Capítulo 4
 
    A la mañana siguiente, después de desayunar sola, Lord Wynthrope Burrough le envió a llamar. Aquella mañana hablaba con uno de sus amigos. Un hombre malvado y cruel al igual que él.  Danielle se detuvo en la puerta un instante, al encontrarse medio abierta. Allí discutía de cuáles eran sus siguientes planes y como la seguirían utilizando a ella. Hasta que sus manos se encontraran manchadas con la sangre de aquel noble que había conocido la noche anterior y lord Burrough le diera la espalda. Nadie creería en sus palabras cuando la justicia la investigara y la juzgara.
 
   Ante aquello, Danielle no pudo escuchar más y huyó a su habitación. ¿Qué le había hecho pensar a aquel hombre que ella podría llevar a cabo semejante bajeza y que se prestaría a hacer tal atrocidad? ¿Quitarle la vida a un ser humano? ¿Matarlo a sangre fría?... Estaba consciente de que su odio era inmenso. Pero no era tanto para cometer semejante locura. Su venganza iba en otro rumbo.
 
 Apesadumbrada, entró en su habitación casi sin  poder respirar. Nadie se había dado cuenta que había ido hacia el estudio de Lord Wynthrope Burroughy que desde allí había huido a su habitación. Contempló aquel lugar  sin aún poder creer ni asimilar lo que había escuchado. Aquel hombre la traicionaría ante la justicia inglesa finalmente y nadie tendría la osadía de cuestionar su palabra.
 
    Miró una vez más aquella habitación, antes de tomar sus pertenencias y huyó de aquel lugar. Le encantaba esa habitación, pero había llegado la hora de admitirse la verdad. Ella era un fraude... y una ladrona. Y aquel  no era su lugar.
 
  _ Clarisse, ¿en dónde se encuentra Danielle?_ dijo lord Wynthrope Burrough desesperado al ver su demora.
_ Debería encontrarse en su estudio…
_ ¡Pues te equivocas!_ dijo molesto_. No ha ido en ningún momento a mi estudio.
_ Entonces, no lo sé, señor…_ dijo algo pálida y nerviosa al ver la actitud de su amo.
_ ¡Ve a buscarla y tráela de inmediato! Odio que me hagan esperar.
 
   Para ese momento Danielle se encontraba lejos de aquel lugar. Siendo quien era realmente. Una plebeya. Una joven dama pobre y sin familia.
 
    El enojo de Lord Wynthrope Burrough fue indescriptible. Ella había huido de su casa, lo había traicionado al hacerlo. Sabiendo que él le había pedido otro favor. Uno más con él que le pagaba sus favores de no denunciarla ante la justicia inglesa. Y la había salvado por lo tanto de la horca, donde iban a parar todos los ladrones.
 
_ Sí crees que me dejaras así… Te equivocas._ se dijo a sí mismo, teniéndola en el pensamiento, al haber entrado en la que había sido su habitación_. Te buscare entre las piedras, aunque sea debajo de las tierras.
 
   Danielle se repetía que no era una asesina. Que jamás lo sería. Prefería caminar sin un destino fijo, que bañar sus manos de sangre. No era la primera vez que vagaba por las calles de Londres y terminando cayendo en un albergue de mala muerte, donde al fin podía dormir, lejos de los lugares en donde solía vivir antes. Allí estuvo viviendo lejos de su antigua forma de vivir. Temiendo ser descubierta. Mientras en sus bolsillos tenía algunas monedas y el broche de camafeo que Lord Wynthrope Burrough le había entregado como obsequio por su trabajo.
 
_ Todos los nobles son como él… ¿Por qué habría de sorprenderme?... Nací para odiarles, pero una vez más he caído en su juego de injusticia…_ se dijo, mientras se encontraba sentada en el suelo mugriento que era parte de su habitación.
 
   Las lágrimas bañaban su rostro.  El resentimiento y la impotencia por todo lo que había sido su vida le rasgaba el alma. Le herían lentamente. Sabiendo que por eso su vida era lo que era en ese instante.
 
   Le había sido difícil encontrar un trabajo decente. De igual forma, como le había costado cuando había salido de aquel frío orfanato. No estaba orgullosa con la decisión que había tomado antes, pero a sus dieciocho años, no había tenido otra opción más que esa, cuando las puertas se le fueron cerrando en su propia cara cuando buscó algún trabajo decente. En nada le había ayudado el ser una huérfana sin hogar.
 
   No obstante, aquel día que había decidido caminar por aquellas mugrientas calles de Londres con aquel frío, después de tres días sin comer ningún bocado, sintiéndose tan débil. Negándose una vez más a seguir robando. La conciencia no le había dejado en paz después de lo ocurrido con Lord Wynthrope Burrough. Ni mucho menos lo que pensaría su madre si aún estuviese viva. Ella no estuviese orgullosa de lo que había hecho, y eso de cierta forma le dolía.
 
   Intentó seguir caminando, pensando que hacer. Mendigar. Intentar buscar en otro lugar trabajo. Cualquier cosa honesta. Lejos de aquella realidad que le seguía en aquellas calles asquerosas de Londres. Sabía que muchas mujeres desesperada hasta llegaban a venderse, solo por unas monedas para saciar sus ganas de comer. Ella temía llegar a aquella desesperación. Sabía lo que le pasaba a muchas de ellas. Y no quería eso para ella.
 
   A lo lejos, una mujer de la alta sociedad inglesa se disponía a cruzar, sin observar que un coche se acercaba a ella sin control alguno. No obstante, Danielle sí. Por lo que se abalanzó  junto a ella para sacarla del medio de aquel coche, sin ni siquiera imaginar quien era aquella mujer. El pasado se volvía ante sus ojos, en un presente que ella no había esperado jamás.

 

        
Andrea
titlepage.xhtml
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0001.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0002.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0003.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0004.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0005.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0006.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0007.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0008.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0009.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0010.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0011.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0012.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0013.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0014.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0015.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0016.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0017.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0018.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0019.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0020.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_000_0021.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_001.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_002.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0001.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0002.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0003.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0004.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0005.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0006.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0007.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0008.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0009.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0010.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0011.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0012.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_003_0013.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0001.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0002.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0003.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0004.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0005.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0006.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0007.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0008.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_004_0009.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0001.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0002.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0003.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0004.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0005.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0006.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0007.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0008.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0009.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0010.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0011.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0012.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0013.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0014.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0015.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0016.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0017.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0018.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0019.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0020.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0021.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0022.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0023.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0024.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0025.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_005_0026.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0001.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0002.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0003.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0004.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0005.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0006.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0007.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0008.html
CR!BTJWC2BX293VZAW5H9RD66BPEW4Y_split_006_0009.html