33
McCoy, Gailbraith y Dobius llegaron a la cornisa de Sola sólo un instante después que Soljenov, y a tiempo de ver cómo Spock le tendía una mano a Kirk, y Kirk, tras un momento, la aceptaba.
En el campo psiónico, el cierre del circuito entre ellos tres fue casi visible, incluso para McCoy. Kirk avanzó, sujeto ahora a medias por la férrea mano de Spock. El saliente se estrechaba aún más hacia el final, y estaba desmoronado; el vulcaniano ya parecía sustentarse más por imaginación que por ninguna otra cosa.
Sola subió a un precario saliente para tenderles una mano, pero entonces Soljenov avanzó hacia la mujer y quedó bastante claro que había cambiado del nivel psiónico de lucha a uno más primitivo de enfrentamiento físico.
McCoy se interpuso en su camino.
Soljenov miró a través de McCoy como si éste no existiera, y pareció dispuesto a atravesarlo directamente…, cosa que, decidió McCoy, iba a tener que hacer.
Estaban a unos treinta centímetros del borde de la cornisa, y McCoy no era un contrincante digno del hombre que tenía delante, y mucho menos de la entidad multicelular que en realidad era. No obstante, Soljenov tendría que pasar por encima del cadáver de McCoy para alcanzar a Sola y los otros dos.
Luego, McCoy se sintió apartado a un lado, más o menos suavemente, por una fuerza que no podía siquiera comenzar a calcular.
Lo pusieron contra la comparativa seguridad de la pared, y su lugar fue ocupado por un embajador de la Federación.
Por primera vez, el pleno poder de Gailbraith se hizo sentir en McCoy, y el médico comprendió el significado de la nueva especie. Allí había un poder capaz de enfrentarse con el Soljenov-Totalidad en los propios términos de éste, incluso allí, en su propio terreno.
Allí estaba el enfrentamiento de titanes que Soljenov había predicho. ¿Y si tuviera razón? ¿Y si dos o más entidades como ésas no pudieran existir por separado durante mucho tiempo, y la única solución fuera que se fundiesen en una sola Unidad?
¿Era ése el principio de la guerra que podía hacer que la batalla de Armagedón pareciese una excursión de escuela dominical?
—Mi pregunta ha sido respondida —declaró Gailbraith.
Soljenov se encaró con Gailbraith como si tuviera intención de atravesarlo también a él.
—Aquí no hay ninguna respuesta —contestó—. Solamente un capitán que ha escogido una vieja pauta ante una nueva. Sin embargo, se sintió tentado por su Unidad. Le felicito, aunque usted no haya encontrado la tentación adecuada, a pesar de todo.
Soljenov miró a los tres por encima de Gailbraith.
—Usted contempló la idea de entrar solo en la Unidad-capitán; pero en el fondo de su corazón sabía que Sola estaba en lo cierto. No existe solución alguna mediante la cual los dos puedan continuar amándola, o ella a ustedes, como seres individuales. La solución está en la Totalidad. Tenemos espacio incluso para ese amor… sin sacrificios. Ustedes creen que han escogido el amor y la amistad que sienten los unos por los otros. Lo que han escogido es la destrucción de esas cosas, a menos que vengan a mí, ahora.
Kirk y Spock avanzaban centímetro a centímetro por el saliente casi imaginario, y no les llegó respuesta de ellos en palabras, pero Sola habló sin volver la cabeza.
—Sí que nos hemos escogido los unos a los otros. La elección no se mide en el tiempo que tenemos o no tenemos. No se mide en absoluto. Si viviéramos durante un millar de años y no volviéramos a vernos nunca más, continuaría siendo nuestra elección.
—Así es como será —contestó Soljenov—. Según nuestro acuerdo, si ellos viven, tú vendrás conmigo.
Kirk se apartó bruscamente de la pared. Se desmoronó uno de los salientes que tenía bajo los pies, y él se hundió, sujeto sólo por la fuerza de Spock. Durante un determinado intervalo de tiempo que McCoy contó en siglos, ambos se balancearon sobre el abrupto abismo de lava. Sola avanzó centímetro a centímetro hacia ellos a lo largo de la saliente.
McCoy vio que Soljenov los miraba como si estuviese a punto de someterlos a una última prueba. Comenzó a avanzar hacia el trío, y Gailbraith lo detuvo. Se trabaron en lucha, fuerza contra fuerza, mente contra mente, con todo el poder de sus Muchos-en-Uno canalizado hacia el único punto de sus cuerpos forcejeantes, el crepitante contacto de los dos enormes campos psiónicos.
