-Yo puedo ayudarte mucho en tu carrera profesional. Y tú a cambio me ayudarás a tener a mi padre contento. Además, no puedes negar que nos lo pasábamos muy bien juntos. –Se acercó a él y le puso una mano en el pecho.
David retrocedió. No quería ni acordarse de que esa mujer le había tocado antes. Amanda malinterpretó el gesto y bajó la mirada. Tal vez debería irse y dejar que acabaran de resolver sus cosas. Dio un paso hacia atrás pero él le cogió la mano para impedir que se alejara.
-Eva, me das asco. –A la rubia le tembló un poco la mandíbula-. Y lo peor de todo es que quizá un año atrás tu proposición no me habría parecido tan horrible.
Lo que teníamos tú y yo no era nada. Nada. Menos que nada. A Amanda hace sólo dos semanas que la conozco y hemos compartido más cosas de las que tú y yo tuvimos jamás.
Eva se rió burlona.
-Vamos, no pretenderás hacerme creer que ella es mejor que yo. Mírala.
-Lo hago. –Y la miró a los ojos.
-Eres patético. No sé cómo se me ha ocurrido hacerte el favor de darte otra oportunidad.
-¿Otra oportunidad? –Ahora fue él quien se burló-. ¿Otra oportunidad de qué? ¿De que volvieras a engañarme? ¿De utilizarme?
-Me marcho.
-Ya sabes dónde está la puerta.
Ni David ni Amanda se movieron hasta que Eva se hubo ido.
Estuvieron unos segundos en silencio y él se sentó en el sofá sin decir nada. Estaba helado y con la mirada perdida. Amanda cogió su vestido, que él antes
había doblado con cuidado y dejado encima de la mesa, y fue a vestirse.
En la habitación Amanda pensó en lo que había ocurrido. Estaba enamorada de David, pero él había pasado un año horrible sintiéndose inseguro después de que le traicionaran dos de las personas más importantes de su vida. Eva, a pesar de ser una arpía sin corazón, era muy atractiva y era innegable que podía ayudarle
mucho en su carrera profesional. Tal vez David ahora no lo creyera así, pero… ¿y si dentro de unos meses cambiaba de opinión?, ¿y si se aburría de estar con una
c h i c a co m o e ll a? E l l a e r a d e l o m á s no r m a l , y n i e n s u e ñ o s p o d í a co m p a r a r s e c o n
una rubia de metro setenta perteneciente a la alta sociedad británica. Salió de la habitación y fue a buscarlo. Él seguía sentado tal y como lo había dejado antes.
-¿Estás bien? –preguntó desde la puerta. Tardó unos instantes en responder.