Capítulo 29

 

Bahía de Urquhart

 

   David saludó a la reanimada multitud, y después saltó sobre la barandilla de estribor. Sus zapatos con suela de goma resbalaron sobre la superficie húmeda.
   - Newman, pásame ese garfio, y después agárrame del cinturón para que no me caiga.
   - He de comprobar la red.
   - Lo harás dentro de un minuto. Antes, quiero enganchar la cuerda del cebo.
   Michael Newman le dio el garfio, y después le asió por la cintura.
   - Nos estamos equivocando. El Nothosaur debería arrastrar el cebo, no nosotros.
   - Hemos de cortar la vía de escape del plesiosauro.
   - Despierta, Caldwell. El sonar dice que el animal mide más de quince metros de largo. Eso equivale a dos veces el tamaño de este cascarón de nuez.
   - Relájate. En cuanto entre en la bahía, siempre podemos cortar la cuerda. Los intelectuales os coméis demasiado el tarro.
   - Al menos, sabemos que no se debe jugar con un garfio de aluminio en el agua durante una tormenta eléctrica.
   - Tranqui, mamá. -David se inclinó hacia delante, y enganchó la cuerda sumergida de la boya con el garfio-. A la primera. Agarra el palo mientras vuelvo a subir, y no lo pierdas, pesa más de lo que parece.
   Newman aferró el palo de aluminio y tiró de la cuerda enganchada.
   - Joder, pesa una tonelada. ¿Qué hay al final?
   - Una vaca muerta. Hoagland le aserró las patas para que dejara un buen rastro de sangre. Ayúdame a guiar la cuerda hacia la popa, y después la ataremos.
   Tardaron cinco minutos en atar la cuerda a una cornamusa metálica.
   Newman se secó las manos mojadas en la sudadera de David.
   - Ya puedes cortar el amarre de la boya sin mi ayuda, yo voy a echar un vistazo a la red.
   El ingeniero volvió a entrar en la timonera y miró la cuadrícula del sonar.
   El punto rojo había desaparecido.
   - No vamos bien. -¿Por qué no vamos bien? -preguntó Brandy.
   - He perdido el monstruo. Ha desaparecido en algún punto de la orilla.
   - Pues encuéntrelo.
   Brandy aceleró, y notó que el Nessie III se esforzaba por arrastrar el peso de la vaca muerta en el agua. -¡No lo encuentro! -exclamó Newman-. Se habrá metido en un ángulo muerto de la pendiente occidental.
   - Los ojos del ingeniero se abrieron de par en par cuando el punto reapareció-. ¡Oh, Dios, está ahí! ¡Jesús, ya ha llegado a la bahía! -¿Qué? -¡Está en la puta bahía! ¡Suéltanos, Caldwell! -¿Qué? -¡Que nos sueltes! -¿Estás loco? Acabo de…
   El Nessie III se inclinó de costado cuando una fuerza inmensa se apoderó del cebo y lo arrastró a las profundidades.
   La rueda del timón fue arrancada de la mano de Brandy, y el Nessie III se inclinó a estribor con media quilla fuera del agua.
   Brandy cayó, al igual que la red del sónar, junto con Michael Newman. Se desplomó de espaldas, salió por la puerta de la timonera y se estrelló contra la barandilla de estribor sumergida, mientras el barco continuaba oscilando.
   David tanteó en busca de la cuerda del cebo, lo único que podía hacer porque no llevaba cuchillo para cortarla. Cuando la barandilla de estribor se hundió en el agua y la multitud rugió a su derecha, miró hacia atrás, y vio asombrado que el lado de babor del Nessie III ocultaba las nubes de tormenta cuando inició su caída surrealista hacia él.
   David se zambulló en el agua segundos antes de que el barco volcado completara su giro de ciento ochenta grados.
   Brandy solo pudo aovillarse y cubrirse la cabeza cuando la timonera se puso patas arriba a su alrededor.
