Carlo Ponzi, estafador piramidal

 

 

Nada más entrar en el Lolina Vintage Café, Espíritu Santo 9, Leo tuvo la sensación de retroceder treinta años en el tiempo. En las paredes pósters de Raphael y discos de cuando Lola Flores era niña; el suelo era de linóleo y del techo colgaban tiras desmechadas de papel-pintura a flores. El Lolina tenía un tufo nostálgico, como una boîte de Puerto Hurraco; hasta la música de Nino Bravo era en blanco y negro.

Se sentó en una esquina, frente a la tele: en Antena 3 Matías Prats hablaba del tema del día, el escándalo del Fórum Filatélico.

De repente se abrió la puerta y entró Otamendi, que movió la cabeza como un Miura buscando a qué embestir. Nada más cruzar sus miradas, se dirigió a él sin dudarlo.

—Disculpa el retraso.

Leo lo observó mientras acomodaba su cazadora en el respaldo. Era más corpulento de lo que imaginaba. El poli miró el televisor, se giró y pidió una ración de bravas y dos San Miguel.

—Lo del Fórum es algo parecido a lo tuyo —rompió Otamendi.

—¿A lo mío?

—Estafas piramidales, de Ponzi. Sale un tipo y ofrece una rentabilidad mucho más alta de lo normal. A los primeros les devuelven lo que ponen más el veinte o el treinta por ciento.

Leo no sabía de qué le hablaba.

—El treinta, ya.

—Se van tan contentos y corre la voz. La magia está en que lo que devuelven no los sacan de invertir los depósitos, como un banco normal… sino de lo que ponen los siguientes.

—Mira tú.

Aquel tipo irradiaba seguridad.

—Ponzi funciona bien siempre que seas de los primeros; cuando deja de haber nuevos aportantes, los últimos se quedan sin nada. Por eso se llama estafa piramidal: mucha gente en la base y un solo tipo arriba.

—Uno solo arriba, claro.

El inspector pegó un sorbo a su cerveza y la dejó por la mitad. Con el pulgar se limpió un resto de espuma que le había quedado entre los labios.

—¿Te suena Madoff?

¿El cantante de Scorpions?

—Vagamente.

—Es eso.

Leo lo miró serio. No terminaba de entender qué hacía hablando con aquel tipo de Ponzi, Scorpions y del Fórum Filatélico.

—Tú eres el último que ha llegado a la pirámide de Ponzi.

—¿De quién?

El poli pegó otro sorbo.

—Escúchame bien: unos guineanos y Gulbenkian… un marchante ruso, ingresaron un millón en una cuenta que maneja tu hermano a cambio de la mitad de tus derechos sobre un retrato de Hitler.

—¿Un millón?

El poli asintió.

—Yago les dijo que lo tenía a medias contigo y que necesitaba tu firma… el otro millón imagino que se lo habrán dado en mano. El problema es que se esfumó con tu dinero y no tiene el cuadro, o si lo tiene… no quiere dárselo.

—Ya.

—Por eso te ha metido en todo esto.

Leo sonrió y pegó un trago a su cerveza.

—¿Dónde está mi hermano?

—Missing.

—¿Eso dónde es?

Otamendi lo miró serio.

—Ayúdanos y te ayudamos.

—¿Quéé?

—La Agencia Tributaria y la Policía están a esto —dijo juntando el pulgar y el índice —de enviar una orden de registro y detenerte.

¡Sonia!

Otamendi cogió dos palillos y comenzó a picotear la ración de bravas.

—Pensábamos que nos ibas a llevar hasta Yago… pero hasta el momento no te ha contactado. Se ve que no las tiene todas consigo.

—Vaya por Dios...

—Si no aparece quiere decir que te tragaste el anzuelo.

—Vine por mi propio pie, oiga.

—¿Te parece?

—Claro.

—Yo diría que no.

El policía se pasó la mano por la mandíbula, como en los anuncios de yilet.

—Tu hermano se quedó con tu dinero y le hizo llegar a la Agencia Tributaria un recibo falso firmado por ti.

Leo hizo un puchero con los labios y miró al techo, como si le diera igual.

Seguro que Sonia ha visto cosas peores.

—Si Anticorrupción te citó de un día para el otro es porque saben que estás en Madrid. ¿Quién crees que le pasó tu número?

A Leo le sorprendió que el poli supiera que lo habían llamado de la Fiscalía.

—Y ojito que ahora las leches son todas pa´ ti.

Leo empezó a notarse incómodo.

—Oiga, ¡la firma me la sacó el cartero sin mi consentimiento!

—Eso cuéntaselo a Anticorrupción.

—Es…

—Es tu firma, tío.

Leo lo miró sin saber qué decir.

—Cuando te dije que Yago había vendido el cuadro, ¿qué hiciste?

—¿Yo?

—Lo que haría todo el mundo: venir a por tu parte. Ésa es la trampa.

Otamendi sacó un bloc y de un golpecito corrió la tapa.

—Miraaa… Trespalacios es el que me interesa, ¿vale? Sacará un buen pellizco.

—¿Mucho?

—Podrían llegar a cien millones.

Leo resopló.

—Si aparece el cuadro te puedes quedar con el cambio, pero si no, tienes un problema.

—¿Yo?

—Si te van a pegar un tiro no te van a pedir el DNI para ver si eres Yago o Leo. Eso desde ya.

Trampa
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