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Kirk comenzó a encaminarse hacia su camarote, y luego cambió de opinión. Era el primer lugar en que Spock, o McCoy, irían a buscarlo; y en ese momento tenía necesidad de estar solo.

Además, si se detenía, se sentaba o se tendía no estaba seguro de cómo iba a ponerse nuevamente en movimiento. Quedaban unos diez minutos antes de que la exploradora descendiera en las coordenadas de que disponían.

—Piscina uno —le dijo al turboascensor, tomando una decisión repentina.

Momentos más tarde el turboascensor lo dejó en el pequeño recinto de piscina/gimnasio Uno; por consentimiento común, aunque no por reglamento, normalmente era utilizado por la oficialidad, y en ocasiones por los huéspedes de honor. Pero ahora estaría cerrada para el grupo de Gailbraith, por el bloqueo activado por Spock. El bloqueo era utilizado de vez en cuando para aislar las dependencias de los huéspedes de honor como sala de cuarentena o de confinamiento para una forma de vida alienígena enemiga.

Eso, pensó Kirk, era con toda probabilidad lo que tenían a bordo…

El área de la piscina estaba vacía.

Entró en la ducha sónica y dejó que su transportador le disolviera la ropa y activara el programa de reanimación, que virtualmente estaba garantizado para resucitar un muerto. Mientras lo hacía, le puso una grabación Alfa-hipo que le aseguró vocal y subliminalmente que se sentía bien, mejor que antes, mejor que mejor.

Mentía.

El programa de natación y el dispositivo transportador le ataviaron servicialmente con un pantalón corto de baño ajustado y le envolvieron en una toalla. Él salió y se entregó al agua. Nadó perezosamente de espaldas, haciendo poco más que flotar, pero eso le relajaría algunos de los nudos musculares. Dios sabía cómo había podido verse tan profundamente afectado por aquel momentáneo contacto con la Unidad, pero incluso en ese momento se sentía vacío, asolado, irremisiblemente solo…

De pronto, su cuerpo se convulsionó en un calambre tan poderoso que no podía respirar ni moverse. Se dobló en forma de bola y se encontró con el rostro dentro del agua. Los brazos y piernas fueron acometidos por un espasmo. Contuvo la respiración y realizó desesperados esfuerzos para salir a la superficie, al borde de la piscina. Pero sabía que no estaba consiguiéndolo.

¿Qué decían siempre sobre no nadar nunca en solitario? Maldito idiota. «Capitán de la Flota Estelar se ahoga en una bañera…»

Alguien que formara parte de una Unidad no moriría de aquella forma. Tal vez envió alguna clase de llamada. No llegó a estar seguro de ello…

Había contenido la respiración hasta el punto de perder el conocimiento.

Desde algún profundo lugar de consciencia sintió que una poderosa fuerza lo cogía y subía a la superficie, lo movía con largos empujones hacia el borde de la piscina y lo sacaba con un brazo fuera de la misma.

Entonces comenzó a relajarse. Sólo había una fuerza de ese tipo en la Enterprise, y él estaba a salvo en sus manos.

Sintió que le insuflaban aire al interior de los pulmones y que unas manos fuertes comenzaban a aflojarle los calambres. Luego sus pulmones lucharon para respirar y encontraron su propio ritmo, y las manos se concentraron solamente en hacer que se relajaran los músculos contraídos de todo su cuerpo.

Lo más extraño fue que sintió una especie de curiosa calidez que manaba por las manos, como si estuvieran canalizando directamente a su interior una sobreabundancia de vitalidad.

Spock siempre aparecía con un conejo nuevo que sacaba de su chistera vulcaniana…

La calidez subió por el cuerpo de Kirk hasta su rostro, sus sienes, y él sintió un flujo de energía que le tranquilizaba y aliviaba, una invitación, una bienvenida, un final de la soledad, una perspectiva ilimitada, como si mirase a través de un enorme ojo compuesto, sobre incontables visiones separadas de estrellas y rostros, paisajes y lugares distantes… y en algún lugar dentro de aquello, una mente, asombrosamente poderosa, que tenía un plan para la galaxia.