   Dio una voltereta sobre el panel de instrumentos, y luego cayó sobre ella un muro de agua helada que le quemó la piel.
   La cabina inundada chirrió y crujió, y la envolvió en la oscuridad.
   En las orillas de la bahía de Urquhart, miles de curiosos gritaron, hicieron gestos y tomaron fotos cuando el Nessie III volcó. Durante varios momentos que provocaron descargas de adrenalina, el casco del barco fue arrastrado de costado por el agua, y después la cornamusa se desprendió y liberó al barco.
   La abrazadera metálica se deslizó sobre la superficie. Cuando se hundió, atrapó varias lazadas de la pesada red de pesca que, momentos antes, estaba atada al tejado de la timonera, arrastrándola tras de sí.
   La proa de la lancha motora de Calum Forrest saltaba de manera errática sobre la oscura superficie, y cada pocos segundos me rociaba de agua fría. Frente a mí veía las luces que perfilaban la bahía de Urquhart, mientras en mi ordenador portátil veía reaparecer el punto rojo cuando entró en el corral de David.
   Momentos después, mi corazón estuvo a punto de dejar de latir cuando el vínculo web se cortó.
   Michael Newman emergió, resollando y presa de náuseas. El agua helada estaba congelando los músculos del ingeniero. Con la mente obnubilada, sopesó la posibilidad de nadar los trescientos metros que le separaban de la orilla, después se fijó en la corriente creada por la red de pesca giratoria y decidió que tal vez era mejor quedarse donde estaba.
   Brandy seguía en la timonera sumergida. Pese a encontrarse en una oscuridad total, conocía su barco como la palma de su mano, y solo tardó unos segundos en localizar la puerta de la cabina invertida y salir nadando.
   David emergió a nueve metros del casco volcado, con la única idea en su mente de impedir la huida del monstruo. Miró hacia atrás y vio que el Nothosaur bloqueaba la salida del corral, al tiempo que la grúa del pontón bajaba el primero de los seis fragmentos restantes de la valla.
   "Hermoso."
   Satisfecho, dio media vuelta y volvió nadando hacia el barco volcado, sin reparar en la red de pesca, sumergida en parte, que se acercaba por su derecha. Sin previo aviso, lazadas de cuerda se apoderaron de su brazo derecho y ambos tobillos. -¡Eh! ¿Qué coj…?
   Una fuerza intensa, como la de unos rápidos de cuarto grado, arrastró a David al fondo. Pataleó, se revolvió y consiguió emerger de nuevo, con las extremidades enredadas por completo.
   El casco del Nessie III estaba demasiado resbaladizo, debido al lodo y las algas, para permitir a Brandy y a Michael Newman salir del agua. Se acurrucaron juntos al lado del barco, que se iba hundiendo poco a poco, con el aliento apenas visible sobre las aguas heladas. -¡Socorro!
   Pasearon la vista a su alrededor con el fin de localizar el origen de lo que les había parecido un chillido borboteante. Newman señaló a su izquierda cuando David emergió y volvió a hundirse.
   - Se ha enganchado en la red. -Brandy palpó los bolsillos traseros de sus tejanos en busca de la navaja suiza-. ¡Quédese ahí!
   Se alejó nadando del barco, a la espera de que David apareciera de nuevo.
   Michael Hoagland contemplaba la escena con sus prismáticos desde la cubierta de estribor del Nothosaur. -¿Cuánto falta, Victor?
   Los ojos del técnico de sónar estaban concentrados en el pontón, que estaba a su espalda.
   - Están preparando el último panel.
   - En cuanto lo bajen, nos acercaremos a ese barco volcado.
   Brandy se mantuvo a flote, con el corazón acelerado cuando vio que la red se aproximaba. Intuyó el camino que seguiría, la esquivó y agarró a David cuando pasó a su lado.
   Volvió a hundirse y Brandy saltó tras él, empuñando la navaja.
