Capítulo
36
Hospital Raigmore, Inverness
La noticia de la atrevida
fuga de mi padre había dado la vuelta al mundo cuando los cinco
salimos del castillo de Aldourie a la gloriosa luz del día. El juez
Hannam estaba furioso, y muchos predijeron que Angus sería el
primer asesino que colgaría de un cadalso escocés desde que Henry
Burnett, de veintiún años, había sido ahorcado en la cárcel de
Craiginches el 15 de agosto de 1963, por matar a tiros al marido de
su amante. La ironía no escapó a nadie.
El "anuncio" de que Angus
llegaría vía ambulancia al hospital Raigmore dentro de una hora
para "demostrar su inocencia" puso en acción a la prensa y a la
oficina del sheriff. Cuando entramos en la autopista A9, siete
coches de la policía y dos helicópteros se nos habían sumado. La
gente saludaba y tocaba la bocina…, todo lo cual me recordó la
huida de O. J. Simpson en el Ford Bronco blanco. Theresa Cialino
estaba en el hospital, rodeada de reporteros, cuando su primo James
entró al volante de nuestra ambulancia. Nos vimos rodeados al
instante por una docena de agentes de policía armados hasta los
dientes, además de hordas de medios. Todo el mundo estaba preparado
cuando las puertas traseras de la ambulancia se abrieron.
Yo fui el primero en salir,
con la cabeza vendada y los orificios nasales llenos de hollín. La
enfermera Kasa ayudó a mi padre a bajar, y la policía le encadenó
de inmediato las muñecas y los tobillos, como si fuera a escapar de
aquella muchedumbre.
Y entonces, mientras los
flashes destellaban y las cámaras rodaban, salieron sobre una
camilla de la ambulancia los restos de John Cialino, y la leyenda
del lago Ness adquirió de repente un nuevo significado.
El Inverness Conner
describiría más tarde el momento como la conferencia de prensa "del
muerto, el muerto andante y el hombre que murió tres veces".
Theresa se desmayó y
tuvieron que llevarla en volandas al hospital. Angus exigió que le
pusieran en libertad y amenazó con demandar al Tribunal Supremo. El
juez ordenó que le trasladaran a la unidad de cardiología, y envió
los restos de Johnny C. al laboratorio para que le practicaran la
autopsia.
Fue un final peculiar de un
juicio peculiar, que habría disfrutado más si no me hubiera
desmayado.
Me condujeron a Urgencias,
me conectaron a un respirador y pasé las siguientes veinticuatro
horas en Cuidados Intensivos, debido a envenenamiento por dióxido
de carbono y conmoción cerebral.
Desperté con un tubo ya
demasiado conocido en la garganta, cuando Brandy entró en mi
habitación particular.
- Dios, Zack, tienes
un aspecto espantoso.
Fue como un déjà vu chungo.
-¿Vasss a rmper cmigo?
Brandy hizo ademán de darme
un puñetazo en la cabeza.
- Eso es por tirarme
al agua, hijo de puta. Y no, no voy a romper contigo, aunque
debería, después de todo lo que me has hecho sufrir. -¿Csarr cmigo?
-¿Casarme contigo? ¿Es así como se piden esas cosas, con un puto
tubo metido en la garganta? No, esperare a que salgas de aquí, y
después podrás comprarme un bonito anillo, ponerte de rodillas y
pedírmelo como es debido.
Brandy habló y yo escuché.
El conductor de la ambulancia, James Fox, había hecho una
declaración en la cual explicaba que no había llevado a Angus al
hospital solo "porque el viejo me convenció de que su hijo se
encontraba en graves apuros". Tanto Fox como la enfermera Kasa
juraron que me habían encontrado inconsciente en la orilla oriental
del lago Ness, junto con los restos de Johnny C.
Por mi parte, afirmé que
había perdido la memoria e ignoraba dónde se hallaba la cueva de la
drakonta.
El forense confirmó la
identidad de Johnny C. y la causa de su muerte. El Tribunal Supremo
no tardó en anular el veredicto del jurado, y Angus salió
convertido en un hombre libre…, y un héroe local. Hasta se hablaba
de que el Consejo le iba a contratar como su "Embajador de Turismo"
oficial.
Imaginé a Angus vestido con
el kilt y comiendo haggis y anunciando: "Venga al lago Ness, donde
el haggis es delicioso y los peces pican".
Eso me hizo sonreír.
La responsabilidad del
incendio de unos matojos en el bosque contiguo al castillo de
Aldourie se había atribuido a un oleoducto roto, propiedad de
Cialino Oil. La EPA de Escocia había reparado el escape e iniciado
una investigación a fondo.