No podía ver el plan, pero era complejo y sutil, basado en observaciones realizadas, inferencias hechas, brillantes saltos de lógica especulativa y predicción. De alguna forma vio una imagen del esquema del mismo, una gran batalla de tres vértices, en la que él y los suyos se hallaban en un ángulo y otras dos grandes fuerzas opuestas ocupaban los otros dos. Cada una de las fuerzas oponentes era una Unidad, la primera controlada por el planificador al que conocía. Eso no le resultaba extraño. Era un plan brillante que le sobrepasaba; y de alguna forma lo esperaba.

Lo que no había esperado era el seductor atractivo de esa fusión. Sería tan fácil dejarse ir, aceptar, convertirse en una mente con un millar de ojos… Sí, y un millar de cuerpos, vueltos los unos hacia los otros, compartiendo sensaciones y sensualidad, sin perderse nada… excepto, tal vez, alguna singularidad de ameba.

Durante un largo momento pareció sencillo, natural, una dirección de crecimiento, y avanzó lentamente para mirar a través de uno de los pares de ojos, una faceta del gran ojo compuesto perteneciente a la nueva criatura.

Se encontró mirando hacia abajo, su propio rostro.

Tenía el semblante pálido y ojeroso. Unas manos de largos dedos lo sostenían y le transmitían un urgente flujo de fuerza vital. Durante un momento también pudo mirar incluso a través de la mente que había detrás de aquellos ojos, que medía los contornos de su cara, el estado de su ser, la testarudez de su resistencia, lo vulnerable de su soledad…

Kirk volvió a arrancarse entonces y luchó ferozmente por recobrar su propia consciencia individual, luchó a través de niveles y capas, y por fin abrió sus propios ojos.

Era Gailbraith quien estaba arrodillado junto a él.

Resultaba claro que el embajador se había negado a quedarse tras las puertas bloqueadas. Y que se había despojado de la blanca túnica y la dignidad de embajador para salvar la vida de su adversario.

Los ojos grises miraban a Kirk con absorto interés, como si estudiasen las líneas de su cara. Las manos continuaban masajeándole los músculos de los brazos, inyectando un flujo de calidez a través de ellos.

Procedente de no sabía dónde, como si fuese una onda transmisora, Kirk sintió el fluir de un vasto depósito de energía vital del que el hombre podía alimentarse a voluntad.

—Gracias —dijo Kirk cuando pudo hablar—. Eso será suficiente.

Una de las manos se desplazó diestramente para distender un nudo de su cuello, y luego se detuvo.

—Es usted bienvenido —declaró Gailbraith.

—Un poco demasiado bienvenido, posiblemente.

Comprendía demasiado bien que si el hombre pretendía reclamar en ese momento su recompensa y aprovechar la ventaja que tenía, con toda probabilidad no habría fuerza mediante la cual Kirk pudiera resistirle. Y en su interior había un enemigo que tal vez incluso lo deseara. ¿Era aquélla la forma en la que sería iniciado en la Unidad?

—Embajador —comenzó Kirk en voz baja—. Gracias por haberme salvado la vida. Soy persona inclinada a pagar mis deudas. Pero el pago que supongo que usted quiere… no está en mis manos otorgárselo.

—¿En las manos de quién está?

Kirk se limitó a negar con la cabeza.

—Digamos que… en las de una obligación anterior… para con mi nave, mi tripulación, mis amigos.

—¿Su amigo vulcaniano?

—A él solo le debo la vida, docenas de veces. Aunque no hubiese nada más, por eso no podría hacerlo.

Gailbraith hizo un breve gesto de asentimiento.

—Y sin embargo, tienen que permanecer encerrados en jaulas separadas. O así lo cree usted. Excepto en esos momentos en los que la llamada del deber los ha obligado a compartir mutuamente sus mentes. Capitán, usted contempla mi Unidad con desconfianza, disgusto. ¿Le han resultado desagradables esos momentos de Unidad?

