FÁBULA XIX

La Cabra y el Caballo

(Hay malos escritores que se lisonjean fácilmente de lograr fama póstuma cuando no han podido merecerla en vida.)

Estábase una Cabra muy atenta

largo rato escuchando

de un acorde violín el eco blando.

Los pies se la bailaban de contenta,

y a cierto Jaco, que también suspenso5

casi olvidaba el pienso,

dirigió de esta suerte la palabra:

«¿No oyes de aquellas cuerdas la armonía?

pues sabe que son tripas de una Cabra

que fue en un tiempo compañera mía.10

Confío (¡dicha grande!) que algún día

no menos dulces trinos

formarán mis sonoros intestinos.»

Volvióse el buen Rocín y respondióla:

«A fe que no resuenan esas cuerdas15

sino porque las hieren con las cerdas

que sufrí me arrancasen de la cola.

Mi dolor me costó, pasé mi susto;

pero, al fin, tengo el gusto

de ver qué lucimiento20

debe a mi auxilio el músico instrumento.

Tú, que satisfacción igual esperas,

¿cuándo la gozarás? Después que mueras.»

Así, ni más ni menos, porque en vida

no ha conseguido ver su obra aplaudida25

algún mal escritor, al juicio apela

de la posteridad, y se consuela.