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Spock vio cómo el espiral de luz que aparecía como un destello en la mano de Sola Thane se envolvía en la garganta del animal, reduciéndolo a la inconsciencia y haciéndolo caer a los pies de ella.
Spock tenía la pistola fásica en la mano, pero no había sido lo bastante rápido como para disparar antes de que ella atacase.
—Hay una jauría —explicó ella con tanta calma como la que podría mostrar un vulcaniano.
Pero Spock y Kirk ya estaban avanzando, como si siguieran un guión coreográfico, para colocarse a ambos lados de ella y cubrirle las espaldas. McCoy se movió rápidamente para formar un cuadrado completo.
—Transporte —dijo Spock, tendiendo la mano hacia su comunicador; pero el calvero se llenó de animales. Eran más rápidos que los snarth y podían cubrir un centenar de metros mientras un cazador lo pensaba.
Sin embargo el espiral de luz de Sola Thane estaba allí para salirles al paso; su punta volaba de uno a otro mediante alguna dinámica de destreza que Spock no comprendía, pero se veía obligado a encomiar como una habilidad de lucha igual a cualquiera que hubiese visto. No veía ningún miedo en ella, sino meramente una atenta concentración…, algo superior a la suya propia de aquel momento.
Se concentró en dejar animales fuera de combate. Y en mantener un ojo sobre Kirk. El humano no estaba a la altura de su forma habitual, y aquella repentina tensión podía agotarlo, hacer que realizase un movimiento erróneo. Spock se dio cuenta de que estaba confiándole a Sola una parte de la tarea de guardarle las espaldas a Kirk, como si pudiera fiarse tanto de la lógica de ella como de su compromiso. Sin embargo, a pesar de que la lógica de ella y su espiral de luz fueron utilizados impecablemente, no resultó suficiente. El ímpetu llevaba a las enormes bestias, incluso estando inconscientes, a estrellarse contra los pies del grupo, e incluso a atravesarlos.
Spock apartó a Kirk del camino de uno de ellos, Sola desvió a otro. Un tercero rebotó contra un hombro de McCoy y lo hizo tambalear, semiinconsciente, hasta que Sola lo cogió y le hizo recobrar el equilibrio.
Kirk luchaba y los esquivaba con casi toda su agilidad habitual, pero Spock sabía que el humano estaba quemando sus últimas reservas de energía y no podría mantener ese ritmo.
Spock cogió el comunicador, que le fue arrebatado de la mano por un animal que chocó contra ella. Fue un impacto que habría roto los huesos humanos. Spock perdió el equilibrio. Todavía estaba rodando tras la caída, cuando dos animales salieron de detrás de la exploradora que los ocultaba, y saltaron hacia la garganta de Kirk.
Sola derribó a uno en medio del aire, aunque el otro había pasado de largo, camino del cuello de Kirk. Kirk tenía un brazo en alto, y los dientes del animal se cerraron sobre éste, no sobre su garganta. Pero un peso dos veces superior al del capitán se arrojó sobre el brazo y lo golpeó, a gran velocidad, derribándolo. Cayó pesadamente al suelo y perdió el conocimiento.
El espiral de luz de Sola se enroscó en torno al cuello del animal, dejándolo fuera de combate y apartándolo; Spock le disparó un rayo fásico para desmayarlo cuando estuvo lejos de Kirk.
Sin embargo, Kirk no se movió y Spock vio la palidez de cera característica del shock en el rostro del humano. El vulcaniano hincó una rodilla en tierra y su mano izquierda rodeó el brazo para hacer un torniquete que detuviera la hemorragia. Disparaba por encima del cuerpo mientras los animales continuaban avanzando.
Sola se abrió paso luchando en dirección a Spock, paso a paso, hasta encontrarse junto a él. Bajó la mano que tenía libre para tocarle una sien, y él sintió el flujo de alguna clase de contacto mental que le resultaba extraño, algo que le dio la impresión de haber nacido en las selvas y de ancestros aún más feroces que su propia especie vulcaniana. Atravesó los escudos que había levantado, y él supo que minaría sus defensas, tal vez de manera fatal; pero sentía que el propósito de ella era salvar a Kirk, y no podía negarse.
Entonces el contacto mental pareció extraer una fuerza amplificadora de él, y fluir al exterior, a través de ella, en una especie de enorme y terrible advertencia mental…, el grito de caza psiónico de la más formidable especie de su planeta.
Spock vio que los animales que cargaban contra ellos se detenían o daban media vuelta, confundidos y, en algún nebuloso rincón de sus rudimentarios cerebros, aterrorizados.
