16

McCoy se encaminó hacia el puente. Tendría que haber informado antes a Spock de que Kirk andaba suelto; sería mejor hacerlo en ese momento y enfrentarse personalmente con el rapapolvo que le daría del vulcaniano.

McCoy no debería haber permitido que Kirk se levantase, y ahora se maldecía por haberlo hecho. Pero había visto que la catástrofe se les avecinaba por todas partes, y no podía negarse que Kirk era el maestro de las soluciones imposibles.

McCoy se lo habría avisado antes a Spock, pero la bioquímica catullana, Vrrr, entró tambaleándose en la enfermería con unos síntomas inexplicables, y McCoy la sometió a un sondeo cerebral. Esta vez pudo reconocer el modelo, ya lo conocía de la Totalidad zarana, antes de que desapareciese. Al parecer, el intento de apoderarse de Vrrr había producido un conflicto casi fatal con la notoria independencia mental catullana. Durante un rato, McCoy pensó que iba a perderla, y trabajó para estabilizarla de los síntomas de shock que padecía. En un momento dado, el modelo de la Totalidad desapareció, ella respiró con regularidad; luego, de forma repentina, miró a McCoy con aparente salud en sus ojos felinos. Pero él no estaba seguro de si Vrrr había ganado… o perdido, al final.

La intuición que tenía en el fondo era que ella había perdido. La puso bajo vigilancia…, aunque no podía saber si el guardia era fiable. No había ninguna forma de detectar la posesión por parte de la Totalidad, ni por la Unidad de Gailbraith. Y McCoy no tenía forma de luchar contra ellas. Estaba seguro de que se habían apoderado de una gran parte de la tripulación. Y se le ocurrió, ya tarde, que Kirk iría a enfrentarse con el problema en la persona de Gailbraith.

McCoy acudió a decírselo a Spock; pero se encontró con los cuatro cuando el turboascensor lo dejó en el puente, simultáneamente con el otro que llevaba a Spock, Sola, Kirk y Gailbraith. McCoy descubrió que el embajador le ponía inexplicablemente los pelos de punta; los cabellos cortos de la nuca se le erizaban, como si se hallara no ante un hombre civilizado, sino ante un antiguo enemigo de la selva.

Tal vez sí lo era, pensó McCoy. Quizá mucho tiempo atrás; tal vez se había librado una batalla anterior entre la Unidad y la individualidad, y en alguna parte había decidido las cosas una última batalla, al menos durante un tiempo. Y en aquel instante, quizás habían nacido la soledad, el esplendor, el afecto… y el ocasional anhelo de algún perdido edén de Unidad.

Ahora la Unidad tribal volvía a alzarse en una forma nueva, y McCoy se veía acorralado por ella, como médico y como hombre. Su medicina era incapaz de rescatar a las víctimas. Vio la expresión del rostro de Spock y supo que la Unidad de Gailbraith tenía que haber tocado a Kirk… Luego McCoy le echó una mirada a Kirk, el cual parecía haber sido recientemente recompuesto…, a menos que uno se fijara en las señales de agotamiento nervioso que le rodeaban los ojos. McCoy lo examinó con el escáner. Luego volvió a examinarlo, sin poder creer en las lecturas obtenidas.

—En el nombre de Dios, ¿qué ha hecho? —exigió saber.

El escáner mostraba un perfecto estado de salud…, excepto por las trazas de un nuevo shock que habría dejado secos a la mayoría de los hombres.

Kirk tenía una expresión ligeramente aturdida en el fondo de los ojos, pero consiguió enfocar a McCoy.

—No se preocupe, Bones. He hecho… una especie de pacto con el diablo.

—Lo creo —replicó McCoy con amargura. Le subió la manga y vio la piel nueva, curada. Perfecta. Imposible. Y a McCoy no le gustó.

