LA ERMITA
Creías que el ermitaño vivía en el desierto,
pero vive en una casita con jardín
en medio de un bosquecillo de abedules,
a diez minutos de la autopista
por una ruta bien señalizada.
No necesitas prismáticos para espiarlo de lejos,
puedes ver y oír de cerca
cómo explica, paciente, a unos turistas de Wieliczka
por qué eligió la austera soledad.
Un hábito parduzco,
barba larga y blanca,
rostro de manzanita
y azules ojos.
Gentil posa con un rosal al fondo
para una fotografía en color.
Ahora es Stanley Kowalik de Chicago quien toma la instantánea.
Promete mandársela una vez revelada.
Mientras, una callada viejita de Bydgoszcz
a quien sólo los cobradores rinden visita,
escribe en el libro de honor:
Alabado sea Dios
por haberme concedido la gracia
de no morir sin haber visto a un verdadero ermitaño.
Unos jóvenes escriben a navaja en un árbol:
Spirituals 75. Concentración aquí.
Pero ¿y Bari?, ¿dónde se ha metido?
Bari se ha tumbado debajo de un banco: finge ser lobo.