Entre lágrimas de
felicidad, Brandy explicó que Alban y ella se habían reconciliado.
Se alojaba con él en el hotel, y era la primera vez que se sentía
aceptada desde su infancia.
La verdad era que a mí
también me pasaba lo mismo.
Mi padre llegó al día
siguiente con ejemplares del Inverness Courier. Su foto aparecía en
primera plana, bajo el titular: ¡REIVINDICADO! -¿Cómo te
encuentras, Matadragones?
- Todavía me duelen
las costillas y la cadera, pero por lo demás bien, teniendo en
cuenta las circunstancias. -¿Has sufrido más terrores
nocturnos?
- Hasta el momento
no.
- Bien, me alegro,
hijo. Como puedes leer, soy un hombre libre, y debo darte las
gracias. -Extendió la mano, pero me negué a estrecharla-. ¿Qué
pasa?
- Aquí en la cama, he
estado pensando mucho.
- Atando algunos cabos
sueltos, ¿eh?
- Podríamos decirlo
así. Calum Forrest, por ejemplo. Imagino que te enfadaste mucho
cuando la mujer de tu mejor amigo se ahogó en diciembre pasado.
Busqué ejemplares atrasados del Inverness Courier en mi ordenador
portátil, pero no daban detalles.
Angus se encogió de
hombros.
- Fue algo
terrible.
- Es interesante que
hubiera tantos presuntos ahogamientos en diciembre pasado. Uno
pensaría que el sheriff Holmstrom podría haber llevado a cabo una
investigación mejor, pero cómo iba a hacerlo, siendo un Caballero
Negro y todo eso. Supongo que puedo darle las gracias por extraviar
todas mis muestras, ¿eh?
- Una teoría
interesante.
- Todavía estoy un
poco confuso sobre la misión de los Caballeros Negros, pero es
evidente, pese a vuestro juramento de sangre, que queríais acabar
con el monstruo, y no creo que tuviera nada que ver con la esposa
de Calum. Cuando estábamos en la caverna, afirmaste que la drakonta
había probado la carne humana de nuevo. ¿Qué querías decir?
Angus estableció contacto
visual, con expresión muy seria.
- Tu abuelo.
Me incorporé en la cama.
-¿Tu padre, Logan? Entonces, ¿no se ahogó?
- No. Era un Caballero
Negro, como su padre y su hermano mayor, y como yo, y murió en
aquel agujero infernal el 25 de septiembre de 1934. Mi tío Liam le
acompañaba, y yo también. Solo era un crío de seis años, pero
recuerdo lo que pasó como si fuera ayer. -¿Qué estabais haciendo
allí abajo?
- Bajar el portal de
hierro, como hacíamos al principio de cada otoño. El portal fue
colocado por sir Adam y la primera Orden de los Caballeros Negros,
que pretendían utilizar a los demonios para custodiar el corazón de
Bruce, su reliquia sagrada. Imagino que esos drakontas se parecían
mucho a sus primas las anguilas, y marchaban del lago Ness al mar
cuando hacía frío. Para encerrar a los grandes y asustar a los
ingleses, los caballeros bajaban el portal a finales de verano y lo
subían de nuevo cada primavera. -¿Y continuasteis la misión hasta
que el túnel se derrumbó?
- Sí. Eso sucedió en
el invierno del 34, provocado por la dinamita que utilizaron para
construir la A82, justo como yo sospechaba… solo que mi padre y mi
tío no lo sabían en aquel momento. Mientras yo esperaba en la boca
de la cueva, fueron a subir el portal, algo que habían hecho
docenas de veces sin el menor incidente, puesto que sus luces
brillantes mantenían alejadas a las bestias. Solo que esta vez, una
hembra joven y peleona los estaba esperando.
- Nessie.
- Sí. Ya era la reina
del lago en aquel tiempo, y estaba muy irritada por las explosiones
que se sucedían en la orilla occidental. Mientras yo miraba, se
apoderó de tu abuelo entre sus terribles fauces, lo hizo pedazos y
se lo comió.
"Mi tío me llevó a rastras,
pero yo estaba conmocionado y asustado, y sufrí lo que sufriste tú
cuando te mordió: los terrores nocturnos, el miedo. Los médicos no
pudieron hacer nada, de modo que me tragué la ira y juré vengarme.
Pero ya había tomado el juramento de sangre de los Caballeros
Negros, y el tío Liam me obligó a jurar por el alma de mi padre que
no renunciaría a la Orden. Un Wallace siempre cumple su palabra, y
yo la cumplí, incluso después de que el demonio probara tu carne
hace diecisiete años.
