previsto. Luego siguió hasta el comedor, donde aguardaba la mesa ya preparada, y cogió su teléfono móvil-. Tienes que hablar con él.
-¿Con quién?
-Con mi hermano Robert –le explicó sin apartarse el auricular de la oreja-. Me ha llamado para invitarme a salir con dos chicas que acaba de conocer en el gimnasio –puso cara de asco para dejar claro lo que pensaba-, y cuando le he dicho que no, ha empezado a soltarme el rollo de que tengo que salir, conocer mujeres…
¡Robert! Hola, te paso a Amanda. –Tapó el aparato-. Me ha dicho que no me creía y que estaba seguro de que me lo estaba inventando todo –suspiró-, así que está de camino hacia aquí con las dos tipas.
-¿Y qué quieres que haga?
-¿Cómo que…? Dile que es verdad, que has venido a cenar y a disfrutar de una noche de pasión desenfrenada conmigo. –Se sonrojó-. Eso último puedes ahorrártelo, si quieres, pero no le iría nada mal a mi reputación. Mis hermanos llevan meses tomándome el pelo.
-Dame el teléfono. –Tendió la mano-. Eres un caso.
-Eso ya me lo has dicho antes.
-¿Robert? Sí, hola, soy Amanda. –Gracias a sus repuestas, David podía deducir las preguntas de su hermano. Le mataría cuando volviera a verlo-. No, no, de verdad he venido a cenar. En el metro. Sí, es un poco raro. –Otra pausa-. Hace dos semanas. Llámale mañana, pero hazlo tarde, no creo que esta noche duerma demasiado. –Se rió-. Yo también estoy encantada de haberte conocido. Adiós.
-Gracias. –David guardó de nuevo el teléfono-. Y gracias por el comentario sobre lo de esta noche, aunque sea mentira, claro.
Amanda se acercó a él.
-David…
-¿Sí?
-Yo nunca miento.