultural del Frankfurter Allgemeine Zeitung.
“Igual que Gauss, Riemann y Einstein se adelantaron un siglo a la matemática, la existencia en la obra de Kodama de un Universo no euclídeo, no sólo demuestra que el espacio es curvo, sino que la historia es relativa”.
Leo calibró la redondez de la cita y sonrió para sus adentros. La miel estaba en la repisa y las moscas habían tardado menos de lo que esperaba.
Al otro lado del Atlántico los portavoces del gotha americano Ivr Rickshaw, Edith Zimmerman y Stu Radcliffe, pontificaron desde sus minaretes en los campus de la Costa Este. A pesar de las lógicas preferencias estéticas y diferencias de escuela, todos rindieron pleitesía al nuevo rey, al que catalogaron en el Manifiesto del Village como bisagra del arte contemporáneo.
Un viejo conocido de Yago Pemán, el profesor de arte en Yale, Axel Rehmes, daba en USA Today dos pinceladas sobre el artista descubierto por su colega trasatlántico.
Pocos sabrán que Leonardo tardó cuatro años en pintar la Monna Lisa. Viendo la estudiada distribución de formas y colores de la obra nadaísta, tras la apariencia de trazo fácil se esconde la maestría que corona toda una vida de esfuerzo. Sin duda, una llamada de atención para la generación de jóvenes fast–art que desdeñan el oficio y los años de trabajo necesarios para, como decía Picasso, aprender a pintar como niños.
Albert Botton, crítico del Washington Post, hablaba del pintor como un minotauro con cabeza de Picasso y cuerpo de Pollock.
Holy MacMahon, una lectora de Amarillo, Texas, pedía a Time que lo nombrara Man of the Year. Seiscientas personas apoyaron su propuesta en la edición digital.
Luciano Lotti, en Corriere della Sera, hablaba de Kodama como el inventor de un metalenguaje llamado a convertirse en el esperanto del arte contemporáneo. Como una ópera digital de Verdi a base de ceros y unos, nunca nadie expresó tanto con meros colores primarios.
El último salto mortal lo dio en Granma el ex Ministro de Cultura cubano, Fulgencio Camagüey.
Durante siglos de dictadura prerrafaelista, la pintura se sometió a la esclavitud de la perspectiva. El nadismo kodamiano ha roto las cadenas del convencionalismo burgués, logrando la síntesis superadora y bolivariana que anuncia el advenimiento del nuevo hombre demondiano.