se toparon con los de ella, sonrió. Amanda giró la cabeza, pues pensó que debía de saludar a alguien que estaba tras ella y no quería hacer el ridículo, pero a su lado sólo había una anciana totalmente ajena a lo que estaba pasando. La había sonreído a ella, así que le devolvió la sonrisa. Estaba muy guapo pero se le veía cansado; estaba apoyado contra la barra de hierro que hay para sujetarse y un montón de colegialas impedían que pudiera acercarse a ella. Tenía que dejar de mirarlo, y cuando vio que él echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos, optó por concentrarse en el crucigrama. Pasaron seis paradas y el vagón, aunque había cambiado de inquilinos, seguía estando abarrotado. Levantó la vista hacia el lugar que había ocupado el hermano de Brad y vio que ya no estaba. Iba a suspirar cuando escuchó:
-Kilimanjaro.
Alzó la cabeza y lo vio de pie junto a ella. Había aprovechado esos minutos para cambiar de sitio.
-Doce vertical. –Señaló con un dedo. Amanda miró el crucigrama.
«12 vertical: Volcán situado en el parque nacional homónimo en Tanzania, que con sus 5.895 m es la montaña más alta de África.»
-Kilimanjaro. Me encanta la geografía –dijo a modo de explicación.
-Es obvio que a mí no. –Apuntó la palabra-. Gracias.
-De nada.
¿Tenía que decir algo más? ¿Qué? A ella no le pasaban esas cosas, ella no era una de esas chicas audaces y pícaras que siempre saben qué decir. No, ella era sólo Amanda.
Los altavoces anunciaron su parada y empezó a levantarse. Guardó el periódico y el bolígrafo en el bolso y, al hacerlo, tocó la piruleta. Lo pensó un segundo; no, la verdad es que no lo pensó. Decidió arriesgarse.
-Es para ti. –Le dio el caramelo-. Por lo de ayer. –Vio que él la miraba atónito-. Por ayudarme a terminar el crucigrama. –Ya iba a retirar la mano cuando él cogió la piruleta.
-Gracias. –Se la guardó en el bolsillo.
El vagón se detuvo y abrió sus puertas.
Tenía un pie ya fuera, cuando él le colocó una mano en el hombro.
-Me llamo David.
Sonó el timbre y ella lo miró a los ojos.
-Amanda.
Apartó la mano para que no se la pillaran las puertas.