FÁBULA LXVI

El Ricote erudito

(Descubrimiento útil para los que fundan su ciencia únicamente en saber muchos títulos de libros.)

Hubo un Rico en Madrid (y aun dicen que era

más necio que rico),

cuya casa magnífica adornaban

muebles exquisitos.

«¡Lástima que en vivienda tan preciosa5

(le dijo un amigo)

falte una librería, bello adorno,

útil y preciso!»

—«Cierto, responde el otro. ¡Que esa idea

no me haya ocurrido!…10

a tiempo estamos. El salón del norte

a este fin destino.

«Que venga el ebanista y haga estantes

capaces, pulidos,

a toda costa. Luego trataremos15

de comprar los libros.»

Ya tenemos estantes. «Pues ahora,

el buen hombre dijo,

¡echarme yo a buscar doce mil tomos!

¡no es mal ejercicio!20

«Perderé la chabeta, saldrán caros,

y es obra de un siglo…

pero ¿no era mejor ponerlos todos

de cartón fingidos?

«Ya se ve. ¿Por qué no? Para estos casos25

tengo un pintorcillo

que escriba buenos rótulos, e imite

pasta y pergamino.»

Manos a la labor. Libros curiosos,

modernos y antiguos,30

mandó pintar, y, a más de los impresos,

varios manuscritos.

El bendito señor repasó tanto

sus tomos postizos,

que, aprendiendo los rótulos de muchos,35

se creyó erudito.

Pues ¿qué más quieren los que sólo estudian

títulos de libros,

si con fingirlos de cartón pintado

les sirven lo mismo?40