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-¿Qué has dicho? –volvió a preguntar ella después del ataque de tos.
-Hoy sería mi primer aniversario de boda.
-Eso me había parecido. –Se bebió lo que le quedaba de vino de golpe-. Tu aniversario de boda. De boda.
-Sí. Tal día como hoy, hace un año, iba a casarme. –Le cogió la mano sin importarle que ella se diera cuenta de que estaba nervioso.
-¿Y? –Primero pensó en soltarse, pero por el modo en que la miró a los ojos supo que iba a contarle algo que no le decía a cualquiera.
-Un mes antes de la boda pillé a Eva, mi prometida, con Charles, mi mejor amigo, en la cama.
-Lo siento –dijo ella a falta de otra respuesta.
-Yo no. Al menos ya no, pero ha sido un año difícil.
-¿Quieres contármelo? –Colocó la otra mano encima de la de él-. No hace falta que lo hagas, no tienes por qué hacerlo.
-Quiero hacerlo. Nunca se lo he contado a nadie.
-¿No?
-Bueno, mis hermanos y mis padres saben que rompí el compromiso porque la pillé en la cama con otro, pero jamás les he dicho quién era. Todos conocen a Charles desde pequeño –se limitó a decir él-. Pero no es eso a lo que me refiero. – Tomó aire-. Lo que quiero decir es que nunca le he contado a nadie lo que de verdad pasó y lo aliviado y confuso que me quedé después.
-No sé si yo soy la persona adecuada. –Acababa de conocerle y ya era incapaz de concebir que en el mundo existiera una mujer capaz de traicionarlo.
-Créeme, lo eres. –Dio un sorbo de vino-. Eva y yo nos conocimos cuando fui a su banco para desarrollar el nuevo programa bursátil. Cuando digo «su» banco, es en sentido literal. Eva era, bueno, es una de las mujeres más atractivas
que conozco. –Vio que Amanda no se sentía insultada, pero se obligó a especificar-, pero todo su atractivo es frío, distante. No como el tuyo. –Ella se sonrojó-. Empezamos a salir en seguida; ahora me doy cuenta de lo sórdido que fue todo. Pronto nos comprometimos. No me escudaré diciendo que me obligó, pero no es fácil decirle que no a Eva. No sé; en menos de tres meses me vi escogiendo
papeles para empapelar un piso carísimo en el centro de la ciudad en el que yo no quería vivir. Intenté hablar con ella varias veces, pero siempre lograba convencerme de que el problema era que yo trabajaba demasiado. Y si algo sabía hacer Eva, era convencer a la gente. Mis hermanos y mi madre la odiaban pero no