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-¿Estás bien? –le preguntó él sujetándola para que no se cayera.
-Sí, gracias. –Dio un paso hacia atrás-. ¿David?
-He venido corriendo –se excusó-. ¿Adónde vas?
Amanda tardó unos segundos en contestar; él ya no la sujetaba, pero estaba muy cerca. Demasiado para que pudiera pensar y vocalizar.
- H ay un a a v e r í a – co n s i gu i ó d ec i r - . E l m e tr o n o c i rcu l a r á h a s t a d e n t r o d e un a
hora.
-¿Te pasó algo ayer? –preguntó él mirándola a los ojos.
-No, ¿por qué? –Empezó a caminar hacia las escaleras para salir y él
acompasó sus pasos a los de ella.
-No cogiste el metro. –Se colocó bien la bolsa.
-Sí lo cogí.
-Ah. –Vio que ella no le explicaba nada más y decidió ser el primero en arriesgarse-. Yo lo perdí el miércoles.
Ella iba a decirle que no se había dado cuenta pero él siguió hablando y lo que dijo la dejó sin aliento.
-Te he echado de menos estos dos días.
Amanda se paró en seco en medio de la boca del metro y la señora que iba tras ella casi la tira al suelo.
-¿Qué has dicho?
-Que estos dos días te he echado de menos. –Se sonrojó un poco-. Seguro que piensas que estoy loco… o enfermo. Pero es la verdad.
-Ayer salí a las siete –respondió ella sin saber cómo reaccionar-. Supongo que cogí el anterior.
-Vaya. –Le colocó una mano en el codo para apartarla de allí-. ¿Te apetece tomar un café? ¿O te está esperando alguien en casa? –preguntó con el corazón en un puño. Si le decía que tenía novio iba a tener un gran desengaño. A pesar de lo que le había sucedido a él, David no podría hacerle lo mismo a otra persona.
-No, nadie. –Amanda no acababa aún de reaccionar. David la había echado de menos y era obvio que quería pasar más rato con ella. No te hagas ilusiones, se dijo a sí misma, seguro que sólo es un aficionado a los crucigramas y le hace gracia charlar un rato contigo. Además, el metro no funcionará hasta dentro de una hora-. En esa esquina hay una cafetería. Si quieres podemos esperarnos allí.
-Genial.
Caminaron hacia el local.