Uno se estrelló contra McCoy, otra vez, en el último segundo; Spock vio que el médico recibía un nuevo golpe en el hombro ya dañado, y caía.
—La exploradora —ordenó Sola en tono de mando, y Spock no discutió con ella. A la Enterprise le llevaría más tiempo del que tenían oírlos y transportarlos.
Recogió a Kirk con un brazo y no se sorprendió al ver que Sola rodeaba a McCoy con uno de los suyos y lo llevaba a peso hacia la doble puerta de la nave exploradora.
Los animales estaban perdiendo el terror y comenzaban a avanzar. Las dobles puertas de la nave se abrieron ante la voz de Sola Thane; ella metió a McCoy en el interior y se volvió para cubrir a Spock mientras subía con Kirk. La mujer derribó a un animal cuando saltaba tras el vulcaniano. Las puertas se cerraron en el hocico de otra enorme bestia, y luego retrocedieron como las puertas de seguridad de un turboascensor, amenazando con dejarla entrar. Sola disparó la última carga de su arma a la cara de la bestia, que cayó hacia atrás. Por fin, las puertas se cerraron.
La pequeña nave comenzó a sacudirse a causa del impacto de los animales que continuaban arrojándose contra ella presas de la furia. Por regla general, no deberían causar daños, pero Spock tenía dudas respecto a las reparaciones recientes.
Sola se inclinó velozmente para comprobar el estado de McCoy, y se apropió de su maletín médico.
—El doctor está inconsciente. Tiene un brazo dislocado pero no corre peligro —declaró. Se volvió hacia Kirk, y pasó con precisión sobre él el escáner médico de McCoy.
—Ha estado sufriendo de heridas anteriores y estrés acumulado —comentó Spock con voz inexpresiva—, y creo que una Unidad ha estado realizando persistentes esfuerzos para absorberlo, con cierto éxito momentáneo. Se encuentra en grave peligro.
Ella leyó los resultados en el escáner, y Spock vio que su rostro, bajo la complexión leonada, se volvía blanco. Eso le dijo todo lo que necesitaba saber sobre ellos dos.
—Señor Spock —dijo ella—, supongo que puede usted pilotar esta antigualla. Yo he recibido algo de entrenamiento médico como agente autónomo.
Spock se limitó a asentir con la cabeza. Si el aparato volaba, él podía pilotarlo. Un agente autónomo tenía los mismos conocimientos médicos que un profesional. A un gesto de ella, dejó a Kirk a su cuidado, depositándolo sobre una estrecha litera, mientras Sola se arrodillaba junto a la misma y sustituía la presión de la mano de Spock por la suya propia.
Spock se enderezó y contempló durante un instante el rostro blanco como la cera de Kirk, pero lo que vio fue el contorno de un largo vacío, como si lo último de aquel color de vida y aquella presencia se agotaran.
Se encaminó a la parte delantera; sus ojos y manos leyeron metódicamente los controles de la obsoleta nave exploradora del tipo de las pertenecientes a la Flota Estelar, posiblemente una de las naves pequeñas de la Federación, desaparecidas en el sector Marie Celeste. Podría haberla pilotado a ciegas… lo cual era virtualmente el caso en que se hallaba. Ya no intentaba ocultarse a sí mismo que el asalto mental de la Unidad, y sus infructuosos esfuerzos de proteger a Kirk del mismo habían erosionado sus propias defensas contra lo que más temía. Y la mujer había completado su perdición. Sintió un oscuro impulso de rebelión contra su destino, el destino que ella había sellado. Pero, por otra parte, tal vez ya había ido demasiado lejos como para salvarse. No tenía adónde ir ni nadie a quien recurrir. Vulcano estaba a semanas de distancia a máxima velocidad hiperespacial. Los seres humanos eran excesivamente frágiles, incluso en el caso de que él quisiera, o pudiese…
Spock encendió los motores de impulso y elevó lentamente la nave del suelo del calvero, no tan preocupado por las reparaciones de emergencia como por la vida de Kirk, que pendía de un hilo que podía romperse si se lo sometía a cualquier aceleración o tensión repentina.
Spock pilotaba la nave como si su cargamento fuese infinitamente frágil e infinitamente precioso.
Vio que sus manos estaban aferradas a los controles hasta ponerse blancas; Spock de Vulcano supo que sus disciplinas no emocionales estaban finalmente desmoronándose por completo, y que ésa era su sentencia de muerte.