GAGS
Si los ángeles existen
no creo que lean
nuestras novelas
sobre frustradas esperanzas.
Ni, ¡ay, me temo!,
nuestros poemas
llenos de reproches contra el mundo.
Los alaridos y las convulsiones
de nuestras obras teatrales
deben, sospecho, acabar
por crisparles.
En horas libres de sus deberes
angelicales, es decir inhumanos,
prefieren ver
las comedias de gags
de la época del cine mudo.
A nuestros plañideros,
rasgadores de vestiduras,
crujidores de dientes,
prefieren, creo,
al infeliz
que agarra por la peluca a otro que se ahoga
o hambriento devora
los cordones de sus zapatos.
De cintura para arriba, pechera y ambiciones,
y un ratón asustado más abajo,
en la pernera del pantalón.
¡Sí, seguro,
se lo pasan en grande!
Una persecución en círculo
convierte en perseguidor al perseguido.
Una luz en un túnel
resulta ser el ojo de un tigre.
Cien catástrofes
equivalen a cien cómicas piruetas
al borde de cien precipicios.
Si los ángeles existen,
deben, espero,
disfrutar de lo lindo
con la hilaridad en el columpio del terror,
que ni siquiera grita socorro, socorro,
porque todo sucede en silencio.
Me atrevo a suponer
que aplauden con sus alas
y que de sus ojos caen lágrimas
de, por lo menos, risa.