—Es una concentración curativa de la fuerza de Gailbraith, Bones —le explicó Kirk—. No se preocupe. No he sido absorbido. Todavía. Aunque es posible que el señor Spock me haya apartado justo a tiempo. —Sus ojos tenían una expresión obsesionada, pero adoptó el estilo de mando y los miró a todos.

—No disponemos de ningún conocimiento ni tecnología con los que poder luchar contra el intento que está haciendo la Totalidad por apoderarse de esta nave. La Totalidad de Zaran es la forma más peligrosa de Unidad con que se enfrenta la galaxia. Sola cree que la Totalidad está utilizando los poderes psiónicos que tienen las mujeres de su especie emparejadas de por vida, para unir grupos cada vez más grandes. Ella no sabe cómo detener el proceso. Se ha apoderado de todas las naves que ha atraído a este sector. Si lo hace con la Enterprise, podrá acabar con la resistencia del movimiento de oposición de Sola en Zaran. Y podrá destruir otros planetas si ofrecieran resistencia. Si la Totalidad se apodera de Sola como mujer emparejada, es posible que ni siquiera tenga que utilizar mucha fuerza física. Ninguno de nosotros sabe nada sobre la Unidad. Gailbraith, sí. Hay un dicho respecto a la única forma de luchar contra él fuego. Yo he adoptado el principio. Yo utilizaré a la Unidad de Gailbraith contra la Totalidad. Gailbraith nos ha ofrecido ayuda segura.

—¿A qué precio? —preguntó de pronto Spock, y McCoy vio que también al vulcaniano le ponía los pelos de punta, quizá más que al propio médico. Sabía Dios de qué había arrancado el vulcaniano a Kirk. ¿De un vínculo mental con Gailbraith?

Kirk se encaró directamente con Spock.

—Yo he consentido en experimentar la Unidad, y en… considerar la alternativa.

—No hay ninguna alternativa —declaró Spock—. Usted es lo que es, y su esencia no puede soportar entregarse de ninguna forma a una Unidad. También hay un refrán que habla de jugar con fuego… y quemarse. Tenemos que resolver eso con Gailbraith, o habremos entregado el principal objetivo por adelantado: usted. —Spock se volvió a mirar a Gailbraith—. Este sacrificio no es aceptable para ninguno de nosotros. Usted lo considerará como la gallarda oferta de un hombre que no está médicamente en condiciones de hacerlo, y se retirará.

—No, señor Spock —replicó tranquilamente Gailbraith—. No lo haré.

Spock miró a Kirk.

—Retire la oferta.

Kirk miró a Spock con expresión grave.

—Lo siento, señor Spock. No puedo hacerlo.

—Doctor McCoy —dijo Spock—, el capitán está incapacitado para el mando, desde el punto de vista médico, como resultado de graves heridas y de una intensa forma de contacto mental alienígena que podría haberle convertido en cautivo de un poder enemigo. Debo insistir en que certifique usted que está médicamente incapacitado para el mando.

—Spock —replicó McCoy—, no podría estar más de acuerdo con usted. —Vio la expresión de gratitud del vulcaniano, y negó rápidamente con la cabeza—. Pero no puedo hacerlo, Spock. No hay pruebas. Los resultados del examen dicen que está en perfecto estado de salud; y no puedo detectar los efectos de la Unidad… en absolutamente nadie. Usted mismo podría ser un cautivo, por lo que yo sé. A mí tampoco me gusta este pacto, pero no tengo ninguna autoridad médica para impedírselo.

—Gracias, Bones —dijo Kirk. Tendió una mano y la apoyó en uno de los hombros de McCoy—. No se preocupe. Aceptemos esto.

Luego Kirk bajó los escalones en dirección al asiento de mando. Fue Sola quien lo siguió.

—No debe considerarlo —le dijo en voz muy baja.

—¿Qué? —le preguntó Kirk.

—Alejarse en medio de la noche… o hacia la Unidad. Eso no resolverá nuestro problema.

Él levantó los ojos hacia ella.