No había espacio para una pelea de verdad, pero McCoy se dio cuenta de que nunca había visto librar una guerra en un espacio tan pequeño.
—Ellos lo han conseguido —dijo Gailbraith a través de los dientes apretados—. Si el amor de los seres individuales puede sobrevivir a las pruebas a que los hemos sometido, e incluso las pruebas que no previmos, todavía tiene su lugar en la galaxia. Y… nosotros tenemos el nuestro. Tal vez incluso la mariposa puede aprender una lección de la ameba. No me fundiré con usted. Hay amistad, o guerra.
Soljenov no replicó, simplemente aumentó su esfuerzo contra él. Entonces, McCoy vio que Dobius avanzaba hacia Sola de una forma espasmódica peculiar, y se dio cuenta de que el cerebro dividido del taniano se había convertido en el campo de batalla entre Gailbraith y Soljenov.
Soljenov estaba moviendo a Dobius como si fuera una marioneta, y Gailbraith luchaba contra él por controlarlo. Sola sujetaba a Spock mientras éste luchaba para izar a Kirk. Si el enorme taniano lograba alcanzar al trío, podría ayudarlos… o hacerlos caer de la pared como cuentas ensartadas.
McCoy se puso en movimiento, pero llegaría demasiado tarde.
No estaba seguro de si Soljenov tenía intención de utilizar al taniano contra los otros tres.
Por primera vez, al médico se le ocurrió que en Soljenov podía existir un nivel primitivo que prefiriera ver a Sola muerta antes que dejarla marchar. ¿Por eso había provocado la situación?, se preguntó McCoy. El hombre era el núcleo de un nuevo superser, pero continuaba siendo un hombre que había estado trabado durante años en una lucha de titanes contra esa mujer. ¿Sería posible que él hubiese querido averiguar qué la atraería hacia un hombre? ¿O qué error o fallo fatal la separaba de él?
De pronto, McCoy se adelantó y miró a Soljenov a los ojos.
—Fuerza —dijo—. Usted ha cometido el mismo viejo error que lo alejó de la Tierra… y la única cosa que ella jamás podría aceptar. Deténgase. Si fuerza ahora esto, ella nunca perdonará… ni sobrevivirá.
McCoy no estaba seguro de haber llegado hasta Soljenov, pero al menos había cambiado un equilibrio de atención. El rostro de Gailbraith se puso rígido a causa de un esfuerzo supremo. Soljenov opuso resistencia… y el choque de las energías mentales pareció hacer que el volcán tronara de forma aún más ominosa. Y luego, el terrible esfuerzo que realizaba el señor Dobius para moverse en contra de su cerebro dividido, se hizo de pronto fácil y relajado.
—¡Capitán! —gritó, y trepó por asideros que sólo su gigantesco cuerpo podía alcanzar.
Dobius cogió a Sola y la sujetó mientras ella tiraba hacia ellos de un Spock que sostenía a un Kirk exhausto. Los hizo pasar más allá de sí, uno a uno, y al final ayudó a Spock, que llevaba a Kirk, a alcanzar terreno sólido.
Éste comenzó a sacudirse de inmediato. McCoy creyó sentir que el volcán se partía en dos.
Soljenov se separó de Gailbraith y retrocedió.
—Doctor —dijo finalmente—, meditaré su argumento; pero no admito su premisa. La vida multicelular no consideraba como fuerza el absorber a una ameba para convertirse en una nueva forma de vida. Yo tampoco lo considero fuerza. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que algunas amebas son inadecuadas para mis propósitos. —Miró a Kirk y Spock—. Y que hay un cierto poder en… la elección… que estudiaré.
Soljenov avanzó hacia Sola, que se hallaba con Kirk y Spock.
—Ahora nos marcharemos —le dijo—. Al volcán le quedan quizá dos minutos para su destrucción. Los demás ya se han ido a la nave de escape. Cuando hayas cumplido con tu parte del pacto, esos cuatro podrán transportarse fuera de aquí.
Kirk tocó uno de los hombros de Sola y la volvió hacia sí.
—No te marches —le pidió.
Ella alzó la cabeza.
—Debo hacerlo.
Él la sujetó por los hombros.
