FÁBULA LXXI

El Guacamayo y el Topo

(Por lo general pocas veces aprueban los autores las obras de los otros, por buenas que sean; pero lo hacen los inteligentes que no escriben.)

Mirándose al soslayo

las alas y la cola un Guacamayo

presumido, exclamó: «¡Por vida mía,

que aun el Topo, con todo que es un ciego,

negar que soy hermoso no podría!…»5

Oyólo el Topo y dijo: «No lo niego;

pero otros guacamayos por ventura

no te concederán esa hermosura.»

El favorable juicio

se ha de esperar más bien de un hombre lego

que de un nombre capaz, si es del oficio.11