- Y después, murió la
esposa de Calum.
- No fue la primera,
pero después de que se la llevara, fui a ver a Alban y le exigí que
matáramos al animal. Se negó, y amenazó con expulsarme de la Orden
si hablaba.
- Cosa que hiciste,
durante el juicio.
- Tenía que hacerlo.
No por mí, sino porque sabía que la situación iba a empeorar. Algo
raro estaba pasando en el lago Ness, eso era evidente, pero no
sabíamos qué era. En cuanto el monstruo volvió a probar la carne
humana, supe que continuaría sus ataques, como después de que se
dio un banquete con mi padre. Los misteriosos ahogamientos durante
el invierno y sus dieciocho horas de noche son más fáciles de
mantener ocultos que los ataques durante la temporada turística.
-¿Y Theresa?
- Es una amiga íntima,
nada más. Johnny y ella tenían problemas. Aquel día se puso
violento con ella, y Theresa me pidió ayuda. Fui a verle a la obra.
Discutimos, y ya sabes el resto. Por supuesto, no podía decirlo en
el tribunal, porque eso implicaría a Theresa, y la pobre chica ya
había sufrido bastante. Así que dije que me debía dinero, pero
Theresa me envió el pago después de que me detuvieran.
- Y yo fui tu póliza
de seguros, por si el monstruo no volvía a aparecer. Mentiste para
que volviera, y después me utilizaste para demostrar la existencia
de Nessie.
- Eso es verdad, pero
no es el verdadero motivo de que te obligara a volver. -Desvió la
vista hacia la ventana-. Bien sabe Dios que he sido un padre pésimo
para ti, Zachary, pero aún eres mi hijo, y te he echado mucho de
menos. Además, sabía que sufrías mucho por dentro, como me había
pasado a mí.
Después de que tu madre me
llamó… -¿Mi madre te llamó?
- Sí. En enero. Me
contó lo que te había pasado en el mar de los Sargazos, y todo lo
que tu psiquiatra había dicho sobre tus terrores nocturnos y el
miedo al agua, lo mismo que me había pasado a mí a los nueve
años.
"Bien, yo me culpaba de
todo eso, igual que tú. Pero también sabía que la única manera de
que lo superaras era plantando cara a tus demonios interiores. Eso
significaba que debías volver al lago Ness, pero no ibas a hacerlo
de ninguna manera, al menos sin mucha resistencia. Cuando me
detuvieron por la muerte de Johnny, sabía que el juicio podía
animarte a volver, y sabía que si te acosaba lo suficiente, el
Wallace que llevas dentro saldría a luchar. Y tenía razón. Fuiste a
por el animal como Sherlock Holmes a por Moriarty. Pero jamás fue
mi intención que te enfrentaras al monstruo solo, únicamente para
demostrar su existencia. -¿Estás diciendo que el verdadero motivo
de que hablaras del monstruo y abandonaras a los templarios fue
obligarme a superar mis temores?
- Así de claro.
- No te creo. -¿No?
Piénsalo, hijo. Tu mente estaba ocultando la verdad sobre el lago
desde hacía diecisiete años.
Llevarte al estrado de los
testigos, mostrar al mundo tus cicatrices… Tenía que sacudirte ese
cerebro tuyo, pero a base de bien. Joder, has pasado los últimos
diecisiete años engañándote.
Me recosté sobre las
almohadas, mientras reflexionaba sobre aquella revelación.
- Pon a trabajar tu
mente, lo verás todo más claro. -Angus se inclinó y me besó en la
frente-. He de irme, tengo una entrevista con un agente de
Hollywood dentro de una hora, pero pronto nos veremos.
Ah, casi me olvido.
Introdujo la mano en el
bolsillo de la chaqueta y me tiró un documento doblado.
- Esta es tu parte de
la tierra. A ti y a Maxi os toca a cada uno un treinta y tres por
ciento. Recibiréis mi parte cuando estire la pata. -¿La tierra?
Pensaba que la habías vendido a Johnny C.
- Se la arrendé. Nunca
la habría vendido. La tierra ha sido de nuestra familia desde que
William Wallace era un mocoso. Al menos, ahora empezaremos a
sacarle un poco de dinero, ¿eh?
- Pero, papá…
- Los culos son para
cagar, hijo. -Angus me saludó desde el pasillo, dándome la espalda,
mientras se detenía para seguir con la mirada a una bonita
enfermera rubia-. Hasta luego, Matadragones.