   David notó la alteración y se precipitó hacia ella.
   Brandy le apartó a un lado, procurando no enredarse ella también. Se tumbó espatarrada sobre la red, tanteó en busca de la pierna izquierda de David y empezó a cortar la cuerda gruesa y mojada.
   Y entonces, dejaron de moverse.
   Liberado de la corriente, David pataleó de nuevo hasta la superficie, gritando en el oído de Brandy con voz estrangulada: -¡Suéltame! -¡Deja de lloriquear! Lo estoy intentando.
   Continuó atacando la cuerda, sin darse cuenta de que algo inmenso estaba subiendo poco a poco hacia ellos.
   Calum condujo su barca hacia el borde del puente de pontones. -¡No puedo entrar en la bahía!
   Vi el Nothosaur, y al otro lado el Nessie III volcado. Vi a David debatiéndose en el agua, atrapado en el interior de una red de pesca hundida parcialmente, y vi a Brandy, que intentaba liberarle.
   Y, en mi mente, vi al monstruo, que se alzaba desde las profundidades para apoderarse de ellos, del mismo modo que me había atrapado a mí diecisiete años antes.
   Me quité el zapato y la bota de excursión, agarré el estuche de plástico del tamaño de un tronco con la mano derecha y subí al puente prefabricado.
   Crucé a toda prisa la estructura, me tiré al agua y nadé a la mayor velocidad que puede hacerlo un hombre asustado.
   Tenía los ojos anegados en lágrimas, la temperatura helada estaba estrujando mis pulmones, respirar significaba una tortura.
   Llegué al lado de David. -¿Dónde está Brandy?
   Ella emergió a su lado.
   - Zack, estamos atrapados… ¡He perdido la navaja! ¡La luz, Zachary, ve hacia la luz! ¡Muévete!
   Hundí la cabeza bajo el agua, apunté el cañón de luz y oprimí el interruptor.
   El foco submarino se encendió y abrió un túnel luminoso en las profundidades. El haz alumbró un entorno color té en el que remolineaban partículas de turba. Vi las piernas de David y Brandy, enredadas en la red color cacao, y mi corazón casi se paró cuando distinguí la cabeza del monstruo.
   Estaba subiendo justo debajo de nosotros, se hallaba a nueve metros y cada vez más cerca, una serpiente oscura y majestuosa ancha como un 4x4. Cuando se acercó más, la luz reveló su horrendo hocico de nariz achatada y las mandíbulas entreabiertas sembrada de colmillos. El enloquecido animal pretendía devorar a Brandy y a David. Luché por controlar mi terror y moví el ángulo del haz, de manera que lo apunté al sensible ojo amarillo del monstruo.
   El animal sufrió espasmos, como alcanzado por un rayo láser, y efectuó un repentino giro de ciento ochenta grados. Distinguí borrosamente una enorme cola marrón, antes de que la estela del animal en retirada me enviara a la superficie.
   Respiré hondo y hundí la cabeza de nuevo. La luz del cañón captó el extremo de la cola cuando desaparecía en la oscuridad, entre un torbellino de turba y burbujas. Mi tobillo derecho se liberó de la red instintivamente, cuando volvió a hundirse, arrastrando a Brandy y David.
   Me lancé hacia el borde de la red con la mano libre y me agarré, permitiendo que me arrastrara al fondo mientras me esforzaba por llegar hasta Brandy.
   Sujetó mi brazo con fuerza y utilizó mi cuerpo como palanca para intentar liberarse de los gruesos nudos que atrapaban su rodilla izquierda.
   Nos estábamos sumergiendo a una velocidad aterradora, bajando una atmósfera cada pocos segundos.
   El dolor de mis oídos perforó mi cerebro cuando superamos los veinticuatro metros, pero Brandy consiguió quitarse los tejanos y liberar su pierna.
   Nos alejamos flotando, mientras la red continuaba hundiéndose en las tinieblas, arrastrando al desventurado David.