—De momento, lo que más me preocupa es salvar mi nave. Si quiere ayudarme, continúe como hemos acordado.

—El acuerdo no incluía que usted pactase con el diablo —replicó Sola.

—La necesidad hace extraños compañeros de cama… como usted ya sabe —replicó él—. Hay que pagar algunos precios, y éste es uno de ellos.

Se volvió a mirar a Gailbraith.

—Embajador, ¿puede detectar usted a qué ritmo está la Totalidad apoderándose de la Enterprise?

—Sí —replicó Gailbraith.

—¿Cuánto tiempo nos queda? —preguntó Kirk.

McCoy vio que Spock se apartaba de la terminal científica. Aquélla era una pregunta que Kirk normalmente le habría formulado a él.

Gailbraith se encogió de hombros.

—Ahora controlan secciones clave. Al ritmo presente, podrán tener una mayoría significativa dentro de tres horas, y las mentes más resistentes al cabo de seis.

—¿Cómo podemos luchar contra ella? —le preguntó Kirk a Gailbraith.

—No va a gustarle ninguna de las respuestas —le contestó el embajador.

—No me gustan las preguntas —le aseguró Kirk—. Dígamelo.

—Mi unidad puede contender por cada alma. De hecho, ya lo ha estado haciendo. Controlo una cantidad de los miembros de su tripulación que no especificaré. A una orden suya, otros se unirán sin oponer resistencia. Usted podría escoger al diablo, ya sabe…, mi Unidad en lugar de la Totalidad… y ordenarle a su tripulación que haga otro tanto.

—Tiene razón, no me gusta —replicó Kirk—. ¿Cuál es la otra respuesta?

Gailbraith se volvió a mirar a Sola.

—La mujer zarana está amplificando el efecto de la Totalidad, y hasta cierto punto también el de mi Unidad. Cuanto más tiempo permanezca ella en presencia de usted, capitán, más se verá atraída hacia los lazos afectivos y más peligrosa se volverá para todos ustedes. Tiene que escoger entre ella y su nave.

—Eso me gusta todavía menos —declaró Kirk—. Encuentre una tercera alternativa.

Gailbraith se encogió de hombros.

—Acepte la prueba que le propone la Totalidad, como un reto.

—¿Qué prueba? —intervino McCoy.

Gailbraith se volvió para señalar a Sola.

—En este paquete bastante interesante, tenemos a todo Zaran. Ella es el corazón de la resistencia zarana, y sería el poder de ella el que le daría a la Totalidad el arma psiónica que iniciaría una reacción en cadena de Unidad. Según va ella, así va su planeta… y muy posiblemente la galaxia. ¿No se le ha ocurrido a ninguno de ustedes que aquí nos hallamos todos muy convenientemente reunidos?

—A mí se me ha ocurrido que fue usted quien lo dispuso —replicó Kirk—. Usted sabía que ella estaría aquí. Y fue usted quien me trajo.

—Eso es verdad, hasta ahí —dijo Gailbraith—. ¿Se le ha ocurrido preguntarse el porqué?

—Para hacer surgir poderes de unión latentes —intervino Sola—. Es algo que se ha intentado antes, pero sin éxito. Embajador, ¿fue suya la decisión de enviar al capitán Kirk y la Enterprise?

—Sí —replicó Gailbraith—. Con bastante conocimiento de los propósitos de la Totalidad.

—El embajador es astuto —comentó Sola—. Y tiene razón. Nos han superado, y yo debo abandonar la Enterprise. Me llevaré la nave exploradora. —Dio media vuelta para marcharse.

—No —dijo Kirk de forma categórica, y Spock no se apartó del camino de ella hacia el turboascensor.

—Puede que sea ya bastante tarde incluso para eso —agregó Gailbraith—. Yo creo que deberíamos esperar tener noticias de la Totalidad en cualquier momento, con los términos del reto.

—¿Qué más pretenden de ella? —refunfuñó McCoy.

