QUINTA PARTE

EL BARCO NAUFRAGADO
1990-2009

 

Érase una vez dos ancianos que eran muy fieles a santa Ágata y cada año celebraban su festividad. No tenían dinero, sólo un nieto al que querían más que a nada en el mundo. Un año en que la cosecha fue mala, se encontraron con que no tenían nada que vender para poder celebrar el día de su santa. Decidieron, pues, hacerse a la mar con su nieto y venderlo a un rey de otras tierras para así ganar unas cuantas liras y asegurarle al niño un futuro más próspero. El rey les ofreció cien monedas de oro y acogió al pequeño en su casa.

El pequeño, ‘Ncilino, creció en el palacio del rey junto con la hija del monarca, que no tardó en enamorarse de él. Al percatarse de ello, el rey, angustiado porque no quería casar a su hija con un joven pobre nacido en una isla de los confines del mundo, decidió enviarlo lejos.

Cuando el chico cumplió dieciocho años, el monarca le dijo:

—Escúchame, ‘Ncilino, voy a mandarte a una expedición comercial, tienes un día y una noche para aprovisionar tu barco.

El rey eligió entonces su barco más viejo y lleno de agujeros y se lo dio a ‘Ncilino para que partiera.

A la mañana siguiente, ‘Ncilino zarpó, pero en cuanto llegó a mar abierto, su barco empezó a llenarse de agua y a hundirse. El joven se echó a llorar.

—Mis pobres abuelos... Mi pobre isla... Jamás volveré a verlos.

Se acordó entonces de aquella santa cuya festividad celebraban sus abuelos cada año. Tenía que tratarse, sin duda, de una santa muy poderosa, pues lo habían vendido a él, lo que más querían en el mundo, para poder rendirle homenaje en su día. El chico decidió pedirle que lo rescatara:

—Alabada seas, santa Ágata, ¡ayúdame, por favor!

Santa Ágata se le apareció entonces a bordo de una nave de oro macizo, lo sacó del barco y lo llevó de vuelta a la isla, donde sus abuelos lo esperaban para recibirlo y de donde jamás saldría de nuevo hasta el fin de sus días.

Esta historia la he oído contar muchas veces de distintas formas, y parece tener su origen en la leyenda que afirma que san Miguel procedía del oeste de Sicilia. Esta versión me la contó Ágata la pescadora alrededor de 1970.