FÁBULA VI

El Mono y el Titiritero

(Sin claridad no hay obra buena.)

El fidedigno padre Valdecebro,

que en discurrir historias de animales

se calentó el celebro,

pintándolos con pelos y señales;

que en estilo encumbrado y elocuente5

del unicornio cuenta maravillas

y el ave fénix cree a pie juntillas

(no tengo bien presente

si es en el libro octavo o en el nono),

refiere el caso de un famoso Mono.10

Éste, pues, que era diestro

en mil habilidades, y servía

a un gran titiritero, quiso un día,

mientras estaba ausente su maestro,

convidar diferentes animales15

de aquellos más amigos,

a que fuesen testigos

de todas sus monadas principales.

Empezó por hacer la mortecina;

después bailó en la cuerda a la arlequina,20

con el salto mortal y la campana,

luego el despeñadero,

la espatarrada, vueltas de carnero,

y al fin el ejercicio a la prusiana.

De éstas y de otras gracias hizo alarde,25

mas lo mejor faltaba todavía;

pues imitando lo que su amo hacía,

ofrecerles pensó, porque la tarde

completa fuese y la función amena,

de la linterna mágica una escena.30

Luego que la atención del auditorio

con un preparatorio

exordio concilió, según es uso,

detrás de aquella máquina se puso;

y durante el manejo35

de los vidrios pintados,

fáciles de mover a todos lados,

las diversas figuras

iba explicando con locuaz despejo.

Estaba el cuarto a obscuras,40

cual se requiere en casos semejantes,

y aunque los circunstantes

observaban atentos,

ninguno ver podía los portentos

que con tanta parola y grave tono45

les anunciaba el ingenioso Mono.

Todos se confundían, sospechando

que aquello era burlarse de la gente.

Estaba el Mono ya corrido, cuando

entró maese Pedro de repente,50

e informado del lance, entre severo

y risueño le dijo: «¡Majadero!

¿de qué sirve tu charla sempiterna,

si tienes apagada la linterna?»

perdonadme, sutiles y altas Musas,55

las que hacéis vanidad de ser confusas:

¿os puedo yo decir con mejor modo

que sin la claridad os falta todo?