   Floté en la negrura y el silencio del agua, mientras le buscaba con la luz. El borde del rayo bañó su cara pálida, su expresión de puro terror, mientras desaparecía en las profundidades gélidas del lago Ness.
   Brandy tiró de mi codo y ascendimos a la superficie. Mantuve el rayo enfocado hacia abajo todo el rato que pude, con la esperanza de que David la viera.
   Ve hacia la luz, David. Ve hacia la luz.
   Emergimos y aspiramos una profunda bocanada de aire, pero nuestras extremidades estaban entumecidas debido al frío. Transcurrieron momentos desesperados, hasta que la tripulación del Nothosaur nos izó por fin fuera del agua y nos dejó caer sobre la cubierta.
   Los tripulantes nos envolvieron con mantas de lana y nos abrazamos, jadeantes, temblorosos y mojados.
   Brandy pasó un brazo alrededor de mi cuello y me abrazó, sus labios púrpura contra mi cara. -¿No…, no tenías miedo del agua?
   Apreté mi boca contra su oído.
   - Tenía más miedo de perderte.
   Ella me abrazó con más fuerza sin decir nada.
   Michael Newman, envuelto en su manta, se dejó caer a nuestro lado. -¿Caldwell?
   Negué con la cabeza.
   El capitán Hoagland palmeó el hombro de Brandy, y luego señaló el pontón de construcción y la grúa.
   - Mira, el corral se ha cerrado. Hemos atrapado al monstruo.
   Era verdad, el corral se había cerrado. Y entonces, oí los vítores de la multitud entre un sonido extraño.
   Llenó mis oídos como un trueno, pero no era un trueno, eran los altavoces submarinos de David, que emitían una cadencia familiar de mi infancia.
   Eran gaitas. Los sonidos grabados recorrían la orilla, la extraña melodía apagada por capas de agua.
   David tenía razón, los sonidos impedían a la bestia acceder a tierra, pero también la estaban atormentando, enfureciendo.
   De pronto, el animal encolerizado atacó la valla. El metal chirrió y los goznes saltaron, mientras secciones del puente flotante se dilataban y combaban bajo la fuerza sobrenatural. Una docena de plataformas prefabricadas se separaron, sujetas tan solo por los tramos interconectados de la valla de tela metálica.
   La multitud lanzó una exclamación ahogada. La tripulación del Nothosaur parecía estupefacta.
   Ciento veinte metros más abajo, el monstruo giró en redondo en la oscuridad y embistió de nuevo.
   Esta vez golpeó el extremo norte de la barricada, recién concluido, y su cabeza atacó la barrera submarina. El impacto cortó los cables que sujetaban la última plataforma a su ancla de tierra y cemento, de modo que toda la construcción se derrumbó.
   El chirrido del metal al desgarrarse resonó en la noche, cuando las secciones de ocho metros y medio del puente se combaron y soltaron unas de otras como un tren al descarrilar.
   El monstruo no cejó en su empeño, sino que descargó su poderosa cabeza contra dos secciones de la valla, hasta que consiguió liberarse.
   Cuando el animal escapó, la cuerda del cebo se partió, dejando atrás la red enredada y el cuerpo sin vida de David James Caldwell II.
   Creo que era alrededor de las cuatro y cuarto de la tarde del 30 de julio, cuando Sue y yo reparamos en una forma oscura que apareció y desapareció tres veces muy deprisa. Fuera lo que fuera, se hallaba a unos ciento cincuenta metros de la orilla, y se movía en dirección a la bahía de Urquhart. Después, el objeto volvió a aparecer, se desvió a la izquierda y emergió un poco más lejos.
   ALASTAIR BOYD, profesor de arte.

 

   Parecía la parte superior de un enorme tubo interior de neumático, de al menos seis metros de longitud.
   Solo fue visible unos cinco segundos, pero no cabe duda de que se trataba de algún tipo de animal.
   SUE BOYD, profesora de arte.