Castro amordaza a la sociedad civil por medio de los Comités de Defensa de la Revolución, organizados en las ciudades y en el campo. Complemento indispensable de estos órganos de espionaje doméstico y de denuncia: los tribunales populares, que se reúnen la mayoría de las veces en los locales de los CDR (aquí, en junio de 1974)