EPÍLOGO
La luz del sol inundaba su apartamento de la Berliner Strasse cuando el timbre arrancó bruscamente a Lilly de su plácido sueño. Quejosa, abrió los ojos y alcanzó el teléfono de la mesilla de noche.
—Kaiser…
—¡No te lo vas a creer! —vociferó Ellen por el altavoz.
—¿Ellen? —Se restregó los ojos. La pasada noche se había alargado más de lo esperado y ahora, al ver el despertador, comprobó con sorpresa que eran más de las diez—. ¿Qué no me voy a creer? ¿Te ha tocado la lotería?
—¡No! ¡Hemos recibido una carta!
—¿Una carta?
A esas horas su mente iba demasiado despacio como para entender lo que Ellen le decía.
—Nos ha escrito Enrico. Te acuerdas de él, ¿no?
Mientras se iba desperezando poco a poco, Lilly vio de nuevo ante sí la estación de Cremona y ese hermoso palazzo, y también a su apuesto habitante.
—Sí, me acuerdo de él. —De pronto se le abrieron los ojos—. Oh, Dios, no me digas que…
—Lo ha hecho. Bueno, ha sido su amigo. Ya tenemos el análisis de la partitura.
—¿Y bien? —Ahora estaba completamente despierta. Y eso que después de los descubrimientos de las últimas semanas ya había pocas cosas que pudieran sorprenderla.
—Tu sueño no iba nada desencaminado.
Hizo una pausa.
—No juegues conmigo… ¡Acaba con esta tortura!
—En la partitura había algo parecido a un mensaje en clave. Al parecer, la compositora se la dedicó a su madre, ya que descifrando las notas de cierta manera sale un nombre.
—¿Qué nombre? ¿Y cómo lo descifró el amigo de Enrico?
—En la carta, Enrico divaga sobre toda una serie de enrevesados cálculos. Lo que cuenta es que su amigo ha logrado descifrarlo, no me preguntes cómo. El resultado de toda esa cábala es una palabra de cuatro letras.
De buena gana Lilly se habría introducido por el altavoz del teléfono para zarandear a su amiga, que obviamente la estaba haciendo sufrir a propósito.
—¿Adit? —preguntó.
—No. ¡Rose!
—¿Qué?
—Rose.
—¡No puede ser!
—¿Por qué no?
—Entonces, ¿no fue Rose quien la compuso?
—Yo no diría eso tan a la ligera. O bien Helen le dedicó la obra a su madre, o bien Rose inmortalizó su propio nombre en la composición. También cabe la posibilidad de que el amigo de Enrico no haya parado de darle vueltas a la partitura hasta sacar algo en claro y en el fondo no sea más que una enorme coincidencia.
—Tal vez —dijo Lilly, a quien la decepción apenas le duró un instante. Había resuelto la mayor parte del misterio y, además, había vuelto a reunir a su familia. ¿Qué más podía pedir?
—¿Está Gabriel contigo?
—Sí.
—Salúdalo de mi parte, ¿vale?
—¡Vale!
Ambas colgaron a la vez. Lilly volvió a dejar el teléfono en la mesilla de noche. Luego se volvió hacia Gabriel. No parecía haber oído el timbre del móvil, pues seguía durmiendo plácidamente. Dedicó un momento a observarlo, aunque llevaba días haciéndolo, siempre descubría algo nuevo en él. Después de aparecer por sorpresa en casa de sus padres, lo había convencido para que se quedara dos semanas más, que por desgracia se acababan al día siguiente. Aunque lamentaba tener que separarse de él, no sería por mucho tiempo, pues tenía pensado ir a verlo muy pronto. Los planes de mudarse a Londres aún estaban lejos de concretarse, pero Lilly había empezado a plantearse en serio esa opción. Por el momento quería poner en orden sus pensamientos, diseñar su nueva vida. Pero para eso hacía falta tiempo, y no sabía cuánto le iban a durar las energías y la confianza en sí misma. Sin embargo, con la ayuda de Gabriel, estaba segura de que lo lograría.
—Gabriel —susurró suavemente mientras le hacía cosquillas en la cara con un mechón de su pelo.
—Umm —profirió él, a quien ni siquiera las cosquillas parecían despertarlo. Entonces se inclinó sobre él y le dio un beso en la mejilla, pero no pasó nada. Solo cuando lo besó en la boca levantó rápido los brazos y la abrazó. Dando grititos de júbilo, Lilly se acurrucó contra su pecho.
—Ellen te manda saludos. Ha recibido una carta de Enrico di Trevi.
—Me he dado cuenta. Al menos de la llamada de Ellen.
—¿No estabas dormido?
—¿Quién va a dormir con semejante ruido?
—Pensé que estabas inmerso en tus sueños.
—Eso solo me pasa cuando sueño contigo, de lo contrario suelo salir bastante rápido del mundo onírico. Y afortunadamente, ya no necesito soñar contigo, ya que te tengo aquí.
Volvieron a besarse y a continuación Gabriel la miró expectante.
—¿Hay novedades?
—Poca cosa… Solo que la partitura al final encerraba un código. Uno que da como resultado una sola palabra: Rose. Pero seguimos sin saber quién compuso El jardín a la luz de la luna.
—¿Tú crees que nos hace falta saberlo? —repuso Gabriel, y luego soltó un enorme bostezo.
—Y eso lo dice el hombre que lleva años investigando a esas dos mujeres… —le reprochó Lilly, despegando la cabeza de su pecho.
—Está bien. Para saber cuándo fue escrita la partitura tendríamos que mandar analizar el papel. Entonces sabríamos con exactitud la fecha de fabricación. Pero eso no es muy romántico, ¿no crees? Quedémonos al menos con ese misterio y dejemos que otros sigan haciendo conjeturas sobre quién escribió El jardín a la luz de la luna. Los misterios atraen a la gente, ¿o acaso no lo sabías?
Volvió a atraerla hacia sí y la besó.