—No.

—¿O se lo ha resultado el momento que acaba de experimentar?

Durante un instante, Kirk se quedó callado.

—No —replicó—, pero yo no lo escogí, y no lo escojo ahora.

—Lo hará.

—Embajador, no me tomo a bien que se me invada por la fuerza. Es concebible que usted pueda hacerme formar parte de su Unidad sin mi consentimiento, si yo estuviese lo bastante débil. No se lo aconsejo. Yo le destruiría.

Gailbraith sonrió.

—Ese pensamiento me ha pasado por la cabeza.

—Percibí… un plan. Un plan que se extendía por toda la galaxia. ¿Es suyo?

—Capitán —le respondió Gailbraith—, ésta es la era de mutación de la Unidad. Yo-el-Múltiple no soy el único Uno. Yo tengo un plan. Sé de al menos otra Unidad que planea, a la larga, a escala galáctica.

—¿Quién? —preguntó Kirk—. O… ¿qué?

—¿Suponía usted que los humanos conquistadores de Zaran llevaron consigo sólo la tecnología física de los antiguos imperios totalitarios de la Tierra? No. También llevaron consigo la tecnología psíquica que primero se investigó allí. Y con ambas cosas conquistaron a una antigua especie de gran poder que nunca había sido derrotada. Los nativos de Zaran tenían un poder de Unidad, raro pero muy fuerte. Ahora está siendo utilizada por los despiadados. Llegará el momento, capitán, y dentro de no mucho tiempo, en que usted tendrá que escoger entre mi Unidad y la de ellos.

Kirk luchó para sentarse y Gailbraith lo levantó con una mano de acero.

—Embajador —dijo Kirk—, he descubierto que cuando se me ofrece la alternativa del mal menor, continúa siendo un mal.

Se levantó por sus propios medios y permaneció de pie, oscilando.

—Mi vida ha vuelto. Gailbraith sonrió.

—He realizado un estudio de lo que necesita para su vida, capitán. Es bastante más de lo que usted mismo ha hecho.

Es muy probable que en este viaje vaya a encontrar lo que no sabía que necesitaba… tal vez incluso en el planeta de ahí abajo, donde espera que yo no sepa a quién va a ver. Lo sé. Y también sé lo que necesita ese alguien. Por esta razón, usted representará el guión que yo le he escrito. No tiene forma de escapar. Pero disfrutaré del proceso de ver cómo lo intenta.

—¿Por qué yo? —preguntó Kirk.

Los ojos grises parecieron inspeccionarlo hasta el alma.

—Hay muchas razones obvias, capitán. Usted es el epítome de su clase, el mejor de sus congéneres, la esperanza de los individuales de todas partes. Usted es el primer blanco de los del otro bando. —Le dedicó una sonrisa bastante rara—. Ninguna de ésas es mi principal razón.

—¿Cuál es?

Los ojos grises lo atravesaron.

—Tal vez me recuerda usted a alguien. ¿Supone que yo me convertí en una Unidad sin haber antes luchado contra ella virtualmente hasta la muerte?

Kirk lo miró con mucha atención.

—No lo había meditado. Pero continúa sin decir que ésa sea su razón.

—¿Lo ha advertido?

—Embajador, me excusará usted. Me están esperando.

—Sí —replicó Gailbraith, y por primera vez los grises ojos parecieron reír—. Así es.

Kirk dio media vuelta pero las piernas le fallaron. Se encontró con Gailbraith que lo sostenía por una mano. Luego, la otra mano del hombre le tocó una sien.

En el momento se sintió mucho mejor. Se alejó sin mirar atrás, se detuvo en la ducha sónica para programar ropas, y se marchó para asistir a su cita con Spock. Tenía la sensación de que había algo importante que tenía que recordar. No podía, en aquel momento, pensar qué…