COMO LAS RANAS

 

 

La noche de viernes entró apacible a la laguna de Bacalar. Habíamos pasado todo el día frente a ella. Estuvo el cielo claro y la laguna, con sus nueve colores, es bella de tal modo que sin duda convoca a la humildad. No hay peinado, ni vestido, ni boda, ni princesa que no palidezca. Y no hay despeinado, ni palidez, ni facha que desmerezca. Da uno igual. A la naturaleza le importamos lo mismo. Y a mí, no hay nada que me descanse más. Desentenderme. Desatenderme. Todavía más que el mar, la laguna sosiega.