EL ALMA DE UNA CASA
Uno vive en su casa, habituado a la paz de los objetos que mira en un lugar o en otro, moviéndose fuera de lugar, dejados al paso, escondidos sin querer. Sube y baja, corre, escribe, se cansa y las cosas siguen ahí, mirándonos. Se acostumbra uno a ver unos aretes sobre el escritorio, una pluma cerca del lavabo, una silla de abajo en un cuarto de arriba. El banco para subir libros frente al armario en que se guardan las películas, las cosas que fueron hechas para no estorbar, estorbando en silencio.
Así, hasta que algo amenaza con intervenir el pacífico desorden entrando a poner un orden nuevo. O simplemente llegando, como sucedió ayer con la irrupción de un nuevo mueble en mi recámara. Mandé a hacer un librero a la medida de mis medios, que pusiera orden y reuniera, en uno, los varios muebles de distintos tamaños que había por la recámara acumulando una época sobre otra. Lo mandé a hacer hace tiempo, pero el maestro carpintero había tardado tanto en entregármelo, que me hice al ánimo de no verlo sino hasta un rato después de haber vuelto del hospital con el pie de Cenicienta en mi futuro. Pero se ve que el maestro intuyó mi probable desaparición del mapa porque se presentó ayer con el armatoste y todo lo que significaba dejarlo entrar. De repente hubo que vaciar medio cuarto y dejarle amplio sitio a la fantasía. Yo no sirvo para seguir la máxima italiana de que simpleza es belleza. Crecí en un mundo barroco y por más que me he ido despojando de mis pertenencias nunca falta una cajita, un portarretratos, un objeto encimándose a otro. En mi casa de antes eso estaba siempre de menos; en ésta, de paredes altas y lisas, las cosas pequeñas no encuentran acomodo. Así que llevo diez años haciéndome al ánimo de tirar o esconder. Tengo una colección de platos que no ha encontrado acomodo. Está guardada en un ropero que puse con plantas en el patio interior. Pero ése es otro canto; estábamos en que llegó el librero de pared a pared y de piso a techo. Muy moderno y sencillo pero sin mucha imaginación. Todavía estoy haciéndome al ánimo de entenderle. Esto del minimalismo no es lo mío, pero ya veré.