Para colectivizar las tierres —el «gran asalto contra el campesinado»—, Stalin utiliza el «arma del hambre», en particular contra los ucranianos. Se estima que su política provocó seis millones de víctimas. En Járkov, en 1933, la muerte cotidiana deja indiferentes a los campesinos. Los casos de canibalismo son tan frecuentas que el Gobierno hace imprimir un cartel que proclama: «¡Comerse a su hijo es un acto de barbarie!»