—Tú ya has hecho bastante. Ahora mereces una recompensa. Nosotros… tres… acabamos de solucionar nuestro problema inmediato. Lo resolveremos del todo. Ven con nosotros.
Spock avanzó un paso, en silencio.
—Yo… estoy de acuerdo —declaró.
Ella sonrió, y McCoy vio que sus ojos tenían una expresión brillante y plena.
—Yo… no puedo. Le di a Soljenov mi palabra a cambio de vuestras vidas. Y mi trabajo no ha terminado. Si yo me marcho, la Enterprise quedará en libertad, al igual que los Argunov y las Z’Ehlah de mi pueblo. Y no creo que la conquista vaya a continuar en los planes de la Totalidad… cuando Soljenov y yo hayamos acabado de discutir la forma de su adulto.
Kirk se volvió a mirar a Soljenov.
—Prométale eso, ahora. No se oponga a la elección de ella.
Soljenov negó con la cabeza.
—Ella ha escogido… acompañarme. No ha terminado… con su trabajo ni con la Totalidad…, quizá ni siquiera conmigo. Además, no habría podido conseguir llevarlos a ustedes a través de la selva y del campo psiónico sin unirse irrevocablemente con uno de los dos.
Spock negó con la cabeza.
—No podía, por otras razones.
El vulcaniano la volvió hacia sí.
—No existe ningún problema insoluble, Sola. Yo no estoy herido por esto. Tampoco lo está Jim. Ninguna elección que tú hagas o dejes de hacer le hará daño a ninguno de nosotros tres. A menos que… tú te marches. También yo te pido que te quedes.
Ella tendió una mano y tomó la de Spock a la manera de los dedos emparejados, y la de Kirk en un simple apretón.
—Lo que hemos tenido, existirá… siempre. Pero debo detenerme aquí. Me marcho. No puedo echarme atrás. Me marcharé con la Totalidad, no al interior de la misma. Pero hay opciones que debo tener la libertad de hacer. —Miró a Soljenov durante un momento—. Y opciones que no puedo hacer. Mientras exista algún peligro, no puedo unirme a nadie para convertirme en el arma de otro… ni poner a nadie en peligro de convertirse en un rehén. Desde luego, no… —por un instante la voz se le ahogó en la garganta— dos rehenes.
Luego se puso muy erguida.
—No lo he dicho, y quiero decirlo antes de perder el derecho a hacerlo: te amo, Spock.
El vulcaniano comenzó a hablar, pero ella lo detuvo.
—No lo digas. —Se volvió a mirar a Kirk—. Te amo, Jim, libremente y para siempre.
—Se inclinó hacia delante y le rozó los labios.
Él la abrazó contra sí, y durante un momento McCoy pensó que no la dejaría marchar.
Entonces, el volcán rugió y vomitó más lava al interior de la grieta.
Sola se apartó de Kirk, y McCoy no oyó su voz pero vio que sus labios decían: «Adiós». Se llevó una mano de Spock al rostro, y luego la soltó para volverse, ciegamente, hacia Soljenov.
El hombre presionó un control que tenía en el cinturón.
—Su comunicador funcionará ahora, vulcaniano —dijo por encima del ruido—. Les queda tal vez un minuto.
Cogió a Sola por un brazo y corrió con ella hacia la abertura del corredor. Ella se detuvo una vez para mirar atrás… a Kirk y Spock. Luego su mirada incluyó a McCoy por un instante.
—Gracias, doctor. Cuide de ellos por…
Pero el volcán ahogó la última palabra.
Luego continuó con Soljenov, y de pronto, ambos desaparecieron de la vista.
Durante un momento no hubo sino silencio, excepto por la amenaza del volcán.
Después, Kirk habló.
—El comunicador, señor Spock.
Spock asintió con la cabeza y lo utilizó.
—Spock a la Enterprise. Cinco para ser transportados… inmediatamente.
Se oyó el sonido de una interferencia lejana, y McCoy tuvo la seguridad de que no funcionaría y que los habían dejado allí para que murieran.
Unos segundos después se oyó la voz de Uhura.
—Sí, señor. Tenemos su señal. Transportando… ¡ahora!
McCoy vio que la lava explotaba y subía hacia la repisa… y oyó el atroz tronar de lo que tenía que ser la primera etapa de encendido de la nave de escape alimentada con energía termal.
Después de eso, el transportador se los llevó.