15
La cabeza de Spock se levantó bruscamente de la terminal científica y se volvió a mirar a Sola. Ella estaba bien.
Spock se puso de pie, y ella lo siguió mientras él se lanzaba al interior del turboascensor.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella.
—¡Jim! —La palabra le salió como un gañido de la garganta—. Piscina uno —le dijo al turboascensor.
Al llegar se encontraron a Gailbraith inclinado sobre Kirk. Ambos parecían hallarse en un estado anormal, de una intensidad peculiar. Spock no se anduvo con ceremonias. Arrancó las manos de Gailbraith de los puntos de contacto y lo arrojó hasta la mitad de la sala. Kirk gimió. Spock reemplazó el contacto con sus propias manos.
—Nosotros somos uno —murmuró, la vieja fórmula del contacto mental vulcaniano.
Pero no eran uno. Retrocedió, sobresaltado, ante una presencia que apenas podía reconocer…, una presencia que todavía era Kirk, pero que estaba casi al borde de la Unidad. Lentamente, con paciencia y terror infinitos, Spock penetró para apartar a su amigo de ese borde.
—T’hyla —dijo—. ¡Jim! Su sendero está aquí.
Percibió una resistencia sin palabras, una parte de la cual simplemente quería marcharse y dejarle a Spock lo que más necesitaba. Había una imagen de la mujer a la que Kirk le había pedido que regresase junto a Spock. Aún existía un terco recordatorio de que continuaba siendo puramente un capitán de nave estelar, y que tomaba ese camino para luchar por las vidas de todos ellos y por la nave.
Fue a esa parte, finalmente, a la que habló Spock.
—La nave ha sido eficazmente saboteada en algunos sistemas vitales. No podemos abandonar la órbita. Le necesitamos en el puente.
Sintió que la mente saltaba bruscamente a sus pautas habituales.
—¿Spock?
—Capitán.
Tras un momento, Spock interrumpió la fusión mental. En ese instante vio, en la mente del capitán, el acuerdo al que Kirk había llegado.
Se retiró y miró fijamente a los ojos avellanados del humano.
—Eso es lo más aproximado a la venta de su alma que jamás ha hecho —comentó Spock.
Kirk respiró profundamente.
—Es lo más aproximado a perderla. Gracias, señor Spock. —Se palpó el brazo herido—. Al menos, el diablo ha cumplido con su palabra —dijo.
Entonces se puso de pie y Spock lo miró con asombro al notar la vieja energía, la antigua chispa.
Spock tendió las manos y le levantó la manga por encima de la zona dañada del brazo. El vendaje aplicado con aerosol estaba desprendiéndose de una piel nueva y sana. No tenía cicatrices.
Spock se volvió a mirar a Gailbraith, que parecía haberse recuperado del shock de la separación. Gailbraith le hizo una leve reverencia.
—Señor Spock, creo poder aconsejarle incluso a usted en los puntos más sutiles para resistir a la Unidad de la Totalidad.
—Yo no necesito ninguna instrucción —replicó Spock con tono frío.
—Yo, sí —intervino Kirk—. Vayamos a ocuparnos de esos sistemas saboteados, señor Spock.
Abrió la marcha con su antigua energía, y Gailbraith los acompañó.