Gailbraith volvió hacia el médico sus ojos gris acero y McCoy sintió el completo poder del hombre.

—Ella es la clave para traer la Unidad a la galaxia durante mi vida, doctor —replicó Gailbraith.

—Y usted quiere la Unidad en el curso de su vida —le dijo Kirk a Gailbraith.

—Sí, capitán.

—Pero ¿a qué precio? —protestó Kirk—. Si su meta es correcta, ¿no puede cumplirla sin emplear la fuerza?

Gailbraith se encogió de hombros.

—Ésa ha sido mi creencia. Pero ganar sin la fuerza podría requerir un millar de años… o un millón. Capitán, si yo pudiera ofrecerle la paz mientras esté usted vivo, pero a un cierto precio… ¿no se sentiría tentado?

—Puede que sí, embajador —replicó Kirk—, pero he aprendido que algunos precios no pueden pagarse. El empleo de la fuerza destruye cualquier beneficio que pudiese resultar.

—Ojalá pudiera estar yo tan seguro… o fuera tan inocente.

—¿Es ésa la pregunta que ha venido a formular aquí, Gailbraith? Usted tampoco está aquí por accidente. ¿Acaso la Totalidad necesita algo de usted? ¿O necesita usted algo de la Totalidad? —preguntó Kirk con aire pensativo.

—¡Qué perspicaz, capitán! Ambas cosas.

—¡Y los dos necesitan algo de mí…, de nosotros! —adivinó Kirk.

Gailbraith asintió con la cabeza.

—Es un triángulo, capitán. Se trata de un triángulo fatal que se ha reunido aquí para decidir el destino de la galaxia durante un millón de años. Nosotros, los que hemos escogido la Unidad, no podemos traerla a la galaxia durante el curso de mi vida. Necesitamos el método de la Totalidad. La Totalidad necesita también nuestra ayuda…, o al menos nuestra neutralidad. Colectivamente, los de entre nosotros que hemos formado diversas clases de Unidades por elección, podemos oponernos a la Totalidad. Nosotros seríamos la pluralidad de la Unidad enfrentada a la única Totalidad que todo lo absorbe. El conflicto podría durar un milenio. Y mientras dure, los individuales encontrarían espacio para existir como amebas; pero si yo me convenzo de que la solución de la Totalidad puede funcionar, y decido llevar a los míos a una unión con ella… podríamos ahorrarle a la galaxia un millón de años de conflicto y agonía.

Kirk sacudió la cabeza.

—Extinguiría la grandeza… y el afecto. No hay espacio para la diversidad dentro de la Unidad, ninguna chispa que salte al otro lado del abismo de la diferencia para crear… éxtasis.

—Ése, capitán —dijo Gailbraith—, podría ser el tercer vértice del triángulo… y la esencia de la prueba: el afecto frente a la Unidad. El pueblo de Sola tiene capacidad para la Unidad… si alguna especie la tiene. Usted, sus amigos, su nave, son la esencia destilada de la oposición. Lo que se pone a prueba es, quizás, el poder del afecto.

—Ya ha ganado antes —le aseguró Kirk.

—Y perdido —replicó Gailbraith— muchas veces. Yo creo que usted perderá, capitán, porque se encuentra desgarrado entre dos fuerzas. La imposibilidad de su situación le empujará, finalmente, hacia mí.

—Gailbraith —dijo Kirk—, me ha prometido ayudarme a salvar mi nave…, al menos hasta la decisión final. Voy a pedirle que se atenga a eso, y lo exhorto a tomar con cuidado su decisión. Porque si se une usted a la Totalidad, no habrá camino de retorno ni alternativa posible. Pero si usted resiste y ofrece a los seres individuales la oportunidad de decidirse por su Unidad, o alguna otra, o ninguna, estará preservando su propia libertad… y la nuestra. Ahora… ¿puedo establecer contacto con la Totalidad?

—Espero que la Totalidad sea quien establezca contacto con usted —replicó Gailbraith en un tono de advertencia.