CUMPLEAÑOS
Cuánto mundo ha venido de todo el mundo:
morrenas y murenas, mares y morago,
auroras, arcoiris, águilas y astrago.
¿Dónde ponerlo todo? Dios mío, ¿qué hago?
Esos llandes, lloredos, lluvias y llubinas,
esas llacas y llamas, ¿cómo las hacinas?
Berilos, gorilas, trémolos y mirlos.
Gracias, no sabría cómo digerirlos.
No hay jarro ninguno para berza ni brezo,
aletazo, gazapo, zaragata y cerezo.
¿Dónde guardo el colibrí?, ¿dónde el brocado?
Con la cebra y la cabra en serio me enfado.
El dióxido ya es algo que vale por tres,
y aquí, para colmo, octópodo y ciempiés.
Aunque han quitado el precio de las estrellas,
lo adivino y creo que no soy digna de ellas.
¿Vale la pena acaso regalar un ocaso?
¿A alguien que en el mundo está sólo de paso?
Me entretengo un segundo, y sólo un segundo:
los detalles omito, y el resto confundo.
¡Imposible apartar lo real del vacío!
Perderé sin remedio mis flores de estío.
Flor perdida, marchita, ¡qué pena de gasto!
El peciolo, y la hoja, y el cáliz tan casto,
¡cómo se esfuerza para no durar entera,
qué desdén puntilloso, qué endeblez altanera!