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Kirk se aferraba al asidero y no podía moverse. Durante demasiados largos segundos se había encontrado solo, y sabía por qué… y un impulso lo había arrojado hacia la Unidad. Él no estorbaría lo que había entre los otros dos, con su soledad o su muerte. Sola estaba alcanzándolo ahora. Y Spock avanzaba hacia él. Pero ya era demasiado tarde.
Kirk se encontró con que su mente salía al encuentro, no de ellos ni de la Totalidad, sino de la Unidad de Gailbraith. Una vez casi le había parecido un paraíso, un hogar de reposo. Al menos estaba abierta a su elección, y no a costa de nadie…
—Venga.
Ahora era la voz mental de Gailbraith, que le respondía.
—Yo le ayudaré.
Sintió la fuerza sustentadora de Gailbraith que luchaba contra la fuerza de la Totalidad para protegerlo. Ahora sentía el tira y afloja de los titanes… por su posesión.
Y casi fue como si sintiera que el volcán se desencadenaba más a causa de eso. Tal vez era así. Los campos psiónicos eran poderosos. Intentaban arrancarle de la pared.
Sintió que Sola también intentaba sustentarlo, pero dentro de él había un enojo que no le permitía responderle. Él no la culpaba. No había nadie de la calidad de ella que no hubiera tenido que hacer lo que hizo, sentir lo que sentía, por Spock. Él mismo había querido ver a ese Spock, a esa Sola. Pero existía una parte de Kirk que había deseado que ella, al fin, le deseara sólo a él. Quizás había deseado incluso que el triángulo fuese… eterno.
Pero no lo sería.
Entonces, de forma súbita, Sola llegó hasta Kirk con un poder tal que él se vio obligado a responderle. Ella estaba allí para él, tan poderosamente como lo había estado para Spock, quitándole algún peso de encima. Él tendió una mano y descubrió que podía alcanzar otro asidero.
Abruptamente, sintió enojo también en ella.
—Te dije que no podía responder de lo que llegara a sentir por Spock desencadenado.
Él consiguió volver la cabeza para mirar a Spock. El vulcaniano avanzaba hacia él con un cuidado infinito…, mucho más del que había tenido al caminar por la tubería. La mente del vulcaniano le transmitió su fuerza, casi le colocó por propia voluntad los dedos y las puntas de los pies donde tenían que apoyarse.
Pero en él también había enojo.
—Ya le advertí contra el sacrificio —dijo el vulcaniano a través de los dientes apretados—. Especialmente contra éste.
Esta vez, Kirk no discutió. Spock había presentado su argumento terminante cuando estaba al borde de la cornisa. Y después, Kirk había desafiado el ultimátum de Spock y llamado a Gailbraith en su ayuda. Mientras que Spock había salido a buscarlo…
No podía haber discusión, decidió Kirk, respecto a quién debía estar furioso con quién.
Ahora podía sentir la atracción de la Unidad; Gailbraith estaba avanzando para alcanzarlo, adelantándose para guiar, proteger.
Allí había un universo nuevo para explorar, uno que él había descuidado, incluso desdeñado. Y tenía sus atractivos.
Incluso sabía que podía tender un puente sobre la grieta que separaba a ambos titanes. Gailbraith no se uniría a la Totalidad…, ciertamente no sin haber dejado algunas cosas claras con Soljenov. Soljenov no poseería los tres elementos que le eran necesarios para la conquista de la galaxia.
Se vería obligado a recortar sus ambiciones, tal vez incluso a discutirlas con Gailbraith-Kirk aunque tardara todo un milenio.
Puede que ésa fuera la única forma de salvar la nave —y la galaxia—, y puede que allí residiera su tarea.
Sola y Spock le alcanzaron, y el enojo había desaparecido; le instaban solamente a vivir… y a confiarse a la unidad de ellos, no a la Unidad.
Sobre el estrecho saliente, él giró la cabeza y vio la mano del vulcaniano tendida hacia él, para coger y guiar la mano del capitán hasta el siguiente asidero.
Estiró su mano al máximo, y los finos dedos del vulcaniano guiaron a los suyos hasta el próximo saliente.
—Señor Spock —murmuró—, es usted un bastión de fuerza y aliento.