SONRISAS
Con esperanza el mundo mira más que escucha.
Sonreír es el deber de los hombres de estado.
Con la sonrisa aseguran no perder en la lucha.
El juego es complejo, los intereses varios,
el resultado incierto, pero —está demostrado—
una dentadura blanca y cordial suple salarios.
Deben alzar la frente en amigables gestos,
en la sala de juntas y en el avión urgente.
Moverse con premura, estar a la risa prestos.
Uno saluda a otro, otro se despide de uno.
Un semblante alegre siempre es oportuno
al posar para la foto y para la gente.
La estomatología sirve a la diplomacia,
garantiza efectos positivos en los votantes.
Colmillos de buena fe, incisivos tolerantes
no pueden faltar si se anuncia desgracia.
No vivimos aún en tiempos de armonía
para en los rostros mostrar la gran melancolía.
La humanidad fraterna, según los soñadores
convertirá la tierra en el reino de la sonrisa.
Lo dudo. Por ejemplo, los hombres de estado,
no deberían parecer de alegría profesores.
Sólo a veces, por primavera, o por un mal superado,
sin crispación nerviosa y sin prisa.
Es por naturaleza triste el ser humano.
Ojalá nazca uno así. Me alegro de antemano.